Bajada de tarifas – ¿una estrategia planificada?
En mi opinión un objetivo subyacente en la creación de la vía de licenciado por los planificadores o tecnócratas ministeriales que participaron en la aprobación de esta medida era la bajada de tarifas de la traducción jurada.
Se trataba de un momento de crecimiento y expansión de la economía española y había una entrada masiva de inmigrantes que venían a trabajar en la construcción, la hostelería y otras industrias. Había un boom inmobiliario y de la construcción y se necesitaba urgentemente mano de obra barata. El gobierno sufría presiones de sectores empresariales interesados en flexibilizar el mercado laboral y dar amnistías a los inmigrantes e incluso se propuso en algún momento «abrir las puertas de par en par» para dejar entrar a todos los que quisieran con el objeto de abaratar los costes laborales. En este contexto se aprobó una medida que consistía en «dar automáticamente» el nombramiento de traductor jurado a todos los licenciados en traducción. Sin caer en una teoría de la conspiración no es muy descabellado pensar que siendo el contexto el descrito: un flujo migratorio masivo y la búsqueda de soluciones para afrontar el problema, que los técnicos del gobierno pensaran que lo mejor era incrementar masivamente el número de intérpretes jurados para cubrir la nueva demanda y, paralelamente, conseguir que bajaran los precios para acomodarse al poder adquisitivo de los nuevos inmigrantes.
Profesión de élite
Antes de la medida, había muy pocos traductores jurados y la traducción jurada era una profesión prestigiosa y de élite. Aprobar el examen era muy difícil y muchos lo han comparado a aprobar notarías. En este contexto existían – lógicamente – quejas sobre los traductores jurados. Probablemente algunas quejas estuvieran justificadas: cuando existen élites profesionales los precios tienden a subir y las condiciones para el usuario son menos beneficiosas.
Fracaso
Puede que la intención de nuestros gobernantes al incrementar masivamente el número de jurados fuera buena: puede que pensaran que al «democratizar», extender y ampliar el acceso a la profesión se regularía también el equilibrio entre la oferta y la demanda y se llegaría a un equilibrio con unos precios más acordes y un mejor servicio. Pero no fue así porque no tuvieron en cuenta los poderes ministeriales y políticos que la distribución de licenciados entre idiomas no es equilibrada. Si – por poner un ejemplo – el acceso vía licenciado hubiera significado la creación de nuevos puestos de trabajo en idiomas en los que no hay jurados o apenas hay jurados y hubiéramos visto un afloramiento de jurados de farsi, turco, urdu, hindi y otros idiomas (de la mano del auge de la inmigración en la España a consecuencia del boom de 1997 – 2007) pues seguramente hubiera ido todo bien: los inmigrantes hubieran podido traducir sus papeles, se hubieran creado nuevos puestos de trabajo y hubieran surgido nuevos empresarios, autónomos y empresas dedicadas a la traducción jurada.
Pero esto no fue en absoluto así. Lo que ocurrió es que se saturó el mercado (la oferta) en ciertas combinaciones porque los jurados licenciados estudiaban mayoritariamente tres idiomas: inglés, francés y alemán. Esto ha incidido en una bajada de tarifas y también de la calidad de las traducciones juradas.
Combinaciones sin traductores jurados
Por otro lado, nos encontramos con muchos colectivos: los turcos, los indios, los paquistaníes… bastante numerosos en España pero sin un traductor jurado oficial en España que les pueda traducir los papeles, títulos y diplomas, etc. Estas personas tienen que recurrir a traducciones locales en sus países (que pueden o no ser aceptados en España) o bien a la emisión de sus papeles en «inglés» (entre comillas) que luego traducen a español los jurados de inglés.
Por último, con la saturación del mercado en ciertas combinaciones (por el exceso de profesionales) se ha creado un ambiente de competencia feroz que ha acabado por afectar a todo el sector – incluso las combinaciones que se creían protegidas de los vaivenes del mercado e inmunes a la competencia.
¿Cómo puede la bajada de tarifas de juradas en una combinación sola afectar a todas las combinaciones?
Para entender este fenómeno hay que explicar primero cómo se fijan los precios en el mercado de la traducción jurada.
El mito del libre establecimiento de precios
En muchas páginas web (incluso en la mía) se dice que «los traductores jurados son profesionales independientes que establecen libremente sus precios«. Así es en teoría pero en realidad esto es:
MENTIRA.
Los traductores jurados no tienen libertad para decidir los precios porque los precios los fijan – en gran medida – las agencias de traducción y los intermediarios.
En un mundo económico ideal el precio se establecería en función de un mecanismo de oferta frente a demanda. Es decir: cuando hay muchos oferentes y pocos demandantes, el precio baja y cuando hay muchos demandantes (clientes) y pocos oferentes (jurados) el precio subiría. Sin embargo, hay muchas pruebas de que esto no es así por varias distorsiones que voy a explicar a continuación.
Teóricamente si hay, por ejemplo, tres jurados de un idioma y mil demandantes de sus servicios, el precio tendría que ser altísimo. Por el contrario, existiendo mil jurados de un idioma y solo tres consumidores el precio sería irrisorio… Hasta aquí parece todo lógico.
Monopolios y duopolios
Recientemente en un foro un traductor jurado que tiene monopolio en una combinación y duopolio en otra (es decir, en una combinación es el único jurado de España y en otra combinación comparte el privilegio con otra traductora) se quejaba de que las tarifas eran bajas. Esto, a todas luces, no es lógico: en una situación de monopolio o duopolio los precios tendrían que ser absolutamente abusivos, leoninos y fuera de toda proporción puesto que el monopolista o duopolista podría cobrar «lo que le da la gana».
¡Pues no! ¿Y por qué? El problema es que el monopolista no fija sus precios, sino que los fijan las agencias – es decir, revendedores, que revenden sus servicios. Y como hay múltiples revendedores vendiendo lo mismo y una competencia feroz entre ellas, los precios bajan incluso cuando no es lógico que bajen desde un punto de vista económico teórico.
Así la oferta y la demanda se establece al nivel de número de agencias frente a número de clientes y no al nivel de número de jurados frente a número de clientes. Así, aún habiendo un solo jurado de un idioma es irrelevante para la oferta y la demanda porque la oferta es del número de agencias (las 20, 30, 0 50 agencias que revenden sus servicios) frente al número de clientes. Cuantas más agencias haya y menos clientes, más bajarán los precios.
Otra distorsión de la oferta y la demanda es la propia política de establecimiento de precios de las agencias para la traducción jurada.
Precios de idiomas A, B, C y D
En un mundo ideal, la oferta frente a la demanda es el mecanismo de regulación de precios. Sin embargo, este ideal no tiene en cuenta factores como la política de establecimiento de precios.
El apartado se titula «precios A, B, C y D» precisamente porque muchas agencias de traducción al crear sus páginas web, catálogos y oferta comercial decidieron – de forma totalmente arbitraria y sin consultar con nadie ni ver la oferta y la demanda en cada combinación – clasificar los idiomas en idiomas A, B, C y D y, en función de esta clasificación, fijar los precios.
¿Cuáles son los idiomas A, B, C y D?
Las clasificaciones normalmente responden a un patrón tipo «idiomas europeos comunes – idiomas europeos menos comunes – idiomas exóticos» o «idiomas indoeuropeos – no indoeuropeos«. «idiomas autonómicos – idiomas extranjeros«, «idiomas europeos – idiomas asiáticos – idiomas africanos y amerindios«… Son clasificaciones totalmente arbitrarias que no reflejan la realidad de la traducción jurada.
Así, una Agencia X podría decidir que «inglés» es el idioma A (el más común), con el precio más bajo; el conjunto de idiomas B lo forman alemán, italiano, portugués y francés» y siendo «idiomas europeos comunes» ocupan el segundo lugar en cuanto a precios; que «noruego, danés, esloveno, checo y ruso» son «idiomas C» que deben costar un poco más – porque son muy raros y por eso tienen que costar más. Y también decidirá esta agencia que «japonés, coreano y chino» son idiomas muy raros y exóticos y que por eso serán los «idiomas D«, que son los más caros.
Pero puede que nos encontremos con un panorama en el que sobran traductores de noruego porque nunca se piden juradas de noruego, las de chino están a la par con el inglés en cuanto a precios, y el portugués es dificilísimo porque hay muy pocos traductores y mucha demanda.
Pero la agencia sigue intentando ajustar los precios a su cajita de «idiomas A, B, C y D» y se niega a cambiar la clasificación. Esos son los precios que se dan al cliente y da igual la oferta y la demanda porque lo lógico es que los «comunes» cuesten tanto y los «raritos» cuanto, sin tener en cuenta para nada los mecanismos de la oferta y la demanda.
Y luego vienen otras agencias posteriores, cotillean un poco la página de la Agencia X y deciden copiar la cajita de «idiomas A, B, C y D» y los precios pueden estar un poco por encima o un poco por debajo pero más o menos estarán en línea con las de la Agencia X.
De este modo vemos que:
– Es irreal la afirmación de que los jurados fijan libremente los precios: no los fijan ellos sino las agencias de traducción;
– Las agencias de traducción no se guían por la oferta y la demanda para fijar los precios sino que se basan en clasificaciones arbitrarias de «idiomas A, B, C y D» que no tienen sentido alguno en el contexto de la traducción jurada.
Por último vamos a ver cómo la bajada de un idioma puede arrastrar a todas las demás.
Supongamos que la Agencia X tiene 300 profesionales freelance: 100 traductores simples, 100 traductores jurados y 100 intérpretes. De los 100 traductores jurados: 60 son de inglés (la mayoría), 20 son de francés y alemán y el resto son de otros idiomas. Si se produce una situación en la que repentinamente crece el número de profesionales del inglés, francés y alemán (un 80% de los jurados) y la agencia se encuentra en una posición dominante en la que tiene muchos proveedores entre los que elegir pasarán dos cosas: bajan los precios y empeoran las condiciones (de todo tipo: plazos de pago, condiciones de facturación, incluso el trato humano). Como esto afecta al 80% de los profesionales, es muy posible que la política de la empresa (que es global) también afecte al restante 20% que también verán cómo empeoran sus condiciones aunque el motivo no tenga nada que ver con ellos.
Aumento de la competencia
Por otra parte, en una situación de aumento de la competencia en el mercado de las agencias (por ejemplo, porque las otras agencias ofrecen rebajas a los clientes), las agencias bajarán los precios a sus clientes. Y posiblemente no les supondrá mucho esfuerzo ya que les sobran traductores en los idiomas principales. ¿Y cómo lo harán? Supongamos que deciden bajar los precios 1 céntimo globalmente teniendo el siguiente cuadro de precios:
IDIOMAS A: INGLÉS – 8 CÉNTIMOS
IDIOMAS B: FRANCÉS, ALEMÁN, PORTUGUÉS, ITALIANO – 10 CÉNTIMOS
IDIOMAS C: CHECO, RUSO, SERBIO, NORUEGO Y DANÉS – 15 CÉNTIMOS
IDIOMAS D: CHINO, COREANO, JAPONÉS – 20 CÉNTIMOS
Bajarán los precios a todos los idiomas y quedará el cuadro como sigue:
IDIOMAS A: INGLÉS – 7 CÉNTIMOS
IDIOMAS B: FRANCÉS, ALEMÁN, PORTUGUÉS, ITALIANO – 9 CÉNTIMOS
IDIOMAS C: CHECO, RUSO, SERBIO, NORUEGO Y DANÉS – 14 CÉNTIMOS
IDIOMAS D: CHINO, COREANO, JAPONÉS – 19 CÉNTIMOS
Así, los otros idiomas también se verán afectadas por la bajada de precios, que sigue el patrón arbitrario de «A, B, C y D» que no tiene que ver con la oferta y la demanda de cada idioma concreto sino que es un mecanismo de fijación de precios de las agencias. Así, de alguna manera, el precio del inglés es el «benchmark» en función del que se establecen todos los demás. Si el inglés baja un céntimo, los demás bajan un céntimo también porque el ajuste se hace a todo el cuadro. Por tanto, si los proveedores de inglés (y, en menor medida los de francés y alemán) son abundantes y flexibles y la agencia necesita bajar los precios y puede hacerlo porque le sobran traductores, bajará los precios y la bajada será para todos y no solo los de inglés/francés/alemán.
Lógicamente la bajada de cara al cliente no tiene por qué salir del bolsillo del proveedor. La agencia podría bajar su margen y ganar un céntimo menos. Sin embargo, en la práctica sabemos que cuando baja el precio para el cliente, también baja para el proveedor.
Con todo esto pretendo decir que, en mi opinión, el precio del inglés es el regulador de los precios de los demás idiomas, siendo el idioma mayoritario y el más económico, y que una bajada en el precio de la jurada del inglés arrastrará a todos los demás idiomas por la manera en la que se negocian los precios – de forma global – de cara al cliente.
Mi conclusión es que el aumento espectacular de licenciados de inglés tuvo como consecuencia una bajada de precios no solo para el inglés sino para todos los idiomas jurados, al actuar el inglés de regulador de los demás idiomas.
Conclusión
La conclusión es que la creación de la vía de licenciado tuvo como efecto la bajada de precios (tanto si fue algo planeado como si no) en el sector y otra consecuencia ha sido la bajada de calidad en las traducciones juradas dado que hay en el mercado profesionales que no cuentan con la formación mínima para ejercer la profesión en condiciones. Se trata, como ya hemos dicho en otros artículos, de una profesión muy vulnerable, por la inexistencia de colegio profesional y de unas normas concretas para el ejercicio (al margen de una regulación muy mínima de requisitos).
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