La responsabilidad para con el planeta no es una cuestión que solo atañe a las grandes empresas, sino que recae sobre cada una de las acciones que llevamos a cabo como ciudadanos y profesionales. Hablamos de generar un impacto positivo sobre nuestro entorno más cercano y sobre el planeta que dejaremos a las próximas generaciones.
¿Qué es un negocio responsable?
Hace referencia a aquella empresa o emprendedor que se responsabiliza de los impactos que sus decisiones y actividades ocasionan en la sociedad y en el medio ambiente, mediante un comportamiento ético y transparente. Son las normas que nos guían en nuestra actividad diaria y definen cómo desarrollamos nuestro negocio. No hablamos de un «lavado de cara corporativo». El concepto «responsable» nace del corazón de la empresa, como parte de su identidad y su propósito.
Yvon Chouinard, fundador de la conocida empresa Patagonia, afirma en su libro Que mi gente vaya a hacer surf (Ediciones Desnivel, 2006): «Los negocios y las empresas también pueden producir alimentos, curar enfermedades, controlar la demografía, crear empleo y en general enriquecer nuestras vidas. Y todas estas cosas buenas, además de recoger beneficios, pueden hacerse sin necesidad de vender el alma al diablo.»
Para nuestra sociedad, en la que la corrupción, el engaño y la irresponsabilidad han liderado los negocios durante años, empresas como esta suponen un cambio radical de paradigma. El ciudadano está cansado de sentirse estafado y exige a las empresas transparencia en toda su cadena de valor: la elección de proveedores, en la manufactura, en la venta y posventa de los productos. No basta solo con ofrecer un servicio o producto a un precio competitivo; va más allá. El cliente se sitúa en el centro como prosumidor (= productor + consumidor), algo de lo que ya hablé en mi artículo «Traductores, intérpretes y correctores: buenos guardianes de los intangibles corporativos», lo que supone un gran reto para las organizaciones; pero también una oportunidad. Pablo Herreros habla de ello magníficamente en su libro «Sé transparente y te lloverán clientes» (Planeta de Libros, 2018).
Negocio responsable y traducción
Centrándonos en el caso específico del sector de la traducción, en primer lugar, es importante destacar que para hacer algo significativo en nuestro entorno, es preciso que primero creamos en ello, en su potencial y en la huella que puede dejar. Por este motivo, las empresas que no creen realmente en lo que supone este cambio de visión empresarial, no conseguirán transmitirlo a ninguno de sus grupos de interés (empleados, clientes, proveedores, instituciones, etc.). De hecho, ya hay muchas organizaciones que están llevando a cabo campañas publicitarias que pretenden proyectar una transformación en su negocio pero cuando se escarba un poco se acaba descubriendo que no es oro todo lo que reluce.
Tanto las empresas pequeñas como los traductores autónomos somos parte del tejido empresarial de nuestros países y, por ello, tenemos un deber para con nuestra sociedad y planeta. Hasta aquí está claro, pero ¿qué mejoras podemos aplicar a nuestro día a día para generar un impacto positivo?
Algunas claves para un negocio responsable
- ¿Con qué clientes queremos trabajar? Es cierto que para un autónomo (y una empresa de tamaño pequeño) lo importante es tener clientes y cuantos más mejor. Pero ¿nos vale cualquier tipo de cliente? ¿A qué tipo de organizaciones queremos ayudar con nuestro trabajo? No es lo mismo trabajar para una empresa, cuyo objetivo único es incrementar sus beneficios, que para una que, más allá de su sostenibilidad económica, tiene en cuenta cómo afecta su actividad a su entorno, respeta a sus empleados con medidas de equilibrio laboral o se preocupa de sus clientes.
- ¿A qué proveedores queremos contratar? La decisión de adquirir un bien para nuestro negocio en el comercio local o a través de un gran distribuidor es solo nuestra. ¿Qué implica que un repartidor se desplace hasta nuestro domicilio para entregarnos un producto que hemos comprado por impulso y que probablemente devolveremos? A quién contratamos nuestros servicios informáticos o con qué banco trabajamos también puede marcar una diferencia.
- ¿Cuánto y cómo cuidamos a nuestros colaboradores? Uno de los grupos de interés más estratégicos de una empresa son sus empleados. El cliente reclama una conexión real con la marca y es a través de sus empleados como se llega con más fuerza e impacto. Es por ello que, ahora más que nunca, es crucial ponerlos en el mismo lugar que al cliente externo: en el centro. Cuestiones como la flexibilidad, la conciliación familiar, la salud o el respeto por los tiempos de descanso son una muestra de cuánto importan los trabajadores para una empresa. En 2016, Patagonia publicó un libro «Familiy Business» en el que pone de manifiesto que el cuidado de los hijos de los empleados de la empresa en el propio centro donde trabajan es parte de la responsabilidad de un negocio. Alguien podría pensar que a los que no tienen hijos estos asuntos les son indiferentes pero, ¿qué imagen proyecta para una persona joven una organización que tiene medidas de conciliación si en el futuro quisiera tener hijos? Cuidar de uno de los principales grupos de interés de una empresa tiene un impacto enorme en su reputación.
- ¿Cómo nos movemos? El estilo de vida que hemos adoptado en las grandes ciudades pasa por movernos en coche a todos lados, corriendo y sin pensar mucho en nuestro entorno. Yo también he formado parte de esa carrera durante muchos años. Sin embargo, una de las grandes ventajas de gestionar tu propio tiempo es que te permite organizarte y no es tan necesario andar con tu vehículo de allá para acá cada día. Desde que el trabajo por cuenta propia llamó a mi puerta decidí aprovechar y cambiar algunos hábitos, entre ellos dejar de utilizar el coche para desplazarme a todos lados; ahora camino más y utilizo el transporte público siempre que puedo. Sí, son pequeños gestos pero que marcan la diferencia.
- ¿Cuánto papel usamos? Parece una obviedad afirmar que únicamente deberíamos imprimir aquello que es fundamental, pero no siempre se tiene en cuenta. ¿Cuántos seguimos recibiendo facturas en papel en nuestros buzones? ¿Cuántas veces imprimimos un texto para corregirlo una y otra vez?
- ¿Cuánto y qué consumimos? El entorno consumista nos atrae como si de un imán poderoso se tratara y no resulta nada fácil escapar a su influjo, sin embargo, sí tenemos la capacidad de poder decidir cuánto necesitamos y cuánto compramos. Ser un consumidor responsable es una actitud ante la vida, independientemente de nuestra profesión. Por ello, aprovechando que somos trabajadores autónomos nos podemos permitir reflexionar y valorar cuánto de lo que tenemos realmente necesitamos y cuánto compramos por comprar. Respecto a qué compramos, la sostenibilidad dejará pronto de ser una opción; es por ello que en la actualidad existe una gran variedad de productos fabricados de forma más responsable, que podemos apoyar con nuestras compras. La revista Ethic justo acaba de publicar un artículo muy recomendable, escrito por Brenda Chavez, que lleva por título «Consumocracia: viabilidad y utopía», en el que la autora afirma: «Al comprar, votamos con nuestro dinero qué tipo de empresas y sistema productivo queremos». Para todos aquellos a quienes les interesen los podcast les recomiendo uno muy interesante que emite la Cadena Ser, Ser Consumidor, que plantea preguntas y despierta el sentido crítico de los consumidores.
Sostenibilidad y reputación
Todos los sectores afrontan un nuevo entorno competitivo en el que sobrevivirá el que consiga conjugar responsabilidad con una comunicación real y transparente, es decir, el decir con el hacer y el hacer con el decir. El ámbito editorial, uno donde trabajamos muchos de nosotros, es un sector que históricamente fabrica productos (libros, revistas, etc.) que implican un alto grado de contaminación. Es por ello, que me alegra que se esté repensando su quehacer. Es bueno saber que ya existen iniciativas formales para mejorar los procesos productivos. En 2016 la revista El Asombrario & Co. publicaba precisamente un artículo a este respecto y que titulaba «Editoriales que apuestan por historias verdes».
Además, no olvidemos que en la actualidad el 80 % del valor de las empresas reside en sus activos intangibles, entre ellos la reputación, por lo que cuanto más esfuerzos realice una organización por hacer bien las cosas y contarlo de forma clara, mejor lo recibirán sus grupos de interés y más duradero en el tiempo será ese negocio.
Como decía al inicio de este artículo, es un tema de todos y para todos, donde los esfuerzos conjuntos nos llevarán hacia un futuro más prometedor. En las últimas décadas parece que abandonamos el pensamiento del legado para los que vienen detrás, pero se ven brotes verdes y es un alivio, pues desde siempre el ser humano ha tenido una única preocupación, y no era precisamente qué se llevaba, sino qué mundo dejaba.