Los intelectuales se relacionaban de diversas maneras, dependiendo de la época y el contexto histórico en el que vivieran. Se relacionaban a través de academias, escuelas filosóficas, debates públicos, mecenazgo, viajes o círculos literarios. Aunque, de entre todas ellas, destacaba una por su gran conexión y privacidad: la correspondencia. Todas estas interacciones les permitían compartir conocimientos, discutir ideas, obtener feedback y colaborar en la producción intelectual de su tiempo. El presente artículo buscará indagar en las comunicaciones de los intelectuales en el renacimiento y la modernidad.
Comunicación en el renacimiento.
La correspondencia era muy importante durante el Renacimiento por varias razones. En primer lugar, permitía a los intelectuales intercambiar ideas y conocimientos, discutiendo temas filosóficos, científicos, literarios y culturales, y compartiendo descubrimientos y conocimientos. Este intercambio constante de información fomentaba el avance intelectual. Además, la correspondencia facilitaba el establecimiento y mantenimiento de redes y conexiones intelectuales. A través de las cartas, los intelectuales podían conectarse con otros pensadores, líderes religiosos, científicos y artistas de toda Europa, expandiendo su red de contactos y colaboradores. Además, las cartas escritas a menudo se consideraban obras literarias en sí mismas y algunas eran publicadas y circulaban ampliamente.
Esto contribuía a difundir las ideas y el conocimiento a un público más amplio, propagando los valores humanistas, científicos y culturales de la época. Asimismo, a través de la correspondencia, los intelectuales podían afirmar su identidad y reputación, estableciendo su posición en el mundo intelectual y ganando reconocimiento entre sus contemporáneos.
La correspondencia del Renacimiento es una valiosa fuente histórica que nos permite entender el pensamiento, las ideas y los eventos de la época. Las cartas escritas por figuras destacadas como Erasmo de Rotterdam, Leonardo da Vinci o Galileo Galilei son importantes documentos históricos que nos brindan información detallada sobre sus pensamientos y acciones.
El idioma usado en la correspondencia era el latín. Durante gran parte del Renacimiento, el latín era ampliamente utilizado como la lengua franca de los intelectuales, científicos y clérigos. El latín era considerado el lenguaje académico y de comunicación internacional, permitiendo a las personas de diferentes países comunicarse entre sí.
Uno de los intelectuales más destacados de esta época fue Erasmo de Rotterdam.
Erasmo de Rotterdam.
Erasmo de Rotterdam, cuyo nombre completo era Desiderius Erasmus Roterodamus, fue un destacado intelectual, humanista y teólogo del Renacimiento. Nació el 28 de octubre de 1466 en Róterdam, Países Bajos, y falleció el 12 de julio de 1536 en Basilea, Suiza.
Mantuvo una intensa comunicación epistolar con figuras destacadas de su tiempo, entre las que se incluyen líderes religiosos, intelectuales, académicos, humanistas y políticos.
Entre sus corresponsales más conocidos se encontraban Thomas More, Tomás de Villanueva, Martín Dorp, Ulrich von Hutten, y Juan Luis Vives. Estas cartas abarcaban una variedad de temas, desde discusiones teológicas y filosóficas hasta asuntos políticos, educativos y literarios. Aunque, el teólogo Martin Lutero fue sin duda con quién más relevancia abarcó. La correspondencia entre Erasmo y Lutero fue un ejemplo importante de cómo la comunicación escrita fue utilizada para difundir ideas y generar debates intelectuales en el contexto de la Reforma Protestante. Sus cartas ayudaron a influir en el pensamiento religioso y en la dirección del movimiento protestante en Europa.
En cuanto al idioma utilizado en su correspondencia, Erasmo escribía principalmente en latín, que, como hemos mencionado, era el lenguaje académico y de comunicación internacional de la época. El latín permitía a Erasmo comunicarse con personas de diferentes países y culturas, y garantizaba una comprensión mutua. Sin embargo, también escribió algunas cartas en idiomas vernáculos como el neerlandés y el inglés, dependiendo de la nacionalidad y el idioma nativo de sus destinatarios.
La correspondencia de Erasmo fue una parte integral de su vida intelectual y de su trabajo. A través de estas cartas, compartía sus ideas, debatía cuestiones teológicas y filosóficas, buscaba apoyo para sus proyectos y obras, y mantenía conexiones con otras figuras destacadas del Renacimiento. Gracias a Erasmo la correspondencia creó un papel fundamental en la difusión de su pensamiento y en la formación de su reputación como uno de los intelectuales más influyentes de su tiempo.
Correspondencia en la Edad Moderna. Diferencias con la Edad Media y el Renacimiento.
En el Renacimiento, el proceso de entrega de las cartas podía llevar mucho tiempo, especialmente si los remitentes y destinatarios se encontraban en diferentes países. Podían pasar semanas o incluso meses antes de que una carta llegara a su destinatario. En contraste, en la Edad Moderna, aunque la comunicación era más rápida debido a la mejora de los servicios postales y al uso de mensajeros a caballo, todavía podían pasar varios días o semanas antes de que una carta fuera entregada, dependiendo de la distancia y las condiciones del transporte. Aunque, en definitiva, eran más veloces.
En cuanto al alcance geográfico, en el Renacimiento la correspondencia estaba principalmente limitada a personas con las que se tenía una conexión personal o profesional directa. Las cartas se enviaban a destinatarios específicos y no estaban disponibles para un público más amplio. En cambio, en la Edad Moderna antes de 1800, además de dirigirse a destinatarios específicos, se empezaron a publicar periódicos y revistas que permitían la difusión de información y opiniones a un público más amplio.
La accesibilidad también fue diferente. En el Renacimiento, el acceso a la correspondencia estaba limitado a las personas que sabían leer y escribir, excluyendo a una gran parte de la población. Además, solo aquellos que podían permitirse los costos asociados con el envío de cartas y la adquisición de sellos podían participar en la correspondencia.
En la Edad Moderna, aunque el acceso a la educación y la escritura todavía estaba limitado, hubo un aumento en la alfabetización y en la disponibilidad de servicios postales, lo que permitió una mayor participación en la correspondencia.
Una de las mayores diferencias fue el idioma, ya que, comenzó a cambiar. A medida que los idiomas nacionales se desarrollaban y se fortalecían, se volvieron más comunes en la comunicación escrita. En Europa, el francés y el inglés se convirtieron en idiomas ampliamente utilizados en la correspondencia, especialmente entre la élite intelectual y aristocrática. Estos idiomas se utilizaban tanto para asuntos formales como personales, y reflejaban el crecimiento de las naciones y el poder cultural de Francia e Inglaterra en ese momento.
Sin embargo, es importante destacar que el latín todavía se utilizaba en algunos contextos académicos y científicos, especialmente en la correspondencia entre eruditos y científicos de diferentes países que no compartían un idioma común. El latín siguió siendo utilizado como un lenguaje de prestigio y conocimiento, pero su uso en la correspondencia general disminuyó gradualmente a lo largo del siglo XVIII.
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