El trabajo de traductor cualificado no lo pueden realizar «unos becarios». Parece evidente la afirmación pero, en esta época de codicia, no está de más recordarlo. La sensación de muchos es que «la crisis» se ha convertido en una excusa para inflar los beneficios de manera inmoral y amoral.
Al margen de cualquier consideración financiera, lo que sí diremos en este artículo es que hay razones económicas por las que «unos becarios» no siempre resultan beneficiosos.
1. Si los becarios fueran buenos traductores yo estaría en el Caribe.
Si fuera verdad que los becarios son estupendos y me pueden sustituir, yo me hubiera ido a Punta Cana, a Puerto Príncipe, a Trinidad y Tobago o a Kingston ya hace tiempo. Ninguna gana tengo de estar aquí dando a la tecla, ni me mueve demostrar nada…
2. Rendimientos marginales decrecientes.
La ley de rendimientos marginales decrecientes significa que no por añadir más trabajadores se produce más. De hecho, pasa lo contrario y a muchas empresas de nuestro sector les vendría bien saberlo (empecinadas como parecen algunas en añadir cada vez más gestores y gestoras sin que ello lleve a una mayor productividad).
Con los becarios, es destacable, además, que por el tiempo adicional que es necesario dedicarles, puede decrecer – en vez de aumentar – la producción con mayor número de becarios. Si en una empresa hay 2 trabajadores y entra un becario puede que la ayuda adicional les venga bien. Sin embargo, si vienen 10 becarios prácticamente el trabajo de los dos trabajadores va a ser de «monitor de jardín de infancia» (era broma…) y no van a tener nada de tiempo para trabajar 🙂
En este vídeo de YouTube (AC/DC Economics) explican muy bien el concepto y recomiendo que lo veáis.
3. Legislación laboral.
Este blog se lee en muchos países y lugares, pero en todos ellos está legislado que una persona aprendiza, becaria o en aprendizaje no puede realizar el mismo trabajo que una persona cualificada. Por eso, por ejemplo, existe un descuento sobre su salario. El descuento es para compensar a la empresa por la labor adicional de formación y por la menor productividad que una persona cualificada. Y el descuento lo acepta la persona becada (la que quiera realizar ese trabajo) con la idea, precisamente, de que – a cambio de ceder una parte de salario va a obtener una formación y experiencia que necesita.
La idea NO es (ni la ley ni los convenios permiten) que una persona BECARIA haga el trabajo de un PROFESIONAL. Existen formas de denunciarlo y una campaña promovida por el colectivo NO + BECAS x TRABAJO.
4. Mala imagen.
Por supuesto que da mala imagen que una empresa se lleve a base de becarios. Es frecuente que veamos noticias en los medios sobre casos de explotación de becarios (por ejemplo, un escándalo reciente ha tenido que ver con los chefs).
Adicionalmente, la empresa puede perder clientela tanto si hay muchos becarios como si esa es la imagen que transmite. Puede que no siempre sea justo, pero es así sin duda.
5. Preocupación por la estabilidad financiera.
Una preocupación creciente es la estabilidad financiera (más en unos sectores que en otros). Si al ir a un banco (por poner un ejemplo) vemos que está todo lleno de jóvenes poco cualificados, nos desatienden, nos venden productos que no se ajustan a nuestras necesidades… Puede que incluso nos cobren de más por error o nos vendan algo que no proceda por razones éticas. Entonces, la imagen que nos llevamos (por todo en conjunto, no solo por los jóvenes que haya) es que la empresa está «desesperada» y «al borde de la quiebra».
Y no es nada poco relevante porque hay mucha desconfianza en el clima empresarial y económico.
No sería raro que, por ejemplo, un traductor trabajara con una agencia y al ver que le ha atendido una becaria un día y que otro se retrasaban en una factura, que sume ambos eventos y saque una conclusión (que podría o no ser verdad). Pero, la conclusión (puede que hasta vertida en alguna red social) va a ser del tipo de: La empresa está desesperada y al borde de la ruina. La llevan becarios (a los seguramente que no pagarán nada) y tampoco pagan las facturas. Yo, por si acaso, no voy a aceptarles ningún encargo.
6. Ética.
Las consideraciones éticas y morales son independientes de la legislación que exista. En muchos casos el estándar o baremo moral y ético de una sociedad está por encima de lo permitido legalmente (que suelen ser mínimos).
Es parte de la hipocresía moderna que a todos nos gustan las cosas muy baratas. Las pizzas a un euro y los bañadores a dos euros. Sin embargo, nadie quiere saber el origen de esos precios y que se fundamentan en una explotación brutal. Al revelarse esta situación, el consumidor tenderá a evitar esa empresa y acudir a otras porque la explotación es algo sucio.
Y puede que lo «sucio» no solo sea en sentido figurado, como demuestra esta noticia publicada recientemente en el Evening Standard y el Daily Mirror.
7. Alienación de proveedores.
Frecuentemente nos hemos encontrado (y se han contado en este blog) casos de traducciones hechas por becarios que luego pretendían revisar o — incluso — «revisar y jurar». Estas traducciones normalmente adolecen de errores de todo tipo hasta el punto de ser inutilizables. Incluso, tras haberse revisado muy cuidadosamente, siguen teniendo errores porque el traductor que las corrige se ve simplemente abrumado por la cantidad de errores de múltiples tipos (de sentido, de estilo, gramaticales y lingüísticos, de formato, de fondo y de forma…) y es tanto que no se puede sacar todo ni repasando 10 veces.
Por eso, muchos traductores y traductores jurados han optado por una negativa total a cualquier trabajo de revisión. Y es una pena porque bien podría haber casos que sean legítimos. Sin embargo, los abusos y la reiteración de la idea de que pueden hacer la traducción «unos becarios», luego se puede enviar a un profesional y que este sistema es válido, rápido, económico y efectivo (no siendo ninguna de las anteriores) es lo que altera a los proveedores.
También puede ocurrir que los proveedores, disgustados por esta engañifa, opten no solo por no aceptar ninguna revisión, sino por no aceptar ningún encargo – en absoluto – de un determinado cliente y dejar de trabajar con ese cliente.
La traducción es una labor cualificada y, como tal, requiere un largo proceso de formación y de experiencia. Estos conocimientos – al ser eminentemente prácticos – no siempre son fácilmente transmisibles en un entorno académico. Más bien se adquieren por un contacto con el trabajo, con los trabajos y opiniones de otros profesionales. En definitiva, por la experiencia. La prueba y error empírica, y el haber intentado hacer un determinado tipo de traducción, investigando la terminología, consultando fuentes, preguntando en foros, cuestionado opiniones, recibido críticas de otros traductores y de clientes. Es un proceso largo de muchos años (5, 10, 20…) que difícilmente se puede remplazar con el trabajo de una persona que apenas está comenzando.