Leon Hunter

El valor de pensar en positivo

El valor de pensar en positivo

El valor de pensar en positivo

Llega el momento del regreso al trabajo, las rutinas, el tráfico o el transporte público, las largas colas  y así un largo etcétera de lo que implica la vuelta a la normalidad después de unos días de vacaciones. Pero, ¿y si en lugar de pensar en lo que supone pensamos en lo que nos hemos traído? ¿Cuáles son los mejores momentos que hemos vivido? ¿Qué es lo que más nos gusta de regresar a casa? ¿Y si dejamos de pensar en colores oscuros para hacerlo en una gama de colores más claros?

Recientemente, he tenido la suerte de conocer y trabajar con Roberto Whyte (empresario, profesor de eneagrama, CEO del Goose Talent Institute, entre otras muchas cosas) y, con ello, de leer un libro en el que está trabajando para su publicación en el que afirma que: «Nunca en la historia de la humanidad los seres humanos han vivido mejor y, sin embargo, se han sentido peor emocionalmente». Una reflexión sorprendente y contradictoria. Y ¿por qué está pasando esto?:

  1. Ausencia de tiempo: Si de algo adolece la sociedad actual es de falta de tiempo para pensar, respirar, conocerse a uno mismo y compartir con otros. Hemos dejado que nos digan cómo vivir, cuál es la mejor manera de hacerlo, cómo viajar, cómo compartir…, lo que nos deja poco espacio para plantearnos si realmente estamos haciendo lo que queremos o lo que nos dice el entorno, cuestión que nos genera un sentimiento de insatisfacción inexplicable.
  2. «Poderoso caballero es don Dinero», reza el dicho popular con mucha razón. El dinero ha ganado la batalla al resto de valores que priorizaban nuestros antepasados. Es cierto que es necesario para vivir, y más en una sociedad como la actual, pero hemos llegado a un punto en que muchas veces parece que tiene más valor que las propias personas. El entorno nos cuenta desde pequeños que el que más dinero tiene es el que más éxito tendrá en su vida, por lo que asociamos plenitud y felicidad a la cantidad que aparece en nuestra cuenta bancaria.
  3. Represión emocional: El pensamiento de los últimos siglos ha insistido en el uso de la razón por encima de las emociones. Culturalmente, nos han educado para reprimir la expresión de lo que sentimos, puesto que se interpreta como un signo de debilidad. Cuando reprimimos las emociones, la tensión que va asociada se inhibe y termina dirigiéndose hacia el interior de esa persona, lo que puede llegar a provocar problemas de salud como estrés, dolencias estomacales, depresión, etc.
  4. Falta de reconocimiento: En los últimos años me he dado cuenta de lo importantísimo y necesario que es el reconocimiento en las relaciones humanas y, como consecuencia, el impacto tan grande que tiene cuando este no tiene lugar. ¿Quién no ha tenido un mal jefe incapaz de darse cuenta del esfuerzo que hemos hecho para llevar a cabo una tarea con éxito? ¿Recuerdas esa sensación cuando alguien te dice que has hecho un magnífico trabajo? ¿O cuando tus padres te han dicho lo orgullosos que están de ti? Las emociones que dispara el reconocimiento son fundamentales para sentirse bien, porque convivimos con otros y necesitamos que nos vean. Hace no mucho traduje un artículo de Elena Aguiar sobre el reconocimiento en el ámbito educativo y los beneficios que genera su aplicación: The Power of the Positive Phone Call Home. Una sola llamada a la familia de un alumno para destacar lo que ha hecho bien puede marcar un antes y un después en la relación padre/madre-hijo/a y alumno/a- profesor/a. Es toda una revolución relacional.
  5. Individualismo: Siempre se ha hablado y escrito acerca de la crianza, la maternidad y la paternidad, aunque en la actualidad quizá se hace más de lo que habíamos oído o leído hasta el momento. He pensado mucho en ello y he llegado a la conclusión de que se debe a la necesidad natural que tenemos los humanos de compartir aquello que nos preocupa. Claro, lo que ocurre actualmente es que no vivimos en comunidad, como antaño, sino que los problemas de cada uno se quedan detrás de la puerta de cada casa, por lo que nos sentimos solos y pensamos que nuestros problemas e inquietudes son excepcionales. Esto no ocurría hace cien años, puesto que las madres compartían sus miedos, inquietudes y preocupaciones con otras madres; se ayudaba, consolaban, etc. Los niños eran de toda la comunidad. La gente se preocupaba de la gente de su alrededor. Hoy día esto no ocurre. Educamos a los niños para que piensen en ellos mismos; cuando tienen un problema los ayudamos a solucionarlo por sí solos; si vamos por la calle y ocurre algo los apartamos para que no miren. Vivimos en la sociedad del YO y no del NOSOTROS. Es cierto que las redes sociales han venido a restituir esa comunidad actualmente inexistente y, aunque puede ayudar, no es real. Se vierten opiniones pero en el anonimato para asegurar la individualidad.

Como vemos, tenemos muchas fuerzas en contra para que esa sensación de insatisfacción y malestar emocional nos invada. Sin embargo, y aunque nos suponga un esfuerzo, pensar en positivo nos aporta mucho valor en lo referente a nuestro bienestar y modo de afrontar la vida, así que merece la pena. Veamos algunas razones:

  • Nos permite pensar con mayor objetividad. Ser positivo no significa ser un iluso y no ver la realidad. En absoluto. Pero sí que posibilita partir de otro punto más favorable para tomar una decisión. Si vemos todo negro, seguiremos visualizando el resto de cosas del mismo color.
  • El pensamiento positivo genera un estado físico más relajado, por lo que reduce la tensión corporal y, por ende, emocional.
  • Es contagioso. Si hacemos por ver las cosas con más luz que oscuridad, podremos trasladar esa visión a nuestro entorno, así que, sí, se pega.
  • Nos hace ser más creativos. Cuando nos damos la oportunidad de pensar en positivo, las ideas fluyen, brota la creatividad porque confiamos en nosotros mismos.

Todos sabemos que hoy día un elemento audiovisual es muchas veces más poderoso que la palabra, así que me voy a servir del cine para ejemplificar la importancia de una actitud positiva en la vida. Existen numerosas películas que centran su argumento en el pensamiento optimista, aunque querría centrarme en una en especial, que es conocida por todos y a la que se ha recurrido con frecuencia cuando se habla de estos temas. Se trata de En busca de la felicidad (2006), dirigida por Gabriele Muccino y protagonizada por Will Smith y su hijo Jaden Smith. Es todo un canto al valor de pensar en positivo. Por más dificultades que pasa el protagonista, nunca deja de ser optimista, lo que le permite confiar en él y continuar adelante. He aquí un fragmento para aquellos que quieran recordarla o que no la conozcan:

En breve comenzará de nuevo el colegio, las clases extraescolares, las prisas mañaneras, las reuniones y todo lo que conlleva la vuelta a la rutina y todo dependerá de cómo lo afrontemos. ¡Vayamos a por ello con un espíritu vivo y con una sonrisa!

¡Atrévete a intentarlo!