«Eres lo que cobras», así se titulaba una reciente entrada de blog de una traductora aplaudida en ese nido de víboras que son los foros de traducción. Confieso que no he leído la entrada porque conozco a la persona que lo ha escrito y más o menos me lo imagino. Y la traductora que lo escribe es de las de «because you’re worth it» o por lo menos esa impresión nos dio a un compañero de TeI (traducción e interpretación) y a mí cuando recién habíamos terminado la carrera y le enviamos una consulta sobre sus servicios.
Mito: la tarifa mínima no ha subido en 10 años
Esto argumentaba un traductor en una lista que decía que la tarifa mínima digna (que él cifraba en 0,06 para traducciones de inglés a español) no había subido desde el año 2002. Sin embargo, decía, en el periodo 2002 – 2012 el coste de la vida ha subido un 30% y, por tanto, la tarifa mínima de dignidad se ha despreciado un 30%. Sin embargo, haciendo memoria, en el año 2004 a la traductora de «eres lo que cobras» le propusimos un proyecto de traducción (a la que ella se negó de una forma algo altiva) porque argumentaba que su tarifa mínima eran 0,07 para traducciones (simples) de español a catalán. Visto ahora, no parece muy alta esta tarifa de traducción pero en aquel momento había abundantes traductores que ofrecían lo mismo por 0,04 – 0,05 (y ahora los habrá también). El caso es que discrepo con lo de la tarifa mínima digna inalterable porque, incluso viendo mis propias facturaciones en el periodo entre 2004 y 2008 casi se duplicó la media que cobraba y solamente ha sido a partir de 2008 cuando ha habido un estancamiento (y también ligera moderación) de las tarifas, a la par que el coste de la vida también se ha estancado y/o moderado también. De modo que no comparto la idea de las tarifas estancadas y creo que, como yo, deberían hacer estas personas un «Excel» de las facturas y analizar los datos de forma más fidedigna y no basarse en emociones o sentires sino en «hard data«.
Las malas pulgas da igual de donde vengan
Igual me he hecho famoso en tiempos recientes por criticar a clientes que respondían de mala manera a nuestros presupuestos. Igual de malo me parece el traductor o la traductora que responde de mala manera a las peticiones de presupuestos… Imagínate que ves un día una chupa preciosa en una tienda de barrio, que puede ser un barrio cualquiera, no demasiado fashion como las calles que hay detrás de la Plaza del Callao (donde las putas). Imaginas que estando en una callejuela sucia y una zona poco transitada no va a ser carísima la chaqueta. Imaginas mal porque igual la chaqueta vale 500 o 1.000 euros. Bien puede ser.
Lo que no procedería es que ante tu sorpresa el vendedor te insultara o te llamara idiota o cutre o cualquier otra cosa. No eres concursante del Precio Justo como para saber lo que valen las cosas… Todas las cosas, incluso las chupas de diseño que venden en la Calle del Barco.
La mala educación siempre es mala y si una traductora me responde de mala manera cuando soy pobre y no tengo para pagarla, aunque pasen 100 años y me haga rico, seguramente no la llame, ni aunque le pueda pagar la tarifa «because you’re worth it» que pida en cada momento. Y no estoy de acuerdo con eso de tarifas mínimas y máximas: el precio es siempre un concepto relativo en cada momento y en cada lugar y en lo que hay que centrarse es en el valor añadido y los servicios adicionales que podemos ofrecer que nos diferencien de la competencia (pero el valor añadido no es el tema de este artículo).
Por tanto, lo que yo recomiendo (y esta frase es un añadido posterior a la entrada) – como reflexión en alto – es dar siempre el presupuesto que uno estime según sus costes y sus prioridades y no comunicar al cliente (como nos dio la impresión la primera persona aludida) que se debe a que «yo por menos de X ni me pongo delante de la pantalla porque yo lo valgo» que es, en suma, una actitud que se puede interpretar como vanidad y no como algo fundado en una sólida razón económica. Y añado también aquí que nuestros presupuestos se calculan en función del coste por día y trabajador (que es fácil de estimar sumando el coste del sueldo del trabajador, el coste de la Seguridad Social de la empresa y los costes de alquiler de la oficina, entre otros costes) y que, en estos momentos, con lo que facturamos apenas tenemos un beneficio (porque los costes laborales y de seguridad social son altos en España) pero trabajamos con la esperanza de hacer clientes que en un futuro sí nos reporten un beneficio… Y no despreciamos a nadie, tanto si son grandes o pequeños o pagan mucho o poco.
Da igual lo que cobras
Lo que se cobra o no se cobra tampoco era el tema de este artículo. Pero al polemizar igual he captado vuestra atención, que era lo que me interesaba.
Esta semana hemos lanzado una oferta de traducción en un portal de artículos de descuento y, sorprendentemente, hemos tenido muy poca respuesta. Y es que no es el momento económico mejor y hay muy pocas ventas (en general) y, hasta cierto punto, los consumidores se han hecho inmunes a los descuentos y ninguno les hace detenerse ante un escaparate… Ya puede haber carteles de descuentos del 50%, 70% u 80% que nadie se inmuta.
Sin embargo, estoy contento con la campaña porque sí ha habido una entrada de otros clientes a los que les «sonábamos algo» y han accedido a la página web y han pedido presupuestos.
Mi intención es seguir promocionando y promocionando porque siempre habrá una persona «ahí fuera» que nos busca a nosotros y nosotros a ella. Y si no hacemos promociones, descuentos, marketing, anuncios, etc. el problema es que la gente que nos busca no nos encuentra.
Por supuesto que está todo muy parado porque la gente (en parte) no lee este blog y no ha hecho ni caso de lo que llevamos diciendo varios meses ya y es que no va a venir ningún milagro económico y hay que buscarse la vida fuera de España.
Hace unos meses decía que el único camino para las PYMES era la internacionalización y buscar clientes en el extranjero, que esta era su vía de crecimiento. Si fuera verdad que están buscando no estaría el mercado de la traducción en una situación tan parada como ahora.
¿Calma chicha?
Estos días me han recordado un poco a las navidades de 2008 cuando unos decían que iba a haber crisis, otros que no… Y había un parón significativo de compras y ventas porque todo el mundo estaba «a la expectativa» a ver qué pasaba. Entonces recuerdo que vi una oportunidad de irme al extranjero (a la India) y pensé que era mejor esperar a ver qué pasaba y no me fui a ningún sitio… Y me perdí una gran oportunidad pasando el horrible año 2009 en España.
Hora de espabilar
Las oportunidades nunca llaman dos veces pero si este año me surge la oportunidad de invertir en el extranjero o de mudarme fuera, no creo que la rechace. Pienso que no es un problema de cobrar 1, 2 o 10 sino de que cobres lo que cobres, nadie compra. No hay «personas que hunden el mercado» o culpables, porque lo cierto es que si no se vende, no se vende y no venden ni los baratos ni los caros porque es un problema de ausencia de demanda. Ése es el verdadero problema del clima económico en España y en Europa en general. Hay pocas ventas y hay que ampliar las vistas y horizontes y migrar a otros mercados, tanto si es en persona como si es virtualmente, ofreciendo servicios a distancia (cosa que los traductores podemos hacer y hacemos muy bien).
Espero que 2012 me ofresca esa oportunidad 😉
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