Leon Hunter

¿Es la edad un factor clave para un emprendedor?

El emprendimiento ha sido siempre un camino no exento de retos. Sin embargo, la llegada de las redes sociales ha añadido un potente obstáculo más que sortear: la edad.

Una mirada desde la experiencia

Trabajar como redactor implica que no siempre se escribe de un tema que se siente como propio, aunque la práctica ayude a que el lector no lo perciba. El artículo de hoy nace desde la vivencia personal de quien lo escribe, desde las experiencias que se van sucediendo en el camino del emprendimiento.

En numerosas ocasiones oí a colaboradores externos de la distintas empresas donde he trabajado hablar de la complejidad del emprendimiento, de los muros que hay que derribar, pero nunca escuché hablar de uno de los factores que más están golpeando a los que ya pintamos alguna cana: la edad. La entrada de nuevas profesiones puramente digitales en el mercado laboral parece haber abierto un espacio mayor a los más jóvenes, bien instruidos en estas cuestiones, quizá por el uso que le han dado desde siempre en sus vidas cotidianas, que a los profesionales que sobrepasamos los 35 años.

Edad y actividad profesional

Según el último informe que realiza el Observatorio del Emprendimiento, The Global Enterpreneurship Monitor, «dado que con los años se acumulan conocimientos y experiencias que pueden ser claves para la identificación y explotación de oportunidades de negocio, la edad media de las personas emprendedoras suele aumentar a medida que estas avanzan dentro del proceso emprendedor.» Si nos paramos a reflexionar en este enunciado nos daremos cuenta de que la experiencia y conocimientos son elementos clave para comenzar una actividad por cuenta propia. De hecho, la edad media de los emprendedores en fase inicial en 2017 estaba en 40 años, según este mismo informe.

No obstante, cabría añadir que el tipo de actividad que se lleve a cabo también va a influir en la edad del emprendedor. La traducción, por ejemplo, que es uno de los ámbitos en los que trabajo y que conozco, es una actividad antiquísima y que se lleva ejerciendo durante siglos. Por el contrario, la traducción audiovisual y la subtitulación para plataformas como Netflix o la posedición son trabajos relativamente recientes, como consecuencia de la irrupción de la tecnología en todos los ámbitos de la vida. Por ello, desde el punto de vista del que emprende, la edad depende en muchas ocasiones del tipo de profesión o de la labor que se desempeña.

Características de un buen emprendedor

Más allá de la edad —que, como contaré más adelante, a veces parece un elemento decisivo en la búsqueda de clientes—, existen distintas cualidades que todo emprendedor debe integrar para poder tener éxito o lograr los objetivos que se propuso cuando decidió emprender. Muchos llevan años construyendo su negocio en su cabeza, pero no todo el mundo tiene ese espíritu aventurero, esa valentía e intrepidez para ponerlo en marcha. A esto me refiero.

5 variables para un emprendimiento exitoso

Todas las formas laborales tienen sus pros y sus contra, pero diría que ser emprendedor conlleva irremediablemente disponer de algunas capacidades o cualidades innatas para afrontar este reto con la mayor fuerza posible.

La curiosidad. Esta primera es crucial. Es fundamental que un emprendedor tenga siempre los ojos abiertos, con la mirada puesta en la situación general del mundo, la geopolítica, como en lo que ocurre en su industria concretamente.

 

Desarrollo de ideas. Quien conozca a un emprendedor sabrá que su cerebro nunca descansa. Nos pasamos día y noche pensando en nuevas ideas de negocio, nuevas formas de trabajo, cómo acercarnos mejor a los clientes, cómo ampliar la cartera de servicios. Es inevitable. Por ello, es muy importante ser consciente de que, cuando se emprende, esta actividad incesante es parte de la autonomía profesional. Pero no solo es un hecho, sino que se trata de una actitud necesaria. Si no pensamos en nuevas ideas dejaremos de ser competitivos.

Formación permanente. Diría que para cualquier profesional en la actualidad es necesario estar formándose continuamente, más aún ahora que el conocimiento es más accesible que nunca con las nuevas plataformas de formación online. Parece una obviedad pero, según el artículo que publicó el diario El País recientemente «Cursos online: todo para el pueblo, pero sin el pueblo», parece que solo lo ponemos en práctica aquellos que tenemos estudios superiores.

Humildad. Esta diría que es una de esas capacidades que se acaban adquiriendo con los años, sí o sí. Para emprender resulta imprescindible aceptar nuestras debilidades y cuando se necesita ayuda, independientemente de que la persona en cuestión sea más mayor o más joven, puesto que tiene el conocimiento o especialización del que nosotros carecemos.

 

Resiliencia. ¿Cómo podría seguir adelante un emprendedor al que ha rechazado un cliente si no tuviera esa capacidad de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro? Esta variable la he ido aprendiendo con la experiencia. Yo también he tenido que digerir un «no» de un cliente o un «hasta aquí» y, por mucho que pensemos que podemos con todo, no siempre es fácil de aceptar. Pero los años y «los kilómetros» ayudan a aprender a llevarlo.

 

La edad en el mercado laboral

El motivo que me llevó escribir este texto fue, precisamente, toparme con la realidad cuando buscamos nuevos clientes. Soy consciente de que el mercado es muy competitivo y las empresas no siempre tienen mucho músculo financiero para contar con nuevos profesionales. Sin embargo, sí que creo que deberían reflexionar mejor sobre qué es lo que buscan y reconocer el valor del talento. Si lo que se necesitan son colaboradores con perfiles experimentados y con buenos conocimientos habrá que tomar en consideración que las retribuciones deberán ir alineadas con los proyectos. He sido testigo en más de una ocasión de llamadas en las que lo primero que me confirman es cuánto les interesa mi perfil. El momento de la verdad llega cuando me preguntan por mis tarifas —que ajusto al máximo tomando como referencia la situación del mercado, por supuesto—. Es ahí cuando el perfil deja de ser tan interesante y el momento en que me quedo con una sensación entre la decepción, el enfado y la frustración. ¿Es que acaso los mayores de 30 años tenemos que volver  a los salarios de cuando teníamos 20 para poder competir? Quiero creer que no.

Navego entre las aguas de la comunicación, el marketing digital y la traducción y corrección de textos, aunque esto me ocurre principalmente en los dos primeros ámbitos que he mencionado. Quizá porque están en pleno auge, porque hay mucha gente ofreciendo servicios, y a mayor oferta peores tarifas, o porque realmente no saben lo que buscan.

Soy de las personas que creen que la combinación de distintas generaciones es precisamente lo que puede enriquecer a una empresa o a un proyecto pero siempre y cuando se reconozca la trayectoria.

El mundo frenético en el que todos operamos no da muchas oportunidades, con lo que muchas veces es cuestión de «lo tomas o lo dejas». No en vano, igual que no hay edad para emprender, ¿por qué tendría que haberla para trabajar como colaborador independiente? Al fin y al cabo, lo que las empresas quieren son resultados, resolución y la satisfacción de su cliente y esto siempre se consigue reconociendo el trabajo de las personas. Ya lo dice el refrán inglés: if you pay peanuts you get monkeys [si pagas cacahuetes tendrás monos].

Lo bueno de escribir es que, de vez en cuando, puedes recuperar textos y releerlos. Esto es justo lo que voy a hacer después de terminar este artículo, retomar el que redacté hace algunos meses, El valor de pensar en positivo, para tomar algo de aire y seguir haciendo camino, porque la alternativa no creo que me lleve a ningún sitio.