Leon Hunter

Idiomas y traducción (II): Los hijos del Indoeuropeo

Foto del árbol de lenguas provinientes del indoeuropeo

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Esta segunda parte de nuestro trabajo va a centrarse en la presunta lengua madre de los idiomas que traducimos. En el anterior capítulo ya lo mencionamos brevemente. Se trata del Indoeuropeo, una lengua surgida de algún lugar entre las estepas centroeuropeas y el cauce del Indo que fue llevado por uno o varios pueblos nómadas desde su lugar de origen hasta la Península Ibérica (celtas) al oeste, y hasta el sur de India (arios) al Este.

Los traductores, filólogos y muchos lingüístas no tenemos muchas dificultades para encontrar similitudes entre una gran cantidad de idiomas. Y, en el caso de las lenguas europeas, no todas se explican por la influencia latina. Pero sí hallamos buena parte de esos ejemplos en las lenguas clásicas. Por ejemplo, en griego clásico «padre» de escribe «patera», y madre «meter».

En latín «padre» es «pater» y «madre» es «mater». El griego y el latín no están cercanamente emparentados, pero tienen palabras similares. Pero aún pueden encontrarse paralelismos en otros idiomas. En sánscrito «padre» es «pitar» y «madre» es «matar».

Muchos numerales son también similares en las distintas lenguas indoeuropeas, desde el latín hasta el misterioso tocario de Asia Central.

Hablamos, pues, de una tradición lingüística que habría llegado a Europa, y a India antes que a ningún otro sitio, a partir del III milenio anterior a Cristo, en diversas oleadas y de la mano de distintos pueblos. Examinemos ahora esta teoría en profundidad.

Los primeros teóricos del Indoeuropeo

La teoría indoeuropeista surgió al calor de los primeros debates acerca de cuál fue el primer idioma hablado por nuestra especie. En aquellos tiempos, como se ha indicado en el post anterior, muchos no concebían que esa lengua hubiera nacido en un lugar diferente al continente europeo.

Fue en el año 1814 cuando Ramus Rask teorizó acerca de su existencia por primera vez. A partir de entonces esa teoría se expandió como la espuma. Adquirió un gran predicamento entre los círculos filológicos y lingüísticos. Y a día de hoy se piensa que es probablemente cierta. Existen los indicios suficientes como para pensar que, sino una lengua, al menos un conjunto de ellas, estrechamente emparentadas entre sí, conformaron el tronco de la gran mayoría de idiomas que se hablan hoy en Eurasia.

Las lenguas indoeuropeas no nacieron en un mismo momento. Tampoco se expandieron todas a la vez. Existen al menos dos momentos distintos. El primer pueblo que las habló pudo haber surgido hacia el V milenio antes de Cristo, pero no existen registros lingüísticos que posibiliten avalar esa teoría.

Las diferentes etapas del Indoeuropeo

En cambio, una prueba de que el Indoeuropeo llegó en diferentes oleadas sí se puede cotejar. Basta con observar los idiomas que presuntamente surgieron de él. Los más antiguos, como el tocario o el sánscrito, no son lenguas flexivas. Es decir, que la función de las palabras se determina por su colocación y el acento. La fecha aproximada de nacimiento de estas lenguas es el 2000 a.C. pero es más que probable que sean anteriores.

A estos primeros idiomas se les conoce como protoindoeuropeos. Europa, y especialmente Grecia y Asia Menor, fue habitado por pueblos que hablaban esta corriente del Indoeuropeo. Por ejemplo los micénicos, hititas, luvios y casi todos aquellos que aparecen en textos épicos como La Iliada. Pero fueron sustituidos hacia el año 1500 a.C. por pueblos de otras tradiciones lingüísticas más avanzadas que el protoindoeuropeo.

La segunda oleada llegó en torno al año 1000 a.C. Fue el turno de los pueblos celtas, germánicos e itálicos, que ya poseían una variante flexiva del Indoeuropeo. Esta es la corriente migratoria que ocupó Europa y de la que surgieron los idiomas que todavía hoy hablamos. La mayoría de los idiomas que traducimos hoy en día son los nietos de aquella lengua primigenia que vino con las primeras invasiones «bárbaras» que se produjeron en la Antigüedad.

Las muchas ramas del tronco común

Los diferentes pueblos indoeuropeos que poblaron Europa, se mezclaron con los que ya habitaban los distintos áreas geográficos antes de su llegada. Ese condicionante, y la falta de contacto entre ellos, provocó que la evolución del idioma se diversificara y diera lugar a muchos idiomas distintos. Actualmente se cuentan hasta 10 ramas diferentes, o familias lingüísticas, surgidas del idioma original:

  1. Indo – irania: Rama hindú (védico, sánscrito, dardo) Rama irania (antiguo persa, persa, avéstico, sogdiano, kurdo, osetio…
  2. Balto – eslavo: Rama báltica (lituano, letón) Rama eslava (ruso, búlgaro, servo – croata, esloveno, checo, eslovaco, polaco…)
  3. Germánico: Rama nórdica (sueco, danés, noruego, islandés) Rama occidental (inglés, frisón, alemán, holandés) Rama oriental (gótico)
  4. Itálico: Rama latino – falisca (falisco; latín (español, portugués, francés, italiano, rumano, catalán, gallego, rético, sardo)) Rama osco – umbra (osco, umbro)
  5. Céltico: Rama insular (galés, irlandés, escocés, bretón) Rama continental (galo, celtíbero, lepóntico)
  6. Anatolio: (hitita, luvio, lidio, palaita)
  7. Tocario: (Tocario A, Tocario B)
  8. Armenio antiguo: (armenio oriental, armenio occidental)
  9. Albanés antiguo: (guago, tosco)
  10. Griego antiguo: (Koiné, griego bizantino, griego moderno)

 

Sólo un puñado de lenguas europeas sobrevivieron a la subyugación indoeuropea. Entre ellos se cuenta el euskera, el húngaro, el finés y el estonio. Idiomas de raíces muy antiguas que, en el caso del euskera, aún no ha sido posible describir de forma satisfactoria. Podéis encontrar más información sobre las lenguas indoeuropeas en este enlace

¿De qué nos sirve a los traductores conocer el origen de las lenguas?

Una pregunta que algún lector se estará haciendo es para qué sirve toda esta información. La respuesta es muy sencilla. Conocer la historia de los idiomas nos ayuda a entenderlos mejor en nuestro trabajo. Si conocemos los parentescos entre unas lenguas con otras podremos comprender mejor por qué algunas palabras nos resultan tan familiares en nuestro idioma.

Un traductor no sólo convierte una lengua extranjera en algo comprensible en el idioma del cliente. También es un estudiante más de cómo funcionan las lenguas y por qué lo hacen así. La Historia de las lenguas nos sirve para identificar rasgos comunes que pueden ayudarnos a descifrar los textos. Y, aún en el caso de que lo usemos sólo a nivel intelectual, o erudito por el ansía de conocer mejor, nunca está de más. Un traductor debe conocer la herramienta con la que trabaja. Igual que un taxista debe saber conducir, o un maquinista de obra hacer funcionar el aparato con el que trabaja.

Además de todo esto, muchos de los lectores que visiten nuestro blog encontrarán en esta serie respuestas a sus preguntas de por qué muchos idiomas europeos presentan similitudes pese a no estar aparentemente emparentados.

La realidad es que sí lo están, desde antes de su nacimiento. Y esa idea es la que hemos querido exponer en esta parte de nuestra serie sobre la historia de los idiomas. Esperamos que os haya resultado interesante como la anterior, y os esperamos para la tercera y última. En ella hablaremos de la historia de las lenguas romances y del idioma español.