La mayor parte del vocabulario del español procede del latín. En porcentaje menor, también hay palabras procedentes del griego clásico —sobre todo, a través del latín—, árabe, alemán, inglés, francés, italiano, portugués o catalán, entre muchos otros. Y entre esos muchos otros se encuentra el sánscrito —que significa, en dicho idioma, ‘perfecto’—, una lengua antigua cuyo origen está en la India, y que aún hoy se sigue considerando la lengua de la literatura clásica de dicho lugar. De hecho, también es la lengua del yoga, y por ello las posturas e invocaciones de dicha práctica conservan nombres en sánscrito.
No obstante, hay que diferenciar entre sánscrito, hindi y urdu. Estos dos últimos, aunque son lenguas emparentadas e inteligibles entre sí —solo se diferencian en la escritura—, no son iguales. El urdu se habla principalmente en Pakistán, Bangladés y algunas zonas de la India, mientras que el hindi se habla en la zona norte y centro de la India. En lo que respecta al sánscrito, conviene mencionar que comparten el sistema de escritura, esto es, el devanagari. Para que quede más claro, la relación entre el sánscrito y el hindi es similar a la que pueda existir entre el latín y el castellano o cualquier otra lengua romance.
En nuestro vocabulario cotidiano utilizamos un número considerable de palabras procedentes del sánscrito. Muchas de ellas están relacionadas con religiones o liturgias propias de la India. Algunos ejemplos serían las palabras yoga, que significa ‘unión’ en sánscrito, o karma —en sánscrito ‘acción’—, término del budismo e hinduismo con el que hacemos referencia a la fuerza espiritual que se genera a partir de nuestros actos y que influye en las reencarnaciones de los individuos. Es, dicho de otro modo, una ley de causalidad mediante la cual toda acción implica una reacción proporcional. Y no debemos confundirlos con los chakras —o, adaptado gráficamente, chacras—, que son los centros o canales de energía presentes en nuestro cuerpo, según el hinduismo.
Pero tenemos más palabras en nuestro vocabulario relacionadas con las religiones de la India. Por ejemplo, cuando una idea se repite constantemente, solemos decir que se trata de un mantra: «Un mantra que ya repiten sus jugadores en cada rueda de prensa […]» (RTVE.es, 11-9-2018). Esto se debe a que la palabra mantra, según el Diccionario de la lengua española, hace referencia a las ‘sílabas, palabras o frases sagradas, generalmente en sánscrito, que se recitan durante el culto para invocar a la divinidad o como apoyo de la meditación’. Y no nos podemos olvidar de otras dos palabras muy comunes en el hinduismo y el budismo: el tantra y el nirvana. El primero de ellos alude a una doctrina o práctica relacionada con el esoterismo, y cuyo fin es conocerse a uno mismo y alcanzar cierto grado de espiritualidad. Derivado de esta encontramos el adjetivo tántrico que, generalmente, usamos en el sintagma sexo tántrico. Con respecto al nirvana, el DLE lo define como el ‘estado resultante de la liberación de los deseos, de la consciencia individual de la reencarnación, que se alcanza mediante la meditación y la iluminación’.
Mención aparte merece la palabra esvástica, también procedente del sánscrito. En su origen, la esvástica es para el hinduismo y el budismo un símbolo u objeto de culto que, a través de sus cuatro brazos, representa la evolución del universo. Este símbolo, también conocido como cruz gamada (por la forma de sus brazos, similar a la letra gamma Γ), cobró una mayor importancia porque el NSDAP lo adoptó como el símbolo de la raza aria. De hecho, las banderas de la Alemania nazi incluían ese símbolo inscrito en un círculo blanco sobre fondo rojo.
Además del vocabulario relacionado con la religión, también encontramos palabras de uso cotidiano —o, al menos, de esas que hemos escuchado alguna vez—. El término ajedrez, que nos llegó a través del árabe aššaṭranǧ, tiene su origen en el sánscrito catur-anga ‘el de cuatro cuerpos’. Según Joan Corominas (1987, p. 33), esto aludiría a las cuatro armas del ejército índico —compuestas por la infantería, la caballería, los elefantes y los carros de combate— que estarían representadas en los peones, los caballos, los alfiles y las torres. Un caso similar lo vemos en la palabra añil ‘cierto arbusto’ o ‘pasta de color azul oscuro que se saca de esta planta’, de procedencia árabe pero cuyo origen está en el sánscrito.
Otro caso en el que el árabe ha hecho de puente entre el sánscrito y el español lo podemos ver en la palabra laca. Joan Corominas (ibíd., p. 350) atribuye su origen al árabe lakk, que a su vez procede del persa lāk, y este del sánscrito lākṣā, que en su origen significaba ‘cierta sustancia resinosa procedente de la India’ o ‘barniz que con ella se hace’. Con el mismo origen tenemos en castellano la palabra lacre, que es una ‘pasta sólida compuesta de goma laca y trementina con añadidura de bermellón o de otro color, que se emplea derretido en cerrar y sellar cartas y en otros usos análogos’.
Otra palabra muy común que usamos hoy en día es avatar, en referencia sobre todo a las imágenes de perfil de ciertas redes sociales. En realidad, esta palabra procede del sánscrito avatâra —que, en este idioma, significa ‘encarnación de un dios’—; no obstante, en el DLE aún no se hace referencia al avatar como una fotografía o imagen usada en páginas web. En cambio, los significados que recogen son ‘fase, cambio, vicisitud’, ‘reencarnación, transformación’ y ‘en la religión hindú, encarnación terrestre de alguna deidad, en especial Visnú’.
Como puede verse, la influencia del sánscrito —y, por ende, de las religiones de la India— es mayor de la que podemos pensar; de hecho, hasta tenemos una expresión que alude al lujo y a la opulencia: (vivir) como un marajá. El marajá es el príncipe de la India; el rajá, por su parte, es el rey. Y, de hecho, la expresión también puede encontrarse como vivir como un rajá. A sí que si queremos expresar de forma diferente aquello de que alguien vive a cuerpo de rey, siempre podemos optar por una de esas dos expresiones.
Referencias bibliográficas:
Corominas, J. (1990). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23.ª ed). Recuperado de http://dle.rae.es/