El día a día de un autónomo se caracteriza por la soledad, a no ser que trabajes en un espacio compartido. Las redes sociales nos ayudan a estar conectados con el mundo, pero si trabajas en casa, al final estás solo. Si bien no suele suponer un problema para quienes hemos elegido este modelo profesional, es cierto que hay épocas en las que el camino se torna cuesta arriba. Y, por supuesto, esta falta de ánimo redunda en una bajada de la productividad: «No me siento con ganas de hacer nada…» y, en efecto, no hacemos nada o hacemos menos. Pero ¿qué puede hacer que perdamos la motivación por un trabajo que tiene un alto componente vocacional?
- Recibir un «NO» por respuesta después de realizar una prueba, bien sea de traducción o de corrección.
- Una temporada de baja actividad. Si algo puede minar la energía de un traductor es tener muy pocos encargos o ninguno. En general, los traductores solemos ser muy realistas, pues somos conscientes de la feroz competencia que existe en nuestro sector. No obstante, esta falta de ocupación, en ocasiones, deriva en una bajada de la autoestima: «No me llaman porque no soy suficientemente bueno» o «mi último trabajo no les ha gustado» y así podemos entrar en un círculo vicioso difícil de romper.
- La falta de reconocimiento social de nuestro trabajo. Cuántas veces hemos oído: «Eso lo puede hacer cualquiera con un traductor online». Este punto diría que es el caballo de batalla de todos los que guardamos relación con la traducción profesional. A menudo nos preguntamos cómo es posible que no se dé valor socialmente a un servicio que permite la comunicación global en todos los ámbitos. Porque gracias a los traductores podemos leer las instrucciones de las máquinas con las que trabajamos, entender una guía turística, una carta en un restaurante, un contrato o un documento legal e incluso vender un inmueble. Ser testigo de cómo, muchas veces, se denosta nuestro trabajo es desalentador y puede golpear nuestra moral.
- Un impago. Si hay algo que daña fuertemente la autoestima de un traductor, y me atrevería a decir de cualquier autónomo, es que un cliente no pague o tarde en pagar mucho más de lo esperado. La falta de consideración y de reconocimiento por el trabajo de una persona afecta a cualquiera, más aún a un trabajador freelance que depende de sus ingresos para continuar con su actividad.
- El regateo. ¿A quién se le ocurriría regatear a la hora de pagar en la frutería o cuando vamos a recoger el coche al taller? ¿Por qué damos valor a algunos productos o servicios y a otros no, sabiendo que los necesitamos? Esto solo causa gran tristeza y desánimo. Si pagamos los mismos impuestos y tenemos las mismas obligaciones fiscales, ¿cómo es posible que no se nos trate como a cualquier otro profesional independiente?
- Un problema de salud, no grave, pero que nos impida desempeñar nuestro quehacer diario. Verse imposibilitado para escribir o leer puede resultar muy duro para un profesional que pasa casi el cien por cien de su tiempo frente al ordenador.
Como mencioné en mi anterior artículo, «Sácales el jugo a los eventos de traducción. ¡Comunícate!», si por algo nos caracterizamos los traductores es porque somos como un hombre orquesta. Cuando algo no va bien contamos con nosotros mismos para enderezar la situación. Si has trabajado por cuenta ajena sabrás que la dirección de comunicación interna de una empresa se ocupa, entre otras cosas, del bienestar de los empleados que allí trabajan. La misión principal de sus miembros es escuchar, escuchar y escuchar. Y es que cuando se comparte lo que a uno le ocurre la sensación de angustia se reduce automáticamente y se recupera el ánimo. Sin embargo, los trabajadores autónomos no podemos llamar a ninguna puerta corporativa para que nos ayuden en nuestros momentos más bajos. Sí que podemos hablar con colegas de profesión, con la familia, pero, al fin y al cabo, todo depende de nosotros.
Gracias a mi experiencia como trabajadora independiente conozco de primera mano lo que es tener ganas de tirar la toalla. De hecho, durante algún tiempo lo hice mentalmente. El motivo por el que quiero compartir las siguientes reflexiones es por si pudieran servir de ayuda a aquellos que están intentando salir de una situación de bloqueo emocional y, por ende, profesional. Entonces, ¿qué podemos hacer?
- Tener voluntad propia. Uno de los ingredientes principales, por no decir el más importante, para superar cualquier momento de flaqueza es poner de tu parte. Una actitud positiva genera situaciones positivas. Soy consciente de que este planteamiento es más sencillo de escribir que de poner en práctica cuando te sientes atrapado por un halo de negatividad. Pero ya lo decía Buda: «La máxima victoria es la que se gana sobre uno mismo».
Dado que soy aficionada a las ponencias TEDx, hay un vídeo de Margarita Pasos del TEDxManagua de 2016 (una mujer que ha tenido una trayectoria vital dura), que lleva por título «Cambiar tu mente, cambia tu vida», y que bien merece un visionado. Verbaliza mucho de lo que se nos pasa por la cabeza en esos momentos de falta de estímulo o fuerza para continuar.
- Recuérdate a ti mismo la razón por la que haces lo que haces. Si algo nos caracteriza a los traductores es la vocación y el amor por las lenguas. Esa debe ser nuestra hoja de ruta: traer a la memoria por qué nos hicimos traductores o qué nos llevó a estar donde estamos. Un recuerdo agradable y positivo será una estupenda «medicina».
- La vida mejor en clave de oportunidad. Puede que sea momento de hacer algún cambio. Con frecuencia solemos encerrarnos en una idea y nos cuesta salir de ahí. Que no te lleguen encargos o haya clientes que no te pagan podría ser una buena ocasión para pensar si es que hay algo que debamos cambiar en nuestra estrategia. ¿Está bien construido mi perfil? ¿Me estoy dirigiendo a los clientes adecuados? ¿Estoy ofreciendo los servicios apropiados a las personas que lo necesitan? Trata de mantener un diálogo interno.
- Marcarse objetivos siempre contribuye a no perder el rumbo. No es necesario que pienses a largo plazo; ponerse objetivos realistas y a corto plazo puede suponer un aliciente para levantar la cabeza y seguir caminando. Si estás tan bloqueado que no te sientes capaz de pensar en tus objetivos, pregunta a tu entorno más cercano, ¡Déjate ayudar!
- Sal de la cueva y relaciónate. El aislamiento del trabajo en casa no ayuda en las horas más bajas. Salir, relacionarse con gente positiva, que te infunda ánimo no es una cuestión baladí. En mis momentos de mayor desánimo conseguí levantar el vuelo gracias a que varios colegas de profesión, que había conocido previamente en eventos de traducción, me insistieron en que es algo por lo que todos pasamos alguna vez. A esto me refiero, a lo importante que es moverse, ampliar la red de contactos y compartir. Con la maternidad pasa algo parecido. Si estás pasando por un posparto duro lo mejor que puedes hacer es compartir tu experiencia y sentimientos con otras madres que hayan pasado por lo mismo. No es que sea «mal de muchos, consuelo de tontos», sino que el ser humano se siente aliviado cuando se ve reflejado en las experiencias de otros. Merche García Lledó, creadora del blog Traducir&Co, habla en su artículo «Una ventana a la traducueva» sobre la importancia de «saber priorizar y reparar en lo vulnerables que somos, tanto física como mentalmente, cuando nos dejamos absorber por el trabajo».
- Toda salida supone una entrada a otro lugar. Si tras mucho esfuerzo, voluntad, trabajo y reflexión no consigues salir de ese estado de desmotivación y negatividad, tal vez sea bueno hacer una pausa en la actividad que desarrollas durante un breve plazo de tiempo. Einstein ya lo dijo con gran acierto: «Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo». Y es que el traductor autónomo podría decirse que mantiene una relación sentimental con su trabajo y esto implica que, de vez en cuando, puede venir bien alejarse para echarse de menos.
La profesión del traductor, como todo en la vida, requiere paciencia y determinación. Hace años, tuve la grandísima suerte de conocer a Esther Trujillo, fundadora de PlanBEt, experta en las relaciones humanas y en el ecosistema corporativo, quien me ayudó a conocerme mejor, a tomar conciencia de una situación laboral compleja y ¡a salir de ella! Me aconsejó que leyera «El sentido de la vida», de Viktor Frankl, una obra atemporal y digna de releer en distintas etapas de la vida. Fruto de su experiencia en los campos de concentración alemanes, Viktor Frankl fundó la logoterapia, una doctrina que expone que, incluso en las condiciones más extremas de sufrimiento, el hombre debe encontrar una razón para vivir. Esto es lo que Esther me recordó una y otra vez. Siempre le estaré agradecida.
El pasado 21 de marzo se celebró el Día Mundial de la Poesía y, gracias a las redes sociales, descubrí una poesía preciosa de John Greenleaf Whittier titulada «Don’t Quit». Llegó en un momento muy oportuno pues justo estaba escribiendo este artículo. Como el propio Greenleaf Whittier escribió: «It’s when things seem worst that you must not quit».
Si lo que haces tiene un sentido, será cuestión de tener calma y, sobre todo, de perseverar. Sin ese porqué es muy difícil levantarse cada mañana, encender el ordenador y hacer magia con las palabras.