Pagan el 21% de IVA (o mejor dicho: lo pagan los clientes). El IVA lo pagan todos los clientes nacionales y los clientes extranjeros (empresas) no pagan IVA. Los canarios, ceutíes y melillenses tampoco. Es decir, si emito una factura para una empresa extranjera, un autónomo extranjero, una fundación extranjera la factura no lleva IVA. Además lo tiene que decir en la factura – IVA exento.
Para los particulares es más difícil. En teoría pagarían todos el IVA (aunque vivan fuera) a menos que tengan (si son intracomunitarios) un número de IVA y estén registrados en el registro de operadores intracomunitarios (ver la nota final sobre este problema).
¿Hay traducciones para las que no se paga IVA?
Sí, pero el número de traducciones en este supuesto es muy reducido. Solo las traducciones literarias, de artículos académicos… Cuando se vayan a publicar y exista una «aportación original» o de tipo artístico del traductor. A pesar de ello, yo he facturado siempre el IVA porque me suponía dar muchas vueltas y explicaciones. No sé hasta qué punto merece la pena no facturar el IVA a menos que sea un proyecto editorial (una traducción de un libro) o que el traductor se dedique exclusivamente o semi-exclusivamente a este tipo de traducciones «sin IVA» y ya se sepa todos los entresijos de la declaración.
Desventajas de convertirse en «recaudadores del IVA»
El año pasado en un curso de intérpretes me di cuenta de que era de los pocos traductores en el curso que recaudaban IVA… Había intérpretes de varios países y, en otros países, los autónomos y pequeños empresarios no pagan IVA hasta un límite.
Es, desde luego, una desventaja convertirse en recaudador del IVA porque es un dinero que no es para ti pero que tienes que ingresar en Hacienda cada tres meses. ¿Y por qué es una desventaja?
– Encarece los precios (+ 21%)
– Tienes que pagarlo aunque a ti no te hayan pagado (la media de pago está en los 40 – 60 días… en algún caso incluso más y, aunque no hayas cobrado las facturas, el IVA de esas facturas lo tienes que ingresar).
– El papeleo con Hacienda (que es considerable y hace necesario contratar los servicios de un asesor fiscal).
– Intereses si se aplazan los pagos.
Por último, pienso que el hecho de obligar a todos los autónomos a pagar IVA es contraproducente, y la situación de España lo demuestra. Por una parte, porque poca gente se anima a hacerse autónoma o montar una empresa: hay mucho papeleo, muchos impuestos y pocas ventajas, al menos como persona que inicia la actividad. Por otra parte, a los que ya están dados de alta y pagando IVA el hecho de que exista este impuesto supone un freno a su actividad. Supongamos que mañana me ofrecen una traducción de 20.000 euros. Puede que ni la aceptara porque tendría miedo de un impago y, en el caso de impago, no solo no cobro mi trabajo sino que – encima – me convierto en deudor frente a Hacienda de la cantidad «facturada» por la traducción (y es difícil convencerles de que no has cobrado y de que te reintegren el dinero por facturas pasadas a pérdidas).
¿Cómo se puede reducir la cantidad de IVA a pagar?
Si un traductor ha facturado 1.000 euros en un mes, tendrá que ingresar en Hacienda el 21% (210 euros).
Para pagar menos, puede hacer dos cosas:
1. – Realizar gastos relacionados con su actividad
Los gastos relacionados – compras de diccionarios, cartuchos de impresora, teléfono y adsl, móvil… Y cualquier otro gasto justificable relacionado con la actividad (es complicado y conviene asesorarse con un profesional gestor experto) se pueden «descontar» de la factura del IVA. ¿Cómo? Si me gasto 500 euros habré pagado 105 euros de IVA. Entonces me tocará pagar:
210 IVA cobrado a clientes – 105 IVA pagado por gastos = 105 (IVA a ingresar en Hacienda)
Problemas para justificar gastos:
- Tiendas que no dan facturas con IVA o que tratan de hacer todo lo posible para no darlas y solo te dan un ticket de caja que no te vale para el IVA, por ejemplo porque no tiene el NIF de la empresa (frecuente), porque pone «pendiente de pago» (truco frecuente de algunos restaurantes), porque no ponen los datos del cliente (NIF, etc.);
- Gastos que son necesarios para la actividad pero no cuentan para el IVA. Hay gastos que aunque a nosotros nos parece que están relacionados con la actividad, luego vamos al gestor y nos dice que no, que esto no te vale por A y por B;
- Empresas multinacionales que se domicilian en Irlanda y Luxemburgo y dicen que la responsabilidad de ingresar el IVA en su país es del autónomo o empresa, con el consiguiente papeleo;
- Empresas tecnológicas y start-ups que no dan facturas de ningún tipo.
2.- Trabajar más para clientes extranjeros (y clientes en las Islas Canarias)
Es una solución para no acabar «en la ruina» al final de cada trimestre. Al facturar para clientes extranjeros, no cobramos IVA a estos clientes y por tanto es «un respiro» no tener que adelantar el IVA de estas facturas. Por eso muchos traductores tratan de buscar clientes fuera de España que – además – en muchos casos pagan mejores tarifas que los clientes nacionales. Por último, las facturas para Canarias no llevan IVA porque en Canarias pagan otro impuesto y no pagan IVA sobre las compras realizadas en la Península.
3.- Irse de España
Algunos traductores han preferido instalarse en el extranjero antes que darse de alta en España. En otros países resulta más beneficioso empezar una actividad que en España y en Francia, Alemania y Reino Unido hay unos mínimos de facturación antes de empezar a tener que pagar el IVA. En Alemania existen los Kleinunternehmer, en Francia los Auto-entrepreneur y Micro-enterprise y en Reino Unido no se empieza a pagar IVA una determinada cantidad de libras de facturación anual.
Por otra parte el nivel de burocracia y papeleo («red tape«) de otros países es inferior al de España que, en lo que impuestos se refiere, es uno de los peores en Europa (y prueba de ello es que en España hay una gestoría fiscal en cada esquina).
Hay una cosa que está clara: en otros países donde no se paga IVA hasta un límite de facturación más gente se anima a montar empresas. El argumento en contra es que «habría más fraude» pero parece que no, que no solo no hay más fraude sino que además mejora la recaudación. Aquí en España mucha gente que empieza en alguna actividad lo hace de forma ilegal (o alegal cuanto menos) porque no se atreve a darse de alta en un primer momento y ve complicada la legislación.
No por crear un sistema complicado y miles de códigos y leyes la gente paga más o cumple más: al revés, lo más seguro es que se pierdan en la maraña tributaria y acaben incumpliendo incluso sin saberlo.
Más cosas sobre la traducción y el IVA:
Razones a favor y en contra del IVA
Las razones a favor ya las conocemos: pagar el déficit de España, pagar a los funcionarios, pagar las pensiones… Y en contra – además de lo que he dicho anteriormente, las principales quejas son:
Para los que empiezan en la profesión: el complicado sistema de tributación española es una barrera de entrada a la profesión. Dicho en cristiano: la gente no se decide a darse de alta porque no entiende cómo funcionan los impuestos y se les hace un mundo.
Para los que ya estamos en esto irremediablemente: nos supone la ruina o casi ruina la liquidación del IVA si no nos pagan o nos pagan tarde; aceptamos menos encargos por desconfianza o por la factura que nos puede salir; somos menos productivos por el tiempo invertido en administración y facturación; compramos menos online, etc. por temor a que la factura «no valga» o a que haya algún problema para incluirla en nuestra declaración.
Artículo relacionado: FAQ DE FISCALIDAD PARA TRADUCTORES.
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