Sin embargo estoy en desacuerdo ya que creo que más bien es al revés: muchas personas no son lo bastante «vehementes» por email y frecuentemente hasta hablar con ellas por teléfono no se aprecia lo que piensan realmente. Para los traductores es un asunto importante, ya que frecuentemente nos encontramos con personas que nos mandan emails diciendo «no corre prisa«, «mándelo cuando pueda«, «no pasa nada, tranquilo» y luego resulta que les corría una prisa horrenda y al hablar con ellos por teléfono te ponen de puta para arriba.
Alergia al teléfono
Tengo que confesar que me distrae muchísimo el teléfono (ya sea fijo o móvil) y, en determinados momentos, estando muy concentrado con algún plazo de traducción me he llevado sustos de dar un bote y tocar el techo. Son momentos en los que uno se arrepiente de haber descargado ese tono de Lady Gaga o Cristina Aguilera.
Por otra parte, la traducción no es una profesión muy compatible con constantes ruidos. Puede que muchos traductores puedan trabajar con una música de fondo como se decía recientemente en el blog Algo Más Que Traducir, pero que haya traductores que puedan trabajar cómodamente con interrupciones constantes de llamadas telefónicas lo dudo. Personalmente encuentro que si entra una llamada, pierdo el hilo de lo que estaba haciendo y, si estoy revisando, puede que avance al siguiente párrafo (porque al colgar se me olvide donde estaba) y que luego justo el error que andaba al acecho aparezca en ese párrafo de distracción por atender una llamada.
Diferencia generacional
También hay un elemento generacional en esto del teléfono: aunque sea impopular decirlo. Igual que lo hay en las redes sociales y en otras muchas cosas. La generación de mi madre es la generación del teléfono, la mía es la del email y las listas de correo y la siguiente es la de Twitter, Tuenti y Facebook.
Por supuesto que todos utilizamos un poco de todo, pero nuestros rasgos generacionales se notan en la preferencia por un medio u otro.
¿Está desapareciendo el teléfono?
En un reciente artículo del New York Times (que vi en Twitter precisamente en una de las raras ocasiones en las que estaba conectado) se decía que el teléfono era una cosa del pasado… Que el teléfono era una interrupción o una intrusión en la vida de las personas de tal manera que comenzaba a estar mal visto en Estados Unidos. Decían que hoy en día antes de llamar había que pedir cita porque ya no estaba bien visto llamar de improviso. Incluso peor sería aquello de llamar por llamar o las llamadas de horas típicas de películas de High School y animadoras de la época de Phoebe Cates y Michael J. Fox. El teléfono es muy ochentero y ya no se lleva. Pero esa gente ochentera tiene ahora 50 y no se ve que hayan cambiado mucho los hábitos en muchos casos.
Skype: el mismo fondo con otra forma
Hay casos de personas que por instalar Skype se sienten muy modernas y adaptadas a las nuevas tecnologías… Pues no. Porque, pensándolo detenidamente, han cambiado de forma pero el método de trabajo y el apego al teléfono es el mismo. Conozco a mucha gente cuarentona larga y cincuentona que utiliza Skype (y necesitan hablar una hora e ignoran los emails). Es un caso de una tecnología que aprovecha una necesidad ya existente (resolver los problemas por teléfono y no por email) y de ahí su éxito.
El teléfono y la cultura empresarial española
La cultura empresarial española está muy vinculada al teléfono y en muchas empresas han oído hablar del email pero aún no ha llegado… Normalmente no son empresas del sector de la traducción sino de otros campos. A lo mejor tienen ya email hace tiempo pero lo utilizan con recelo. Incluso me encuentro con muchas empresas de sectores tecnológicos como el diseño web, el mantenimiento de ordenadores o el SEO que ignoran las peticiones enviadas por email y no es hasta que se les llama por teléfono y se les dan «cuatro voces» cuando el proyecto o petición de presupuesto se pone en marcha.
También son frecuentes los casos en los que ciertas personas quieren confirmación por teléfono o incluso por fax de lo que ya está habladísimo y registradísimo por email. Si acaso debería ser al revés: confirmar por email lo que se ha hablado por teléfono (palabras que se las lleva el viento) pero no, se habla por teléfono y no se confirma por email porque a este tipo de personas les tranquiliza hablar por teléfono. Y si se les olvida, llaman otra vez (u otras tres o cuatro veces) para confirmar lo ya hablado.
Agencias que llaman y llaman
Son también frecuentes los casos de agencias «coñazo» que llaman y llaman. Llaman para preguntar si estás disponible para X traducción, llaman para ver si has recibido el email con el archivo, llaman de nuevo para confirmarte el presupuesto, llaman para preguntar a qué hora lo vas a entregar, llaman para decirte que ya han recibido tu email con el archivo de la traducción, llaman para decirte que cuándo les vas a mandar la factura, llaman otra vez para confirmarte que han recibido tu factura y, las muy muy pesadas, incluso te llaman para confirmarte que ya te han pagado la factura.
Si sumamos las horas de todas estas conversaciones tal vez encontraríamos resultados interesantes para analizar en cuanto a la rentabilidad de estas empresas.
Llamadas de telemárketing
Un problema especialmente agudo para cualquier empresa española son las constantes llamadas de televenta o telemárketing – algunas de ellas estafas. El caso es que por mucha regulación que haya no desaparecen las llamadas de telemárketing – un género muy molesto de spam telefónico – y, si acaso, se han vuelto más insistentes con la crisis. Frecuentemente se niegan a colgar (y hay que colgarles) y siempre tienen la contrapregunta preparada tipo: «¿pero a usted no le interesa la seguridad de su empresa?»
Especialmente sangrante es el caso de Orange, Teléfónica-Movistar y Vodafone y sus respectivas divisiones de empresas que se reparten el mercado telefónico en un particular triopolio. Estas operadoras llaman, llaman y llaman tanto a clientes como no clientes (y aunque se marque la casilla de «no quiero llamadas comerciales» da igual, pasan y siguen llamando). Están por encima de los clientes, de las leyes y de todos y su estrategia (la única que tienen) es que para crecer tienen que arañar clientes de las otras dos. Por eso han montado toda una red de call centers y empresas subcontratadas en Latinoamérica y otros países y llaman todos los días a toda España. Y España está harta.
En el caso de una empresa: perdemos dinero. Perdemos dinero por el tiempo que les dedicamos y por el personal que dedicamos a atender las llamadas y perdemos dinero porque bloquean la línea y no entran llamadas importantes de nuestros clientes o potenciales clientes. Perdemos dinero porque nos distraen y nos equivocamos. Y perdemos dinero en mandarles cartas para que no nos llamen (cartas que ignoran).
No hace falta que venga ni que nos llame
Esto se decía, más o menos textualmente, en una web de un traductor que revisé hace poco. No con esas palabras pero más o menos lo que se decía es que «gracias al avance de las nuevas tecnologías nos puede enviar las traducciones juradas escaneadas, le respondemos en poco tiempo y le mandamos el presupuesto por email, vd. nos confirma también por email y le mandamos la traducción jurada por mensajero.»
Lo mismo llevo diciendo yo años ha en mi página web y ni caso…
Espero que tenga éxito la iniciativa pero, en mi caso, agobiado por las llamadas e interrupciones constantes tuve que hacer un outsourcing de las llamadas a una empresa especializada en atención telefónica para conseguir lo mismo: que no vengan ni que nos llamen y que lo manden por email.
Y es lo que hacen en el 90% de los casos tras hablar con la secretaria cuya voz es un bálsamo y les tranquiliza y asegura que no pasa nada por utilizar el email.
Casos «hardcore» reticentes
También hay casos de reticencia extrema al email y es un problema. Crear una estructura de atención telefónica y en persona para estas personas es un coste considerable para una empresa. Y es un consumo de tiempo: las esperas a los clientes de «ya me paso por su oficina y le llevo los documentos en persona» se pueden hacer interminables.
El caso es que no conozco la solución porque hay un segmento de clientes que no se han adaptado al email y no parece que se vayan a adaptar en un futuro: más bien nos tendremos que adaptar nosotros a ellos. También ocurre que son un sector de clientes de poco valor económico (y cada vez menos ya que van siendo más mayores) y que muchas empresas de traducción se van a plantear colgar el cartel de «no venga ni nos llame» a medida que crecen el teletrabajo, el outsourcing, la deslocalización y otros fenómenos.
Mails: sí, gracias
En nuestro caso tenemos cada servicio en una punta y funcionamos muy bien por email. Nos coordinamos así y tal vez por eso nos cuesta comprender que los demás no se coordinen igual de bien de la misma manera.
Y en cuanto a los servicios externos no conozco ni en persona ni por teléfono a la gestoría que está en Andalucía, ni conozco en persona ni por teléfono a los diseñadores web de Valencia, ni a los publicistas de Cataluña, ni a tantos otros que me prestan servicios de manera electrónica (y lo hacen igual de bien que las personas con las que se habla de tú o tú o por teléfono).
Vivir sin teléfono
Hace tiempo que desconecté el teléfono de mi casa: no tengo teléfono ni falta que hace. Ya no me llamaba ningún amigo por ese medio y he decidido prescindir del gasto. No me arrepiento pero puede que aún haya resistencia a esta decisión y un sector de gente que le va a costar adaptarse a comunicarse conmigo por móvil, por Facebook o por email. Puede que aún tenga que volver al teléfono fijo y a las llamadas de pie con el fijo en la mano pero de momento estoy disfrutando del descanso, de la tranquilidad y del silencio.
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