Limpia, fija y da esplendor. Este es el lema que adoptó la Real Academia Española desde su fundación, en el año 1713. La otra opción era Aprueba y reprueba, tal y como asegura el actual director de la institución, Darío Villanueva. La elección de uno u otro no fue aleatoria; el lema elegido refleja la función que debe tener una academia, que no es otra que la de ser notario de aquello que hablan los hablantes. El otro lema, el de aprobar y reprobar, habría supuesto un cambio de enfoque: se hablaría lo que la academia aprobara, y se censuraría aquello que diera por malo. Hoy en día sabemos cuál es la función de una academia de la lengua, gracias en buena parte a las polémicas surgidas en torno al uso de iros e idos, los femeninos del participios de presente —presidenta, pero no *agenta— o la inclusión en el Diccionario de la lengua española de términos como wifi, grafiti, blue jean o sociata. Es decir, la función de las veintitrés academias que conforman la ASALE es la de registrar cómo se habla la lengua española en las diferentes zonas del mundo.
No obstante, también hay voces críticas que censuran el hecho de que haya una institución encargada de recomendar usos, registrar palabras o prescribir normas ortográficas. El ejemplo más evidente lo vemos en la lengua inglesa: no hay una institución oficial que regule el idioma, pero sí hay obras descriptivas como el Oxford English Dictionary (OED) o el The Merriam-Webster Dictionary, este último para el inglés americano. No hay academias ni académicos, sino diferentes instituciones —editoriales, universidades— que publican obras de carácter descriptivo. Un caso semejante, aunque con academia, es el del alemán; diversas instituciones, como la Academia Alemana para la Lengua y Poesía (Deutsche Akademie für Sprache und Dichtung) o el Consejo para la ortografía del alemán (Rat für deutsche Rechtschreibung), se encargan de regular el estándar lingüístico de la lengua alemana. El diccionario de referencia de dicha lengua es el Duden, publicado por primera vez por Konrad Duden en el año 1880.
Otras lenguas con academia
Sin embargo, encontramos ejemplos similares al del español en la lengua francesa, italiana, catalana o portuguesa, por mencionar algunos. La Académie française fue fundada en el año 1635 por el cardenal Richelieu, y la Accademia della Crusca, del año 1583, publicó en 1612 una obra lexicográfica de referencia: el Vocabolario degli Accademici della Crusca. Continuando con los ejemplos, en catalán existe el Institut d’Estudis Catalans que se encarga, según el artículo 3 de los Estatutos del IEC, de establecer una normativa lingüística, de la investigación y el estudio científico de la lengua y del seguimiento del proceso de normalización en el conjunto de las tierras de lengua y cultura catalanas. En portugués hay dos instituciones que regulan la lengua: la Classe de letras de la Academia das Ciêncas de Lisboa y la Academia Brasileira de Letras. No existe integridad entre ambas como sí ocurre con las academias de la lengua española, cuya última incorporación ha sido la de la Academia Ecuatoguineana de la Lengua Española.
Llegados a este punto, conviene insistir en la dificultad de constituir una asociación formada por academias y lograr consenso a la hora de publicar obras como el Diccionario de la lengua española (DLE), la Ortografía de la lengua española (OLE), la Nueva gramática de la lengua española o el Diccionario panhispánico de dudas (DPD). No ocurre esto, por ejemplo, con la lengua francesa —a excepción de Quebec, donde sí hay una institución encargada de velar por la lengua francesa en dicha región—, pues no existe una academia senegalesa, malí o marfileña que conforme una asociación junto con la Académie française. Sí existen, por supuesto, academias encargadas de trabajar e investigar sobre las lenguas africanas, como la Academia Africana de las lenguas (ACALAN). Cabe decir, no obstante, que la Organización Internacional de la Francofonía (OIF) es la que se encarga de promover el estudio de la lengua francesa en las zonas francófonas. Por consiguiente, se puede afirmar que todo depende de las competencias que asuman las instituciones. En el caso del español, las academias forman una asociación para el estudio de la lengua; en el caso del francés, la Académie tiene una función —que puede atañer a toda la comunidad francófona— pero no ejerce una política lingüística global, e integradora como sí ocurre con la política lingüística panhispánica o con la misión de la OIF.
Ahora bien, lo que resulta evidente es que el papel que lleva a cabo una academia puede ser sustituido por otras instituciones u organismos que dediquen sus esfuerzos en publicar obras, crear herramientas lexicográficas o aplicar una política lingüística concreta. El ejemplo del inglés es perfecto para entender que puede no haber una academia detrás para que exista un estándar, o para que haya obras de referencia. Este hecho es muy importante para la vitalidad de las lenguas, pues según el lingüista David Crystal (2001, pp. 160-170), las lenguas progresarán si sus hablantes pueden utilizar la tecnología electrónica; además, igual de importante será la elaboración de corpus para revitalizar aquellas lenguas en peligro de extinción. Esto nos conduce a pensar que, en efecto, son necesarias las instituciones que promuevan el análisis y estudio de las lenguas. Aunque, por supuesto, estas instituciones y academias también pueden tener una importancia política —como se explica en El nacionalismo lingüístico, de Juan Carlos Moreno Cabrera (2014)— y, por tanto, tener cierto peso en la sociedad. De cualquier modo, lo que deberíamos valorar como hablantes es poder acceder de forma rápida y gratuita a herramientas como diccionarios, corpus, gramáticas u ortografías en versión digital. Los hispanohablantes tenemos la suerte de contar con todo eso en las páginas web de ASALE y RAE. El papel es (otra) historia.
Referencias bibliográficas:
Moreno Cabrera, J.C. (2008). El nacionalismo lingüístico: una ideología destructiva. Madrid: Península
Crystal, D. (2001). La muerte de las lenguas (Pedro Tena, trad.). Madrid: Cambridge University Press.