You don’t expect to be set up in a coach and six [horses], and to be fed on turtle soup and venison, with a gold spoon, as a good many of ‘em do! — Charles Dickens, Hard Times, Book 1, Chapter 11
¿Tiempos difíciles?
Empiezo esta entrada con una cita de Charles Dickens (por aquello del 200 aniversario) y también porque me ha parecido muy apropiada. Recientemente hubo una discusión muy interesante en una lista de traductores en la que una chica preguntaba cómo empezar a trabajar como traductora. Puede que pecara (en mi opinión) de algo exigente para la poca cualificación y experiencia que tenía.
Fue entonces cuando dos jurados de bastante prestigio y renombre nos sorprendieron con historias de sus comienzos muy duros en la traducción y una nos contó que se vino a Madrid sin nada y que apenas tenía para pagarse una habitación. Que hacía sesiones maratonianas para hacer una traducción y dormía un par de días para recuperarse y estuvo así «tres o cuatro años». El otro traductor contó que estuvo viviendo tres años en Oriente Medio en una guerra para reunir los fondos necesarios para dedicarse a esta profesión.
Mi historia no fue similar porque empecé a trabajar en la traducción muy tarde y ya tenía bastantes años de experiencia profesional – pero sí fueron muy duros los nueve años que pasé estudiando hasta llegar a ser licenciado en traducción. En particular, porque tuve que trabajar casi todo el tiempo. Fue cuando estaba estudiando Lingüística y trabajando por las tardes en una academia de inglés (que luego quebró) cuando salieron las primeras plazas de Traducción e Interpretación de segundo ciclo en la UCM. Al principio me apunté a todo: las dos carreras y el trabajo, y luego dejé una de las carreras con solo 30 créditos restantes para dedicarme plenamente a terminar traducción… Y la terminé. Y nunca me he arrepentido.
Entiendo todas las quejas que tienen los jóvenes de ahora en cuanto al mercado laboral y las pocas salidas de las carreras que estudian… Pero que no se piensen que antes era más fácil. Si miro atrás, era igual o incluso más difícil en los años 90 (con el baby boom) y jóvenes parados a «punta pala». En cuanto a las quejas más frecuentes, entonces teníamos las mismas que ahora, así que poco ha cambiado…
Queja 1: Salidas – «No tengo trabajo de lo que estudié»
Tampoco encontré trabajo en lo primero que estudié. Hice Turismo, hice mis prácticas en agencias de viajes y hoteles y nunca tuve salida profesional en eso. Estudié Lingüística y tampoco trabajé en nada relacionado con la Lingüística. Tengo una pila de diplomas de todo tipo de cosas en las que nunca he trabajado: «formación para profesores de español», «redactor en radio», «técnico de sonido», «agencias de viajes», etc. Y tampoco me extraña: hace falta más que una carrera o un curso para dedicarse a una profesión.
Queja 2: «No quiero hacer prácticas»
También hice muchísimas prácticas en periodismo y estuve en dos emisoras de radio, en un periódico y en no se cuántas cosas más… Y no nos extrañaba porque era muy difícil encontrar trabajo en ese campo. De los compañeros que tenía en radio el único que conozco que está trabajando en periodismo seguro era mi entonces joven jefe, Javier Quero, que ahora presenta un espacio sobre corrección lingüística en el Telediario de Intereconomía.
También hice otras prácticas en la carrera de turismo. Entonces las prácticas no eran remuneradas en la mayoría de los casos y lo más que me llegaron a pagar eran 15.000 pesetas, que no llega ni a 100 eurillos 🙂
Luego tuve suerte con el boom digital y estuve unos años trabajando de redactor en medios online en lengua inglesa y en español y también hice un máster en periodismo digital… Aunque ya no trabajo en eso me ha servido la experiencia porque al menos aprendí a redactar y eso es un valor para un traductor.
Nivel de formación y necesidad de adaptarse a las exigencias del mundo laboral
Siempre se dice que el nivel de formación de antes es mejor que el de ahora pero pienso que es especialmente mala la formación de los estudiantes y licenciados de ahora en algunas áreas que son fundamentales en la profesión de traductor. Lo veo principalmente en la gente de mi propio país, el Reino Unido, que es prácticamente analfabeta incluso teniendo una carrera universitaria. No exagero, al parecer, porque ha aparecido un artículo en The Law Gazette hace poco titulado Student lawyers need to adapt y decían que: «A survey on linguistic competence among both native and non-native English speakers highlighted the ‘inability to speak fluently, with close attention to grammar, vocabulary and syntax’ as the main deficiency among trainee barristers, ‘some of whom were so poor in English that it would stop them ever succeeding in the profession‘.»
Y estoy de acuerdo y creo que lo mismo es aplicable a la profesión de traductor: el «material» que tenemos es cada vez peor y los estándares educativos están en clara decadencia.
Nuevas tecnologías
Otra área en la que es necesaria una adaptación es la de las nuevas tecnologías… Sorprendentemente. Mientras nosotros nos tuvimos que adaptar a la llegada del email y de Internet (muchos incluso salimos a la librería más cercana a comprar un libro de esos de «Cómo funciona Internet» o hicimos cursos de formación) la generación más joven no ha tenido que aprender nada… En teoría. El problema es que son muy eficientes utilizando Facebook, Twitter, You Tube y su móvil inteligente pero están poco familiarizados con un medio de comunicación tan esencial para la empresa como el email o correo electrónico, no tienen un manejo adecuado del paquete office y no dominan otras herramientas tan comunes como Google (para búsquedas), Wikipedia, etc. Comentaba un abogado británico recientemente en un foro que los trainees de la empresa le mandaban tweets porque no sabían utilizar el Outlook Express del despacho y, además, que los tweets tenían unos fallos ortográficos horrendos como «wot» en vez de «what». No sé si será exageración, pero me lo creo. Igual esperan los trainees que la empresa se adapte a ellos y no al revés… Van listos, entonces.
Inconsistencia e incoherencia
Son dos errores que criticamos en traducción y en revisión y también diría que son fundamentales en una carrera profesional. Si de algo me arrepiento es de haber picado un poco de todas partes durante toda mi juventud y haber hecho 30 cosas en vez de una sola. En el currículo no me caben todos los trabajos que he tenido y he hecho un poco de todo y estudiado un poco de todo. También trabajé de archivista, de administrativo, en un call centre, de teleoperador… Hice oposiciones a la Escuela de Idiomas (y llegué a la lista de interinos), hice un año de Derecho inglés, etc. ¡Tantas cosas he hecho que luego no me han servido! Pero, por otra parte, no me arrepiento porque todo sirve y el saber no ocupa lugar.
Constancia y esfuerzo
Sin embargo, diría que no es lo más aconsejable y que hay que tener constancia, tener fe y esperanza, no dejarse guiar tanto por el aquí y ahora o lo que digan los demás y, sobre todo, tener muy claro que para subir en una profesión hay que empezar desde muy abajo, cobrar poco y trabajar mucho y que no te van a dar algo a cambio de nada.
Sopa de tortuga en bandeja de plata
No puedo dejar de darle algo de razón al infame industrial Josiah Bounderby en Tiempos Difíciles (de la cita del principio del artículo). Aunque sea una caricatura del «hombre hecho a sí mismo» refleja una idea que en el fondo tenemos todos los que trabajamos en un oficio: nosotros hemos sudado lo nuestro por llegar y a la gente que llegue después les costará también lo suyo. Y el que se espere una carroza con seis caballos y tomar sopa de tortuga con cuchara de oro que se vaya haciendo pronto a otra idea 🙂
Entiendo que es difícil y que a la gente recién licenciada no les va a gustar: preferirían que dijera que no, que haces una carrera y que sin saber utilizar el Word, sin saber bien las lenguas de partida y llegada, sin saber utilizar el correo electrónico, las herramientas de la profesión y tantas cosas más te van a dar un contrato indefinido el primer mes con un sueldazo. Me toca hacer de malo y me verán como un Bounderby contemporáneo pero estamos en tiempos difíciles y es poco probable que vayan a poneros todo en bandeja de plata. Ni yo ni nadie, porque no hay dinero. Así que no queda otra que aplicarse y decir aquello de «al mal tiempo buena cara» porque de lo que sí estoy seguro segurísimo es que la gente que aporta un valor, que tiene formación y experiencia y que se esfuerza va a tener trabajo. Mientras que la que se desanima, es inconsistente en el esfuerzo y no se aplica tendrá un camino más largo por delante (como el que tuve yo que estuve diez años trabajando y estudiando hasta estabilizar mi situación con treinta años ya cumplidos). No hay atajos ni camino más corto y diría que merece la pena hacer un sacrificio antes que después.
Mi opinión sincera es que es mejor formarse en una profesión (aunque sea difícil el comienzo) que trabajar un poquito en un supermercado, otro poquito de azafata y otro poquito de otra cosa porque pagan más… para luego desviarse completamente del camino que uno se había planteado y no llegar a nada.
¡Espero que os haya servido y no dejéis de comentar vuestra experiencia!
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