¿Existen las palabras intraducibles?
La traducción es uno de los oficios más antiguos del mundo. Prácticamente desde el surgimiento de la escritura, hace al menos 5.000 años, han hecho falta traductores. Y seguramente se habrán topado con muchas palabras intraducibles o casi intraducibles.
Puede que la figura del traductor (o del intérprete) estuviera presente en la noche de los tiempos. Han sido, y son todavía, un elemento esencial para actuar de intermediarios entre los distintos pueblos de la Tierra. Cabe reafirmar esta idea apuntalando que la diplomacia no hubiera sido posible sin un traductor que mediara entre ambas partes de una interrelación o un conflicto.
Sin embargo, aunque nos gustaría que así fuese, la traducción no es un arma infalible. Existen algunos casos en los que incluso los traductores más avezados son capaces de encontrar una definición eficaz para el concepto que se encuentra en una determinada lengua. No son muchos, pero están ahí. Y no hay que buscar un idioma demasiado lejano o ajeno a nosotros para encontrar vocablos as que no se pueden traducir, es decir, palabras intraducibles.
Palabras intraducibles en alemán
En el alemán podemos encontrar muchas palabras que no tienen una traducción exacta en nuestra lengua. Por ejemplo, el conocido término «Blitzkrieg«, que usaron los alemanes para definir la primera etapa de la 2ª Guerra Mundial, no está del todo bien definida. Usualmente se traduce como «guerra relámpago«, aunque puede referirse como cualquier acción bélica acometida con suma violencia y agresividad.
Otra palabra de difícil traducción, pero de un sentido mucho más positivo, es «Vorfreude«. Esta palabra define una situación en la que se está a la espera de buenas noticias. En la antítesis encontramos la palabra alemana (también prestada al inglés) «Shadenfreude«. El gozo por el sufrimiento ajeno.
6.000 idiomas, y mucha traducción por hacer
Por otra parte, es lógico que existan palabras para las que no disponemos una traducción adecuada. En la actualidad existen una cifra aproximada de 6.000 idiomas. De las cuales apenas unas decenas comparten un tronco lingüístico común con la nuestra. Pero, por muchas ganas que tenga, como filólogo, de tratar este tema en profundidad, no debo hacerlo, al menos en este espacio.
De todas las demás lenguas, muchas son completamente diferentes a la nuestra desde el punto de vista gramatical y lingüístico. Tampoco hay que irse geográficamente muy lejos para encontrarlas. Las lenguas árabes, por ejemplo, lo son. O más cerca aún. el euskera. La antigua lengua camítica, cuyas raíces pudieron ser o bereberes o centroeuropeas (no hay consenso aún sobre el tema) nada tiene que ver con nuestro castellano. Estoy convencido de que existen palabras en euskera que no tienen traducción exacta en español. Pero en la actualidad es una lengua fragmentada y contagiada de numerosos préstamos castellanos, por lo que son complicadas de detectar.
Pero también las lenguas más cercanas tienen términos intraducibles para nosotros. O de traducción que podríamos definir como aproximada. Por ejemplo, el francés. El idioma galo tiene el término «L´esprit d´escalier» que literalmente se traduciría como «el ingenio de la escalera«, aproximadamente. Sin embargo, su significado tiene más que ver con una respuesta ingeniosa dada demasiado tarde. Cuando ya nadie te está escuchando, y te quedas con esa sensación de que se te tenía que haber ocurrido antes.
O en italiano. Los italianos usan el vocablo «slampadato» para definir a las personas adictas a los rayos «uva» y a otras técnicas de bronceado.
Palabras intraducibles del castellano
Pero no sólo son los traductores españoles quienes tienen que afrontar estos problemas. Los traductores extranjeros también temen a una serie de nuestras palabras de uso habitual porque no saben como trasladarlas a su idioma. La habitual «sobremesa«, por ejemplo.
Tampoco expresiones de uso tan típico como «estrenar» (un vestido, unos zapatos) tienen traducción posible, por ejemplo en inglés. Y tampoco la tiene una sensación tan nuestra (y tan frecuente) como la «vergüenza ajena«
Expresiones de tiempo como «anteayer«, ni estados como «desvelado«, o falto de sueño, tampoco tienen una traducción directa en algunos idiomas. Así que, como vemos, nuestro idioma no está exento de casos en los que los traductores tienen que romperse la cabeza para encontrar un sinónimo lingüístico en su lengua de origen.
Razones culturales de los fallos de traducción
La razón principal de que existen palabras sin traducción posible es obvia. Cada pueblo tiene un «vademecum» lingüistico – cultural propio. Y por ello es inevitable que se usen palabras que no tengan referente directo en otro idioma. Estas particularidades no sólo tienen que ver con el carácter, sino también con el humor. Muchas de las palabras que son intraducibles en otros idiomas tienen que ver con el genio «intrínseco» del pueblo que las produce.
Con esto no nos referimos a cuestiones de raza, ni mucho menos. Estoy muy lejos de ese discurso. A lo que me refiero es a las peculiaridades sociales, bien sea por el hábito, o por las necesidades del «día a día«. El caso es que cada pueblo tiene sus peculiaridades, y eso tiene su reflejo en el idioma. No en vano, los idiomas son producto de la sociedad que los habla. Y todos los idiomas no son exactamente iguales, incluso aquellos que son más próximos entre ellos.
Como hemos visto en el caso del castellano, muchas de las palabras consideradas intraducibles están muy arraigadas para nosotros. Seguramente sea el caso de muchas de las demás.
Por otro lado, es lógico encontrar palabras intraducibles para nosotros en las lenguas exóticas. Evidentemente un japonés, un chino, un indio o un tailandés pertenece a un mundo completamente distinto al nuestro. Resulta evidente por ello que manejen conceptos indescifrables de forma sencilla para nosotros. Sin embargo, se ha buscado, desde la rama de la Lingüística, una solución que trata de limar esas diferencias.
Los universales lingüísticos como posible solución
Se trata de los universales lingüísticos, enunciados, entre otros, por Joseph Greenberg y Noam Chomsky. Los universales lingüísticos defienden que cada lengua natural tiene una serie de patrones comunes con las demás. Sus reglas sirven para enunciar el principio de la Gramática Universal. Fue Noam Chomsky uno de los principales valedores de esta teoría, según la cual todos los seres humanos tienen una capacidad innata para adquirir cualquier lengua. Incluidas sus distintas particularidades y elementos diferenciadores.
Esa cualidad es indiferente a la cultura o lugar de procedencia del hablante. Es decir, funciona igual para un hablante de origen indonesio que se haya criado en Zaragoza que para un madrileño criado por una familia de Kuala Lumpur. Ambos adquirirán el español o el malasio sin dificultad. Porque tienen de alguna forna activado el «chip» de ese idioma en su mente.
No existen las lenguas intraducibles
Sin embargo, esta teoría puede resultar simplista, o cuanto menos, excesivamente optimista. Es evidente que todo ser humano tiene la capacidad de adquirir cualquier lengua. Pero no porque tengamos un «vademecum» idiomático en la mente. Los partidarios de los universales lingüísticos tienen razón en que las lenguas siguen ciertas reglas comunes. De hecho, en Introducción a la Lingüística, nuestro catedrático español de la UAM Juan Carlos Moreno Cabrera afirma que: «es posible la traducción entre cualesquiera lenguas humanas naturales«. Por tanto, en esta teoría universal no existen las lenguas intraducibles.
Y lo anterior pese a sus enormes diferencias semánticas o sintácticas. Sin embargo, eso no evita que existan palabras propias de cada idioma. Y que estas palabras intraducibles resulten imposibles de traducir biunívocamente a los demás idiomas.
Aunque la teoría de los universales lingüísticos no terminen de darnos una solución a nuestras inquietudes, somos positivos. Es cierto que podemos encontrar significado a las palabras intraducibles. Sea por el contexto en que estas palabras se emiten, o tal vez por afinidad fonética. O a la pragmaticidad semántica. Pero esperamos que os haya sido interesante la lectura de este artículo. A nosotros nos ha parecido un tema muy emocionante del que hablar.
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