La pregunta del título requiere, sin duda, una respuesta subjetiva, individual, basada en la experiencia de cada uno. Así como hay personas que desde su infancia manejan dos o más lenguas —por cuestiones sociales o familiares—, también hay otras a las que se les hace difícil aprender una segunda lengua. Ahora bien, en el aprendizaje y adquisición de una lengua intervienen más factores de los que podemos llegar a pensar. El entorno, las barreras o el método son solo algunas de las causas que provocan tal dificultad.
Antes que nada, es preciso definir y matizar ciertos conceptos. Como asegura Yule (2007, pp. 192-193), cabe diferenciar entre lengua extranjera —es decir, aquel idioma que no se habla en la comunidad a la que se pertenece— y segunda lengua, que sería aquella que se habla en la comunidad a la que se pertenece. Con el siguiente ejemplo se ve más claro: si un español aprende inglés en España, entonces está aprendiendo una lengua extranjera. Ahora bien, si esa misma persona aprendiera inglés en el Reino Unido, entonces diríamos que está aprendiendo una segunda lengua. También es pertinente, llegados a este punto, diferenciar entre adquisición y aprendizaje. El primer concepto alude a la capacidad de expresarse y comunicarse en una lengua. Es decir, la adquisición de una segunda lengua o lengua extranjera es gradual y depende del uso que hagamos. Por el contrario, el aprendizaje consiste en acumular conocimientos sobre la gramática, el vocabulario, la sintaxis o la fonética de esa lengua.
Como se ha mencionado anteriormente, los procesos de adquisición y aprendizaje se ven afectados por diversos factores. El primero de ellos tiene que ver con la edad: los jóvenes de entre 10 y 16 años aprenden mejor una segunda lengua, según Soriano (2007, pp. 414). Como explica este autor, «los adultos, cuando hablan una segunda lengua que todavía no dominan, activan unas zonas cerebrales diferentes de las que activan al hablar su propia lengua» (ibíd.) Sin embargo, a esa edad hay una serie de factores afectivos que pueden imposibilitar tal aprendizaje, como por ejemplo, la vergüenza, la falta de interés en la lengua que se aprende o el método que se lleve a cabo para lograr la adquisición. A todo ello hay que sumarle otra barrera: la del dominio del idioma.
¿Es posible dominar dos o más lenguas?
A partir de cierta edad, el dominio de una segunda lengua o lengua extranjera se va haciendo más complicado. Esto no quiere decir que para un adulto sea imposible dominar dos lenguas, aunque sí será más difícil. Por eso, hay dos conceptos clave a la hora de adquirir una segunda lengua: motivación instrumental —aquel aprendizaje motivado por una cuestión social, como pueda ser el adquirir un título académico— y motivación de integración, que responde a la necesidad de integrarse dentro de una determinada comunidad. Sin embargo, los adultos ya han abandonado lo que se conoce por período crítico, que es el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la pubertad y que se considera como el ideal para el cerebro humano, pues es cuando está más capacitado y es más flexible a la hora de recibir un input lingüístico. Ese input o aducto —es decir, aquellas referencias de la lengua que se está aprendiendo— abarca tanto lo que el aprendiente recibe como lo que es capaz de entender. Por ejemplo, si alguien pregunta Do you like tennis, y el aprendiente no es capaz de comprender el enunciado, entonces este se podría reducir a un Tennis, you like? para que el interlocutor pueda comprender el significado del mensaje.
Además, en todo proceso de adquisición de una lengua se produce lo que se llama interlengua, es decir, un sistema lingüístico caracterizado por ser propio de cada estudiante, por conectar la lengua materna con la lengua que se estudia (lengua meta), por estar en constante evolución y por estar regido por sus propias reglas. Esto ocurre, verbigracia, cuando un hispanohablante estudia inglés y dice She has got fifteen years en lugar de She is fifteen years old. Lo que ha ocurrido en este caso es que se han mezclado estructuras de ambas lenguas; por este motivo, se dice que una interlengua conecta una lengua materna con la lengua meta, además de estar regido por sus propias reglas —cada aprendiente crea sus propias reglas, independientes—. Cabe decir, por tanto, que la interlengua es el paso intermedio a la adquisición de una segunda lengua.
¿Qué nos impide hablar una segunda lengua como un hablante nativo?
Una vez introducido el concepto de interlengua, conviene mencionar otro que está estrechamente relacionado: el concepto de fosilización. Este fenómeno es el que desarrolla, por ejemplo, que mantengamos ciertas estructuras, expresiones e incluso la pronunciación de nuestra lengua materna en la lengua que estamos aprendiendo. Por ejemplo, cuando en el proceso de adquisición se fosiliza la pronunciación, hablamos de «acento extranjero». Esta es la principal causa de que no se pueda dominar esa segunda lengua tal y como lo haría un nativo. Hay una serie de rasgos relacionados con la gramática, el léxico o la pronunciación de la lengua materna que, de una manera u otra, interfieren cuando aprendemos una segunda lengua o lengua extranjera.
En resumen, la capacidad para adquirir una segunda lengua se encuentra más desarrollada durante la pubertad y la adolescencia. Esto no descarta la posibilidad de dominar una segunda lengua siendo adulto, pero será necesaria una buena dosis de motivación para ser capaz de superar todas las barreras a las que nos enfrentamos al aprender y adquirir una segunda lengua o lengua extranjera. Pero todo pasa, por supuesto, por superar la fase de la interlengua.
Referencias bibliográficas:
Yule, G. (2007). El lenguaje. Madrid: Akal.
Soriano Mas, C. (coord.) (2007). Fundamentos de neurociencia. Barcelona: UOC.