Origen del problema y Porfirio.
El origen del problema de los universales se remonta a las discusiones filosóficas de la antigua Grecia, especialmente en relación con el diálogo de Platón titulado «Crátilo». Sin embargo, fue Porfirio quien mencionó por primera vez este problema en su obra «Isagoge».
Porfirio explora la clasificación de los predicables, es decir, las categorías bajo las cuales los individuos pueden ser clasificados. Estos predicables incluyen géneros y especies, así como diferencias y propiedades comunes. Porfirio identificó cinco predicables principales: género, especie, diferencia, propiedad y accidente.
El problema de los universales se plantea a partir de la cuestión sobre la naturaleza de estos predicables, particularmente sobre los géneros y las especies. Por ejemplo, si consideramos la palabra «animal», ¿se refiere a una entidad real y universal que existe en cada individuo de la especie animal, o simplemente es una idea o concepto en nuestra mente?
Boecio.
Pero no fue Porfirio, sino Boecio quien, en el siglo VII, presentó verdaderamente el problema de los universales al mundo. En su obra “De divisione», Boecio plantea la cuestión sobre la naturaleza de los universales y se centra en la clasificación de los predicables con una división lógica que bebe mucho de Aristóteles. Introduce la idea de una clasificación jerárquica de los predicables, que incluye cinco categorías principales: género supremo, especie, diferencia, propiedad y accidente.
Boecio argumenta que el género supremo, que es el nivel más alto de clasificación, es universal y se aplica a múltiples especies y diferencias. Por ejemplo, «animal» sería un género supremo que incluye a todas las especies de animales. Luego, las especies y las diferencias se subordinan al género supremo. Por ejemplo, «perro» sería una especie que se subordina al género supremo «animal», y «cuadrúpedo» sería una diferencia que se subordina a la especie «perro».
Pero quienes realmente han dado respuestas sólidas al problema de los universales han sido: Roscelino de Compiegne como representante del nominalismo, Guillermo de Champeaux como representante del realismo extremo, Pedro Abelardo como representante del no-realismo y discípulo de los dos y Gilberto de Porretano como representante de la «teoría de la conformidad».
Roscelino de Compiegne.
Roscelino de Compiegne defendía que los universales no tienen existencia real y son solo nombres o términos lingüísticos que utilizamos para clasificar objetos individuales (flatus vocis). De este modo afirmaba que solo existen los individuos concretos y que los conceptos generales son solo abstracciones mentales. Su visión tuvo una influencia significativa en la filosofía medieval y generó debates en torno a la naturaleza de los universales.
Guillermo de Champeaux.
En contraposición a Roscelino, Guillermo de Champeaux defendía que los universales son entidades reales y existen independientemente de los objetos individuales, destacando una postura muy platónica. De Champeaux solo nos ha llegado por los debates que tenía con Pedro Abelardo, donde fue machacado. Sostenía que los universales son sustancias que tienen existencia objetiva y que los objetos individuales son solo instancias o ejemplos particulares de esos universales. Guillermo desarrollo dos tesis fundamentales: la teoría de la identidad física y la teoría de la indiferencia.
Para Guillermo de Champeaux la identidad de un objeto se basa en su existencia individual y en su continuidad en el tiempo. Sostenía que las entidades individuales tienen una esencia o naturaleza específica que las define y las distingue de otras entidades. De esta manera, la identidad física se mantiene a través de la preservación de esa esencia o naturaleza particular (Teoría de la identidad física).
En adición, su teoría de la indiferencia se refiere a que cada individuo se distingue de los otros por los accidentes y por la propia esencia, pero tienen unos caracteres comunes indiferentes para estar en un sujeto u otro, es decir, solo se diferencian por la indiferencia, la no diferencia de las esencias de los individuos de una misma especie.
Pedro Abelardo.
Llegamos a Pedro Abelardo, discípulo de ambos (Guillermo y Roscelino). Pedro Abelardo fue un filósofo y teólogo francés del siglo XII. Es conocido por su papel en los debates medievales sobre el problema de los universales. Abelardo defendía una posición llamada «no-realismo» o «conceptualismo». Sostenía que los universales existen como conceptos mentales, pero no como entidades reales independientes. Argumentaba que los universales son producto de nuestra mente y nuestra capacidad para abstraer y generalizar a partir de los objetos individuales. La conclusión de Pedro Abelardo es que no tenemos ideas generales, pues solo Dios las tiene. Dios puede crear en la existencia una multiplicidad de individuos distribuidos en variados géneros y especies.
Gilberto Porretano.
Finalmente, la solución que ofrece Gilberto Porretano es un planteamiento ontológico, frente al planteamiento lógico-lingüístico visto anteriormente: el realismo de las formas nativas. Parte de la «teoría de la conformidad» de Boecio, que es una postura que intenta intermediar entre el nominalismo y el realismo. Según esta teoría, los universales existen en la mente de Dios y se conforman con los objetos individuales. Es decir, los universales tienen una existencia en Dios, pero se manifiestan o se conforman con los objetos particulares.
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