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¿Cómo o por qué empezó su interés hacia el mundo antiguo?
Mi padre también había estudiado bastante latín y griego, así que en mi casa siempre hubo muchos libros de esta temática. Así que quizá por eso me interesó inicialmente.
En segundo de bachillerato hice latín y griego, y aunque el griego al inicio verdaderamente no me interesaba, tuve que cursarlo porque era de carácter obligatorio. Al final, me gustó tanto, que decidí continuar estudiándolo. Además, pensé que si estudiaba Filología Clásica, luego podía dedicarme a enseñar griego como profesor de instituto.
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¿Cuánto tiempo le tomó aprender latín y griego? ¿Cuáles fueron los principales obstáculos al aprender estas dos lenguas?
En enseñanza media di tres años de latín y dos de griego, pero noté un cambio muy fuerte al pasar a la Universidad. El profesor de griego que tuvimos en el primer año, desde la clase inicial nos dijo que en su asignatura el diccionario no existía. Es decir, que en el examen no podíamos usar el diccionario y que debíamos aprender el vocabulario de memoria.
Fue gracias a eso que me di cuenta de que si uno se esfuerza realmente por aprenderse el vocabulario y las formas gramaticales, luego todo se hace mucho más sencillo, ya que no te conviertes en un esclavo del diccionario.
Poco a poco vas reconociendo las palabras, y al igual que en todas las demás lenguas, el griego tiene un vocabulario finito. Cada vez fui más capaz de enfrentarme a los textos en latín o en griego del mismo modo que puedo enfrentarme, por ejemplo, a un texto en inglés.
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¿Tiene algún profesor o enseñanza que se le haya quedado grabado?
Mi profesor de griego de la Universidad en primero de carrera, Jose Luis García Ramón. Yo estudié en la Universidad Autónoma de Madrid, y el en 1995, si mal no recuerdo, se marchó de Madrid porque aceptó una plaza de catedrático en Colonia, Alemania. Hasta la fecha, mantenemos el contacto y para mí, fue él quien verdaderamente me enseñó griego.
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¿De qué modo percibe la diferencia entre saber hablar un idioma y saber traducirlo?
Son muy diferentes, en cuanto a que cuando das una traducción, estás dando una versión fijada. Incluso uno mismo puede tener dudas, y dependiendo de los autores que estés traduciendo del griego, a veces es inevitable reconocer que tú interpretas el texto de una manera, pero que existen otras posibilidades de traducción que no puedes rechazar. Además, dependiendo de los autores cambia mucho la forma de traducir. No es lo mismo un autor de comedia, que uno de filosofía.
Por ejemplo, estos últimos años he estado trabajando Aristóteles, y muchas veces con sus textos no se tiene una certeza absoluta acerca de qué es lo que quiere decir. No sabes con seguridad qué matiz está haciendo o por qué usa un verbo concreto en vez de otro. De todos modos, con estas cosas uno no puede ponerse nervioso. No se puede intentar entender a fondo todo lo que dice un texto antiguo, porque esto puede llegar a desesperar. Es cuestión de ir poco a poco.
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¿Piensa que las lenguas antiguas tienen valor para todas las profesiones o solamente para las letras? ¿Hay aspectos de un idioma que traspasen lo simplemente lingüístico?
Ni en Grecia ni en Roma la cultura era tan especializada como lo es ahora mismo. Entonces, cuando uno entra a estudiar un tema de la cultura de ese mundo, va a tener que irse a los temas que están al lado, pasando de un tema a otro con mucha facilidad. La cultura era toda una sola unidad. Uno puede estar estudiando un autor de historia y terminar leyendo cuestiones, por ejemplo, de la medicina de la época. Además, considero que somos hijos de ese mundo, y que hay toda una tradición continua desde la antigüedad hasta el presente que sigue teniendo validez.
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En relación a su experiencia siendo profesor de lenguas antiguas, ¿Ha aprendido algo nuevo al experimentar el aprendizaje desde el punto de vista del profesor y no desde el del alumno?
Creo que cuando has tenido un profesor que te marca, sucede algo similar a cuando repetimos los chistes o gestos de nuestros familiares. Uno también tiende a repetir en clase cosas que ha recibido del profesor que considera su maestro.
De los alumnos también se puede aprender mucho, y me parece muy interesante porque esto te ayuda a mantenerte al día. Cuando los alumnos entran a la Universidad, tienen todos dieciocho años. La primera vez que yo impartí lecciones, era solo cinco años mayor que mis alumnos de primero de carrera. Ahora, soy bastantes años mayor que ellos. Por eso, creo que siempre se puede aprender de los alumnos de muchas maneras distintas.
Hoy en día los alumnos llegan a la Universidad sabiendo menos que antes, porque los planes de estudio de bachillerato han cambiado. Sin embargo, si miro hacia atrás, mi generación también entró a la Universidad sabiendo mucho menos latín y griego que la generación de mis padres, por ejemplo. No creo que esto significase necesariamente que estábamos más limitados, porque el aprendizaje no es únicamente una cuestión de cómo entras o de cuánto sabes, sino de cuánto has aprovechado.
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En su día a día, ¿Ha cambiado algo saber lenguas antiguas?
Lo cierto es que entiendes mucho mejor a los médicos, porque el lenguaje de la medicina se basa en términos griegos. Muchas veces los médicos te dicen que tienes tal o tal, y antes de que empiecen a explicarte qué es, ya sabes o tienes una idea.
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¿Tiene algún autor o texto favorito de la época clásica? ¿Por qué?
Supongo que todos tenemos favoritos, y que estos dependen de las experiencias que hemos vivido. En mi caso, podría hablar por ejemplo de Homero, porque de él arranca todo. Me interesa también mucho la tragedia griega, aunque no le he dedicado mucho tiempo de investigación y pienso que igual tuve que haberlo hecho. Quizá por eso me interesa de modo especial.
En clase, por ejemplo, de los tres trágicos (Esquilo, Sófocles y Euripides) no coincido en gustos con los alumnos. De los tres, el que más me gusta es Esquilo. Sin embargo, como es un autor difícil, cuando a los alumnos les indiqué que leyeran algo suyo les resultó una tarea complicada. El autor de tragedia que más les interesa a los alumnos o con quien más conectan es con Euripides.
Si reescribiera mi historia, me gustaría dedicarme más a Euripides.
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La traducción de textos clásicos le ha permitido aprender de ámbitos distintos a la filología, por ejemplo, la filosofía. ¿Eso en ningún momento le generó un deseo de dedicarse a esa otra rama del saber?
En mi ultimo año de bachillerato, al cursar la asignatura de Historia de la Filosofía, estuve tentado. No sabía si hacer Filosofía o Filología Clásica… Evidentemente, escogí Filología clásica. Pero vuelvo a lo mismo, en los autores clásicos decir “esto es filosofía y nada mas que filosofía” no es fácil. Por ejemplo, en los escritos de Platón hay muchísimo interés desde el punto de vista de la literatura. Es muy difícil realizar una separación radical entre filosofía y otros estudios en los clásicos.
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Por último, ¿Tiene algún consejo para quienes están empezando a descubrir el valor y la belleza de las lenguas del mundo clásico? ¿Y para los que piensan que no tiene ningún valor?
A los primeros: aude sapere, atrévete a saber. Les animaría que dieran el paso, porque estoy seguro de que no lo van a lamentar. No creo que se trate de que todo el mundo tenga grandísimos conocimientos de latín y griego, porque hacen falta otros conocimientos para la vida. Pero que los que tienen interés, que lo persigan.
Y a los que sean más reticentes, les animaría a tener la mente un poco más abierta. Probablemente se podría presentarles textos de Eurípides, por ejemplo, o que vean alguna obra representada y conseguir que les guste. Posiblemente se darían cuenta de que el mundo clásico y sus lenguas no es algo que huela a rancio, sino que puede ser de un tremendo interés.
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