A menudo se acusa de un trabajo imperfecto al traductor. Esto ocurre por ser la cara visible de un proyecto que ha sido mal planificado. En realidad, una buena o mala traducción es la capa de pintura de una armazón cuya coherencia no depende de su autor. Un ejemplo muy claro de ello lo encontramos en la traducción de obras editoriales.
Desde que el escritor acaba su libro, hasta que se pone en el mercado una obra literaria pasa por multitud de filtros. Por sus páginas pasa la labor de un corrector, de un maquetador, de un editor…
Por su extensión, y complejidad, la traducción de un libro requiere de tiempo para ser lo más afinada posible. Tiempo que, en los tiempos que corren, no se dispone en muchos casos. En este artículo analizaremos las dificultades por las que pasa la traducción de obras editoriales.
Un sector apurado por las prisas por vender
Si hay un sector que se ha visto especialmente vapuleado por la crisis es el editorial. Muchas empresas han cerrado las puertas, y otras se han visto obligadas a limitar los gastos. La revolución digital y la muerte lenta del formato en papel ha complicado mucho más la situación.
A la reducción de costes se ha sumado la reducción en los plazos de publicación. Y la elección de temas sobre los que publicar. Ahora sólo se publica lo que se vende. Por eso encontramos tantos títulos sobre un mismo tema.
Las editoriales ya no funcionan como esa entidad que elaboraba de forma lenta y exquisita sus productos. Ahora su funcionamiento se asemeja más a una cadena de fabricación en serie. El traductor se ha visto atrapado en esa dinámica. Ya no impera la corrección y la calidad, ahora se lleva el “esto lo quiero para ayer” Eso repercute en el cuidado en la tarea.
No, los cánones de belleza y cuidado han sido sustituidos por la más cruda productividad. Lanzar sólo aquello que sea comercializable. Recortar presupuestos y plazos de publicación. Publicitar en los medios y vender. Sobre todo, vender.
Sólo tenemos que echar un vistazo a algunos de los últimos best – sellers. Títulos como “El código Da Vinci” o “Cincuenta sombras de Grey” han despertado feroces críticas entre los entendidos. Se ha criticado su estilo, su edición, y por supuesto, su traducción.
Estilísticamente es cierto que ambos ejemplos dejan mucho que desear. Sin embargo, cuando uno se encuentra con algo así, la mente pasa del rechazo a la resignación. Cuesta imaginar qué presiones habrá sufrido el corrector o el traductor de esas obras para que el resultado final sea aquel.
La traducción de obras editoriales como pasarela al éxito o al fracaso
El público juzga el interés de un libro en la facilidad o dificultad que le supone leerlo. Si en las primeras páginas siente que no entiende lo que el autor cuenta, abandona la lectura. Por eso es importante adaptar el texto al público que está dirigido.
Hay autores que lo hacen mejor, y otros que lo hacen peor. En el caso de las obras foráneas, es al traductor a quien le corresponde la tarea de hacerlo lo más digerible posible. En este caso, una traducción es una reescritura de la obra. Es un doble esfuerzo, y una doble responsabilidad.
Hemos apuntado al principio que los traductores son la cara visible de un proceso. En sus manos recae la labor de que funcione.
La escritura de una obra narrativa requiere de un plazo estimado de dos años. Un traductor normalmente hace su trabajo en un tercio de ese tiempo, ya que las editoriales tienen prisa por publicar. Para realizar la traducción el profesional dedica muchas horas diarias para cumplir los plazos. Y en ese esfuerzo puede pasar por alto errores que pueden condicionar el futuro de su trabajo.
Lamentablemente, en un mundo tan competitivo como el editorial, esos descuidos se pagan caros. Las empresas juzgan los resultados, no las condiciones (las condiciones vienen marcadas por su situación y sus necesidades) por lo que, si sienten que el fracaso de una obra está motivado por una mala traducción, es más que probable que no vuelvan a contratar al traductor nunca más.
La traducción tratada más injustamente
Pese a que la traducción de obras editoriales puede parecer un trabajo apasionante, también es muy maltratado. Posiblemente, junto a la traducción de películas y series de televisión, es la más denostada.
En muchas ocasiones hemos escuchado la crítica: “Yo veo X en versión original porque la traducción es muy mala” Desconocemos el trabajo que implica, y fácilmente lo desechamos. Es verdad que muchos vemos películas en versión original para perfeccionar nuestro conocimiento del idioma. Pero otros lo hacen por desprecio a la labor de un profesional que no siempre trabaja en las mejores condiciones.
Es cierto que cuando gastamos dinero en algo que no cumple nuestras expectativas, sentimos rechazo. Y también es algo lógico y difícilmente criticable. Pero en ocasiones deberíamos ser más objetivos, y no cargar las tintas contra la cara visible de esa decepción, sino en el engranaje que hay detrás.
La situación laboral actual, en la que la mayor parte de los profesionales de Humanidades trabajamos como freelance o autónomos, nos ha obligado a trabajar mucho y rápido. La profesionalidad es algo que se nos supone, y que estamos obligados a cumplir, desde luego, pero no todos los errores son responsabilidad nuestra.
Un trabajo de edición o de traducción es un esfuerzo intelectual enorme. Detrás de él hay una persona que se gana el pan con su esfuerzo y dedicación, y que se ve en la necesidad de satisfacer a sus clientes. Por eso muchas veces puede parecer que os limitamos a lo que se nos pide, y no a lo que el público necesita.
Sin embargo, satisfacer a todo el mundo es una labor imposible. Siempre habrá quien guste de buscar las faltas de los demás para criticarlas. Eso se da por hecho.
Un mensaje de ánimo y aliento
Sin embargo, sí nos gustaría que los lectores de este artículo comprendieran nuestro mensaje. También como mensaje de aliento a aquellos que deseen introducirse en el mundo de la traducción literaria. Las críticas no deberían servir para desanimar, sino para tomar conciencia de las dificultades de la profesión. Y fomentar el esfuerzo para convertirse en el mejor profesional, de entre todos los posibles.
En este artículo del año 2015 del Eldiario.es aparecen algunos de los problemas expuestos en este texto sobre la traducción de obras editoriales.