Libros, filosofía y comunicación: entrevista a Jaime Nubiola
Para este artículo, quisimos aprovechar y preguntarle acerca de diez cuestiones relativas a su profesión como filósofo, escritor y profesor. A continuación, sus respuestas:
1. ¿Qué lo hizo decantarse por la Filosofía del Lenguaje y no otras rama de la filosofía?
Yo estudié en los años setenta en las Universidades de Barcelona y en Valencia. En la Universidad de Valencia había una mayoría de filósofos que se dedicaban a la lógica pura, mientras que los otros eran marxistas. A mí el marxismo nunca me interesó, me pareció siempre aburrido. En cambio, la reflexión filosófica del lenguaje me pareció ser un espacio donde lo que sobresalía era la libertad humana. Cuando yo tenía dieciocho o veinte años, la libertad personal era un tema con el que me identificaba mucho. La lógica no explicaba mi libertad personal y el marxismo más bien la negaba.
2. Usted es profesor de filosofía del lenguaje en la universidad, ¿Hay algo que le hayan enseñado a usted sus alumnos respecto al lenguaje?
Mis alumnos me han enseñado muchas cosas: sobre el lenguaje, las palabras y especialmente el lenguaje no verbal. Un buen profesor tiene que ver los signos en el comportamiento de sus alumnos. Por ejemplo, el que bostezan porque están aburridos, indica que hay que cambiar y hacer una actividad distinta. No perseverar leyendo un powerpoint que es un aburrimiento.
John Dewey, uno de los grandes pragmatistas de hace 100 años solía decir: “Learning by doing”. Es decir, aprender haciendo. El estudiante debe ser el protagonista de su proceso educativo. Yo estoy un poco tenso con los ordenadores en las aulas, porque debo competir contra ellos por la atención de los alumnos. Uno tiene que ser suficientemente atractivo como para que el alumno apague el ordenador sin que uno se lo ordene. Yo soy muy «sesenta-y-ochista”, de mayo del sesenta y ocho, de los de “prohibido prohibir”. Por lo que quiero que ellos cierren sus ordenadores porque quieran, y no porque yo lo imponga.
Por concluir, diría que lo que mis alumnos me han enseñado, es que muchas veces significamos más por el cuerpo y por las actitudes que por las palabras.
3. Si tuviera que escoger a un filósofo del área del del lenguaje con el cual usted esté más de acuerdo o simpatice más, ¿Cuál sería? ¿Hay alguno que crea que estaba muy equivocado?
Diría que me siento identificado con dos autores, pero en primer lugar con Ludwig Wittgenstein. Yo le dedico mucha atención, también en mis clases, sobre todo porque es un ejemplo de persona coherente, de articulación de pensamiento y vida. A mí lo que me parece insoportable es caso como el de Heidegger donde él y su pensamiento son admirados y venerados, pero su vida personal fue penosa y lamentable.
En segundo lugar, dentro de los autores que explico en Filosofía del Lenguaje, tengo una particular debilidad por John Austin, fue como mi primer amor filosófico. De hecho, hice mi tesis de licenciatura sobre él.
4. ¿Cuál considera que es la relación entre lenguaje y pensamiento? ¿Es posible el pensamiento sin lenguaje?
Hay una teoría con la que yo más coincido y considero que es la correcta, la de Wittgenstein, en la que se entiende el lenguaje como vehículo del pensamiento. Nosotros cuando decimos: “el tren llegará tarde”, no estamos imaginando ni un tren, ni un reloj; sino que hay un contenido conceptual explicado en un idioma concreto. Lo que nosotros consideramos, es que la relación entre pensamiento y lenguaje no es accidental, técnicamente decimos que no es “contingente”.
No se puede pensar sin signos. Incluso los niños prelingüísticos piensan o infieren. Por ende, se puede pensar sin palabras, pero no sin signos. La relación entre ambos conceptos es muy importante, y consideramos que el pensamiento tiene un carácter fundante respecto al lenguaje. Sin embargo, los estudios de psicolingüística de cómo los niños desarrollan sus capacidades muestran que mientras más palabras sabe el niño, más razona, y mientras más razona más palabras aprende. Lo que hay que darnos cuenta es que el lenguaje es una forma solidificada o sonora del pensamiento.
5. Usted es escritor de un blog, publica periódicamente en su cuenta de Facebook y además ha escrito múltiples libros, ¿Cuál cree usted que es el papel de un autor en el mundo actual?
Yo solo sé pensar por escrito. Por ejemplo, con lo que está pasando en Ucrania, muchos no lo comprendemos. Entonces nos gusta leer novedades, análisis e incluso llegar a escribir un artículo al respecto. Lo que escribo me ayuda para pensar.
También, hay una comunidad de escritores y gente que nos leemos unos a otros, y que se pueden llegar a convertir en la consciencia crítica de la sociedad. Porque vemos en el mundo político, que es el mundo sistemáticamente mentiroso; mienten más que hablan. Mientras que quienes nos dedicamos a escribir pretendemos ser autores de nuestras palabras. Que decimos lo que de verdad pensamos, y que pensamos de verdad lo que escribimos. Eso es lo que nuestra sociedad necesita.
6. ¿Cuáles libros recomendaría a alguien que quiere iniciarse en el mundo de la filosofía del lenguaje?
Recomendaría que leyera el libro de Rilke: “Cartas a un joven poeta”. Yo de este libro he regalado igual unas doscientas copias. Rilke es uno de los grandes poetas de principios del siglo pasado. Es un libro maravilloso y fácil. Mucha gente que se interesa en la filosofía del lenguaje, lo que en verdad les atrae es el lenguaje; no la lógica. Les recomendaría este libro además porque los manuales de filosofía del lenguaje, y de filosofía en general son insoportablemente aburridos, como suele ser con los manuales de todos los ámbitos.
7. En la filosofía hay autores de todo el mundo, por lo que estudiar de traducciones es muy frecuente. ¿Qué piensa acerca de la labor de traducción?
La gente piensa que traducir es una actividad fácil, pero en realidad es un trabajo dificilísimo. Yo admiro mucho a los traductores. Nunca me he dedicado a traducir porque me lleva demasiado tiempo, y porque requiere un importante componente creativo para introducirse en el texto y ponerlo en tus palabras. No ser tan literal que al final no se entienda. El saber traducir es un don, que además tienen muchos escritores. Admiro mucho a los buenos traductores.
8. El propósito del lenguaje es permitir relacionarnos con nuestro entorno, pero aún así hay muchos problemas de comunicación en la sociedad. ¿Tiene algún consejo para mejorar la comunicación?
Tengo dos consejos: querernos y escucharnos. Hablamos demasiado y escuchamos demasiado poco. Hoy en día se habla mucho de la empatía, que es ese ponerse en los zapatos de otra persona, y esto nos cuesta mucho. Si no se escucha, no se es capaz de comprender.
9. ¿Hay algún traductor o editorial de filosofía en la que confía ciegamente a la hora de buscar textos?
En esta vida yo no confío ciegamente en nadie, pero me encantan las traducciones de hace 100 años que hizo García-Morente. Algunos de los libros más importantes de la filosofía como la Crítica de la Razón Pura de Kant, fueron traducidos por él. Es un castellano bonito y antiguo. Hoy en día los traductores son muy profesionales, por los que traducen a Charles S. Peirce, por ejemplo, son los estudiosos de Peirce. Mientras que hace 100 años los profesores de filosofía traducían lo que fuera, entonces ha cambiado mucho a hoy día.
10. Por último, ¿Qué le diría a alguien para mostrarle lo apasionante que puede llegar a ser la Filosofía del Lenguaje?
A mí me parece que todas las materias humanas pueden ser apasionantes. Lo que hace falta es encontrar profesores apasionados con su materia. Hoy en clase les expliqué a mis alumnos por qué me dediqué a Peirce desde hace 30 años. Los alumnos se dan cuenta de que soy un apasionado por el tema, y eso gusta mucho.
Hace poco escuché de alguien que decidió estudiar una carrera en humanidades, porque en el instituto tuvo un profesor que se emocionaba leyendo la Eneida. La Eneida es muy aburrida, está escrita en latín muy difícil. Pero ese profesor se emocionaba, y eso es lo que contagia pasión a los alumnos.
En la puerta de mi despacho tengo una frase de Peirce que dice: “La vida de la ciencia está en las ansias de aprender”. Uno ve que hay alumnos y alumnas que están ansiosos por aprender, y en los ojos se les ve que se emocionan cuando el profesor también se emociona, que quieren aprender más. El aprender es algo que cambia y ensancha nuestras vidas.
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