Breve historia de las traducciones bíblicas
Al hablar de la traducción —o traducciones— de la Biblia es conveniente remarcar, por un lado, su carácter de texto universal y, por otro lado, la larga historia de traslaciones de una lengua a otra que alberga dicha obra. La Biblia es considerada, para los cristianos, la obra que aúna aquellos textos que contienen la palabra escrita de Dios. Por la importancia de la obra, a lo largo de los siglos han aparecido multitud de traducciones. En la actualidad, basta con echar un vistazo a las diferentes versiones —tanto impresas como digitales— de la Biblia para advertir de cómo puede variar el texto bíblico en función de la traducción que consultemos.
Las lenguas de la Biblia
Como es bien sabido, con la Biblia se hace referencia a una recopilación de los diferentes textos sagrados que la componen. La propia palabra biblia procede de la expresión griega τὰ βιβλία τὰ ἅγια (ta biblía hagia) «los libros sagrados». Asimismo, es preciso señalar que son tres las lenguas originales en que se escribió la Biblia: arameo, hebreo y griego. El Antiguo Testamento fue escrito, en su mayoría, en hebreo, mientras que el Nuevo Testamento se escribió en su totalidad en griego.
Ahora bien, la lengua griega de la Biblia no es el griego clásico, sino la lengua popular koiné. Además, la versión aramea de la Biblia se considera la más importante puesto que es la de «uso común entre los judíos que desde la deportación a Babilonia no hablaban hebreo sino arameo». (Del Barco, 2003, p. 67). Además, la versión aramea, en algunos textos de la Biblia, se trata de una traducción literal de la hebrea y, en otros, de una versión glosada o anotada en los márgenes del texto.
No obstante, lo que conocemos hoy de los textos bíblicos se lo debemos a las distintas traducciones que nos han llegado. Los textos originales —o manuscritos bíblicos— se conservan de forma fragmentaria a partir de manuscritos en papiro o de rollos de pergamino.
De hecho, los manuscritos bíblicos más antiguos que se conocen hasta la fecha son los llamados Manuscritos del Mar Muerto o Rollos de Qumrán, que se encontraron en las cuevas de Qumrán (Cisjordania) a orillas del mar Muerto. Se puede acceder a los textos digitalizados a través de esta web gestionada por el Museo de Israel.
También hay que tener en cuenta que en el proceso de transmisión de los textos bíblicos intervienen diferentes copistas o escribas que, en muchos casos, generan distorsiones del texto original. A este respecto, Josemaría Monforte (2009) señala lo siguiente:
Las posibilidades de transmitir un texto antiguo, bíblico o extrabíblico, con exactitud disminuyen proporcionalmente al tiempo transcurrido. Por ejemplo, la distancia entre la redacción y el primer manuscrito conocido de cualquier texto antiguo es enorme […]. Los textos bíblicos no son una excepción: no poseemos ningún autógrafo bíblico, los conocemos por sus transcripciones sucesivas, de las que conservamos muchos miles de manuscritos (p. 142).
La Biblia Vulgata de San Jerónimo
>San Jerónimo es comúnmente traducido por ser el patrón de los traductores y de los bibliotecarios. Y lo es, precisamente, por haber traducido la Biblia al latín —la conocida como Biblia Vulgata— una obra que concluyó en el año 406 d. C. a. También se dice que el nombre de Vulgata hace honor a que fue escrita en latín vulgar para que el pueblo la entendiera, aunque otros autores sostienen que la traducción de San Jerónimo estaba traducida al latín vulgar. Esta obra fue realizada por encargo del papa Dámaso en el año 382. El fin fue hacerla más precisa y uniforme.
>La Vetus Latina —así se conoce a la primera traducción latina del siglo II d. C.— se realizó sobre el texto griego, y surgió para dar a conocer el texto bíblico a aquellas zonas que estaban en los confines del Imperio Romano, en las que no se hablaba griego:
En Roma se hablaba y se comprendía el griego, por ello mismo solo muy tarde se sintió la necesidad de una Biblia en latín. Diferente era, en cambio, la situación en África y España donde el griego era poco conocido. En estos lugares, inmediatamente después de la conversión al cristianismo, se convierte en un problema actual una traducción latina.
(Boscolo, 2012, p.269)
La versión conocida como Biblia Vulgata es la Biblia divulgada oficialmente por la Iglesia Católica desde el concilio de Trento (1545-1563). A partir de entonces, la Vulgata es la versión de la Biblia que goza de autenticidad jurídica y la que está libre de errores en lo concerniente a la fe y la moral cristiana.
Es preciso mencionar, no obstante, que la versión de Jerónimo no tuvo en un primer momento la aprobación de las Iglesias cristianas, razón por la cual se consideró durante mucho tiempo que la traducción de Alcuino de York era más solida que la anterior (Morales, 2011, p. 44). En la actualidad, la versión que prevalece es la llamada Biblia Neo-Vulgata, que fue promulgada por el papa Juan Pablo II en el año 1979. Las traducciones al castellano que podemos encontrar en nuestros días proceden tanto de la Vulgata como de la Neo-Vulgata.
En suma, estas son tan solo algunas pinceladas de cómo se ha abordado la traducción de la Biblia a lo largo de la historia. No nos hemos detenido, por cuestiones de espacio, en la traducción y revisión de la Biblia llevada a cabo por Lutero en 1534. En cualquier caso, lo relevante es comprender que la transmisión de un texto clásico como la Biblia es posible gracias a la labor que, durante siglos, han realizado los traductores para que podamos acceder, de la forma más fiel posible, al texto bíblico.
Referencias bibliográficas:
Boscolo, G. (2012). La Biblia en la historia. Introducción general a la Sagrada Escritura. Bogotá: San Pablo.
Del Barco, F. (2003). Catálogo de manuscritos hebreos de la Comunidad de Madrid. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Monforte, J. (1997). Conocer la Biblia. Iniciación a la Sagrada Escritura. Madrid: Rialp.
Morales, J. (2011). Leer y comprender la Biblia. Madrid: Rialp.
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