Letras perdidas: aféresis, síncopa y apócope
La historia de las lenguas nos enseña que las palabras, con el paso del tiempo, se van modificando. El cambio puede hacer que las palabras pierdan —o añadan— algunas letras. En este artículo nos vamos a centrar en los fenómenos que provocan la supresión de vocales o consonantes de una palabra. Principalmente, nos referimos a cuatro: la aféresis, la síncopa, el apócope y la haplología. Todos estos procesos de cambio fonético forman parte de lo que se conoce como metaplasmos, que son las transformaciones o alteraciones que sufren las palabras debido a la adición, la supresión o el cambio de los sonidos de una palabra.
1. La aféresis
Este fenómeno consiste en la eliminación de un sonido al principio de una palabra. Podríamos decir, no obstante, que hay dos tipos de aféresis: la que se produce cuando una palabra pasa de un idioma a otro y la que se produce en la propia lengua.
Las del primer tipo son difíciles de intuir si no se conoce la etimología de la palabra. Estos serían algunos ejemplos:
FORMA ORIGINAL | FORMA CASTELLANA |
APOTHECA ‘depósito, almacén’. | BODEGA |
SCHEDULA ‘hoja de papel’. | CÉDULA |
SCIENTIA ‘ciencia’ | CIENCIA |
AVANT-GARDE | VANGUARDIA |
También existe la aféresis en las formas coloquiales con las que nos referimos a otras personas —lo que se denomina vocativo genérico—. Seguro que habéis escuchado formas como quillo (de chiquillo), illo (de quillo) o acho (de macho, muy común en Murcia) o chacho (de muchacho).
Es frecuente, además, encontrar nombres en los que se produce tal supresión al inicio de palabra, como en Sito (de Josito, diminutivo de José), Jandro (de Alejandro), Toño (de Antonio), Fina (de Josefina) o Lupe (de Guadalupe).
Algo parecido ocurre con las palabras que comienzan por ps-, cn-, gn-, pn-, pt-. En la Ortografía de la lengua española se especifica que hay grupos consonánticos de origen grecolatino que pueden adaptarse a la grafía del castellano. Así pues, habría aféresis en palabras como seudónimo (en vez de pseudónimo), sicología (en lugar de psicología), neoráceo (por cnoráceo), nomo (en lugar de gnomo) o tolemaico (por ptolemaico).
2. La síncopa
La síncopa, a diferencia de la aféresis, ocurre en el interior de una palabra. Este fenómeno lo encontramos en palabras como navidad (de natividad), seor (de señor) y en las formas de futuro de ciertos verbos, como cabrás, tendré o habrá, que deberían haber sido, de seguir un modelo regular, *caberás, *teneré y *haberá, respectivamente.
Como se explicaba en el ejemplo anterior, la supresión de los sonidos de una palabra también puede producirse cuando una palabra pasa de una lengua a otra:
LATÍN | ESPAÑOL |
CALIDUS ‘cálido, caliente’ | CALDO |
OCULUS ‘ojo’ | OJO |
REGULA ‘regla’ | REJA / REGLA |
TABULA ‘tablilla’ | TABLA |
3. Apócope
Ya hemos mencionado los fenómenos de cambio a principio y en interior de palabra. Queda, por tanto, hablar de la supresión de sonidos al final de un término. Es fácil encontrar ejemplos de este tipo: foto, bici, cole, tele, boli, moto, etc.
En nuestra lengua hay multitud de formas apocopadas, sobre todo en algunos adjetivos usados antes de sustantivos masculinos en singular. Por ejemplo:
Algún hombre (no alguno hombre)
Ningún coche (no ninguno coche)
Un personaje (no uno personaje)
Primer ministro (no primero ministro)
Tercer motor (no tercero motor)
Cuando se anteponen a un sustantivo masculino singular, hay adjetivos calificativos que también sufren un apócope. Por ejemplo:
Que tengas un buen día > Que tengas un día bueno.
Tengo un mal presentimiento > Tengo un presentimiento malo.
Apócopes en los nombres propios
Si nos fijamos, muchos nombres propios presentan apócopes, aunque muchas veces no caigamos en la cuenta. Estas formas son hipocorísticas, es decir, se utilizan de forma cariñosa. Así, llamamos Bea a quienes se llaman Beatriz, llamamos Dani a los que se llaman Daniel o Daniela, Tere a las que se llaman Teresa, Rafa en lugar de Rafael, Sebas en vez de Sebastián, Guille por Guillermo, Edu por Eduardo…
Es más, hay algunos nombres propios que pueden presentar una forma apocopada (pérdida al final de palabra) o al principio de palabra (aféresis). Por ejemplo, es lo que ocurre con los nombres de Alejandro/Alejandra —Álex y Ale serían las formas apocopadas y Jandro y Jandra serían los ejemplos de aféresis—, Roberto/Roberta —tenemos Rober y Berto o Berta— o Fernando —Fer (apócope) y Nando (aféresis)—.
4. Haplología
El cuarto y último fenómeno de supresión de los sonidos de una palabra consiste en la supresión de una sílaba cuando se juntan dos sílabas que suenan igual o parecido. Esto es lo que ocurre con ciertas palabras en las que coinciden dos sílabas y una de ellas es suprimida.
Algunos ejemplos los encontramos en anatemizar ‘imponer el anatema’ (haplología de anatematizar); en monomio ‘expresión algebraica que consta de un solo término’, formada para evitar la confluencia de dos sílabas en una palabra, pues lo etimológico sería *mononomio; o en humedad, derivado de humiditas, que en nuestra lengua habría dado la palabra *humididad.
Otro ejemplo lo encontramos en la palabra feminidad, en la que se ha producido una haplología al haber eliminado una sílaba. El sustantivo feminidad deriva del adjetivo femenino; sabemos que el sufijo -(i)dad forma sustantivos abstractos a partir de adjetivos, como en suciedad (de sucio), efectividad (de efectivo) o maldad (de malo). Pues bien, este sustantivo debería ser *femeninidad, pero la supresión de una sílaba, por cuestiones de «comodidad» a la hora de pronunciarla. Como ocurre con cejunto (en vez de cejijunto) o impudicia (por impudicicia).
En suma, estos cuatro fenómenos forman parte de las supresiones de sonidos que tienen lugar en muchas palabras de nuestra lengua, ya sea al comienzo, en interior o al final de la palabra.
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Si convenimos, como nos dicen los filólogos, en que la O tónica de ovum, ossum, fórum, novus, y otras voces latinas similares, adopta la forma diptongada ue en huevo, hueso, fuero, nuevo, etc. habría que averiguar, de primer intento, si el léxico de fuentes más antiguas, verbigracia, las escrituras hebraicas de los orígenes, puede aportarnos alguna información que tal vez nos permita despejar las dudas sobre la procedencia de una veintena de vocablos clasificados bajo el marbete de origen incierto por los académicos y cuyo étimo está relacionado con el hebreo en tanto que lengua de los autores bíblicos veterotestamentarios. A este propósito nos parece muy acertado traer a la consideración del lector dos voces hebreas que se registran en el relato de la creación, Génesis 1:2, donde se describe la condición de la tierra al principio de la fundación del mundo de la siguiente manera:
וָבֹהוּ תֹהוּ הָיְתָה וְהָאָרֶץ
Y la tierra estaba desordenada y vacía
Las dos voces por desordenada y vacía son TOHU (תֹהוּ), la primera, y, BOHU (וּהבֹ), la segunda. Según el diccionario de la academia hueco nos viene de occare (hacer huecos con un rastrillo en latín occa), y agrega, la o inicial (occari) cambió a hue igual que en huevo (de ovum) y hueso (de ossum). El cambio a ue de la o inicial de ovum y ossum es perfectamente entendible para mi; pero, nada nos dicen los académicos del cambio de la u en o de ovum y ossum y otras palabras de la misma índole como lo establece el uso normal en bonus-bueno, corpus-cuerpo, fórum-fuero, grossus-grueso, hortus-huerto, novus-nuevo, portus-puerto, solum-suelo; o sea, decir que hueco nace de la evolución fonética occari-hueco, por la simple razón de que la o de occari se transformó en ue y, finalmente, en hueco me huele a despropósito, pues queda pendiente la transformación de la a de occari en o de acuerdo con el proceso normal de la u en o que acabamos de mostrar a los lectores. Y es justamene aquí, donde termino por tropezarme con uno de esos incordios del lenguaje en que se me hace difícil reproducir la circunstancia de hallarle sentido al cambio fonético de occari a hueco. Si consideramos una vez más las dos voces hebraicas TOHU y BOHU descubriremos que resultan ideales para someterlas al proceso de transformación fonética o-ue, por una parte y u-o, por la otra: TOHU se pronuncia TOJU con J gutural fuerte, o c fuerte, con el sonido característico del que carraspea gcraa, gcraa, como en togcru. En BOHU el procedimiento es el mismo, se pronuncia BOJU con J gutural fuerte, o c fuerte, con el sonido característico del que carraspea gcraa, gcraa, como en bogcru. El sonido gcr es uno solo equivalente de cc; bogcru se simplifica en boccu y este en bocu, el cambio fonético o-ue, u-o nos lleva a bueco; y, este a hueco, con el mismo significado de la versión bíblica de los orígenes: (vacío).
וָבֹהוּ תֹהוּ הָיְתָה וְהָאָרֶץ
Y la tierra estaba desordenada (tohu) y vacía (bohu)