Manual de traducción jurada 1
El objetivo del presente manual de traducción jurada (nueva serie de entradas en el blog) es ofrecer una guía destinada a los traductores para la resolución de las dudas principales en traducción jurada – principalmente del español al inglés y viceversa.
El manual, actualizado por última vez en diciembre de 2014, incorpora (tras una revisión) las disposiciones de la nueva Orden AEC/2125/2014, de 6 de noviembre, por la que se dictan normas sobre los exámenes para la obtención del título de Traductor-Intérprete Jurado (el texto en PDF de la Orden se encuentra aquí).
Aunque la traducción jurada haya llegado a la universidad y haya sido objeto de numerosas disquisiciones académicas, la opinión de este autor es que ante todo es un oficio y lo que falta y falla en la realidad es la formación práctica, que es la que – además – demandan los traductores jurados recién formados que buscan respuesta a muchas cuestiones prácticas.
Estas dudas prácticas, las banalidades de la traducción jurada y el día a día de la profesión probablemente no podrían llegar a estatus de tesis doctoral y ciencia precisamente por su carácter trivial y mundano pero, sin embargo, sí que son asuntos de sumo interés para el que ejerce ya como traductor jurado o el que tiene intención de formarse para la profesión a futuro.
Por eso, a lo largo de los próximos meses se van a ofertar contenidos que llegarán a constituir un auténtico manual de consulta: primero serializado como entradas de blog y que, posteriormente, podrán llegar a formar parte de algún libro electrónico, recopilación de entradas sobre la traducción jurada o curso de traducción jurada (aún por concretar).
Sin embargo, dado el gran volumen de texto que se ha escrito para este manual y la necesidad de comenzar y romper el hielo, arranca ya en pleno verano y antes de lo previsto.
Casi mejor así: porque en poco tiempo llegamos a septiembre y empiezan ya las clases y la demanda de traducciones y, de otro modo, tal vez nunca reuniría ni el tiempo ni las fuerzas para publicarlo.
El oficio del traductor jurado
El oficio pasa actualmente por un mal momento histórico y un constante desprestigio con muchas causas que tal vez no lleguemos a analizar aquí.
El problema no parece estar tanto en la demanda de traducciones juradas en sí, que – pensamos – no ha descendido en nuestro país, más bien al contrario. La salida al extranjero de muchas empresas españolas y de individuos que buscan emprender su camino fuera de España ha significado un aumento de la demanda y continuará la demanda – esperemos – si nuestros expatriados algún día encuentran algún motivo para volver a su tierra.
Tal vez nos encontremos ante un cambio profundo en la industria de la traducción en general y en sus actores (que impacta también a la traducción jurada) y un cambio económico también muy importante en España que ha desembocado en la situación actual, muy distinta de la de hace solo cinco o seis años.
Precios bajos
Es innegable que existe una tendencia a la baja en los precios. En un extremo tenemos a los jóvenes que tratan de hacerse un hueco con pocos conocimientos de traducción jurada y aceptan las reducciones de tarifa impuestas de buena gana, por inseguridad o por desconocimiento, mientras que en el otro lado del continuo vemos a personas incluso muy veteranas y expertas que también han entrado en una espiral bajista por miedo a la situación económica o por su propia tecnofobia, que les impide trabajar con los nuevos programas de traducción asistida y, por tanto, prosperar en el mercado de la llamada traducción industrial.
Y, sin embargo, la traducción jurada no desaparece, pese a todo, y sigue adelante. Mientras exista necesidad de certificar la corrección de una traducción en otro país o lugar y que esta sea realizada por un profesional experto y formado, seguirá existiendo traducción jurada.
A pesar de la zozobra ante la llegada de herramientas tecnológicas, Google Translate y la traducción automática, seguimos viendo que se piden traducciones juradas. Que son, ante todo, traducciones fidedignas, que certifica una persona y, por ello, es una labor muy personal, artesanal y humana. Y es algo que se resiste a ser robotizado, en tanto que los robots ni se consideran fidedignos ni podrían asumir la responsabilidad, desde un punto de vista jurídico, de una traducción jurada.
El traductor jurado como emprendedor
En este manual se mezclan – junto con las explicaciones sobre requisitos, formalidades o meras recomendaciones sobre la presentación de las traducciones juradas – algunas entradas que van destinadas a la vertiente emprendedora del traductor jurado, porque se analizan aspectos como la fijación de precios, el regateo, los intermediarios, el control de calidad, la competencia… Puede que no tengan que ver con traducción jurada en sentido estricto y, sin embargo, no podemos ignorar el aspecto empresarial de nuestra profesión ya que, queramos o no, somos mayoritariamente o profesionales independientes o empresarios.
El emprendimiento en la traducción jurada
El emprendimiento parece que va ligado esencialmente a la traducción jurada en el momento en el que el traductor jurado tiene pocas opciones o salidas profesionales excepto la de ser profesional autónomo o emprendedor.
¿Los autónomos son emprendedores?
Mi opinión personal es que los autónomos son emprendedores aunque existan opiniones diversas al respecto. No hay nada de positivo o negativo en la palabra emprendedor ya que ni es sinónima de “mucho dinero” ni de “éxito” ni de “ideas de derechas”. Un emprendedor es una persona que emprende un negocio de manera autónoma o independiente tanto si es de Podemos como si es de Vox.
Contestarán algunos que hay autónomos dependientes o que son trabajadores ocultos. Me parece muy bien, pero por eso hay algún tipo de adjetivo que los modifica o un “pero”. El que existan determinadas circunstancias negativas no significa que cambie en nada el concepto ni la definición del término.
Características del autónomo
Desde una definición prototípica o ideal del término, un autónomo emprendedor trabaja para varios clientes, puede cambiar de clientes, fija sus propios precios, establece sus propias normas para la prestación de sus servicios hasta donde le permita la ley y la normativa (por ejemplo, en cuanto a los horarios de atención y volúmenes de trabajo que acepta).
Se hace cargo también del pago de los impuestos que gravan su actividad y de su propia seguridad social.
Tiene un componente elevado de riesgo frente a los impagos de facturas, los retrasos en el pago de facturas, las responsabilidades o fallos que puedan atribuírsele en la prestación de sus servicios y la falta de actividad económica o periodos en los que no llega trabajo.
El autónomo tiene en común con el emprendedor:
– La autonomía en el desarrollo de su actividad y la fijación de sus precios y condiciones;
– El riesgo;
– La responsabilidad.
En cuanto a las ganancias: las del emprendedor que monta, por ejemplo, lo que llaman una “start-up” pueden ser potencialmente astronómicas pero las del autónomo que ejerce una actividad de tipo profesional suelen ser más bien modestas, aunque pueden llegar a ser de una renta medio-alta con el tiempo.
Por eso, pienso que frecuentemente se discute que el autónomo sea emprendedor, pero solo desde el punto de vista del resultado y también desde una visión algo sesgada del postureo filosófico-social frente a la idea del emprendedor como un empresario de mucho éxito, dinero y fama cuando, en realidad, la mayoría de los emprendedores no obtienen resultados extraordinarios: muchos fracasan en los dos primeros años y otros tantos tienen empresas modestas que dan para vivir pero no son una “start-up” que vaya a salir como historia de éxito en la revista Fortune.
Otras veces, los planteamientos son de tipo político pero ni este autor ni este manual tienen ninguna intención de defender el emprendimiento frente a otras opciones. Si hay jurados que consiguen sacar adelante su labor en una comuna anarquista o con algún sistema económico alternativo de canje, de truque o de Bitcoins y les va bien, bienvenidos sean.
De hecho, en la serie se repiten frecuentemente todos los inconvenientes, perjuicios, problemas y frustraciones que conlleva emprender actualmente.
¿Existen traductores jurados que no sean autónomos o emprendedores?
El problema es que es difícil concebir el ejercicio de la traducción jurada de otro modo que no sea como profesión liberal o como gestor de una empresa de servicios lingüísticos.
Un traductor jurado podría, por ejemplo, trabajar para un ministerio. Pero, en ese caso tendría un régimen de incompatibilidades que le impediría trabajar para los clientes que quisiera.
También podríamos pensar en un traductor jurado que trabaja en una empresa en plantilla (hay, pero pocos) y en ese caso estaría limitado/a a jurar las traducciones que le manda la empresa y siempre es algo incómodo si quieren jurar o no la traducción, ya que también podrían optar por no hacerlo o negarse a jurar X traducciones que no quieran hacer por los motivos que fueran sin que exista norma laboral o convencional (de Convenio Colectivo) que les obligara a jurar traducciones porque lo diga el jefe.
Por tanto, el traductor jurado suele ser casi siempre profesional independiente o tener una empresa y esa es la realidad tal y como está concebido el sistema en el que nos movemos.
Próxima entrada de la serie Manual de traducción jurada: la denominación de la profesión
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