Metafísica: pensar más allá de los sentidos

Metafísica: pensar más allá de los sentidos
Desde tiempos remotos una de las características distintivas de la humanidad ha sido la
búsqueda de sentido y significado en la realidad. Muchos arqueólogos coinciden en que los
ritos funerarios prehistóricos reflejaban una comprensión metafísica, manifestando creencias
en deidades o simbolismos relacionados con la muerte.
Es en este contexto primitivo donde situamos los inicios del pensamiento metafísico, que definimos como una herramienta
esencial para interpretar y dar significado al mundo que habitamos. La metafísica formula
preguntas como ¿Qué es la realidad?, ¿Qué significa existir? o ¿Cuál es el origen del
universo? Estás son preguntas que a día de hoy no podemos responder de forma empírica y
categórica, pero eso no ha sido un impedimento para que los pensadores reflexionen sobre lo
trascendental, aquello que por el momento, no podemos percibir con claridad.
El origen del concepto «metafísica»
Aunque el pensamiento metafísico sea tan antiguo como la humanidad misma, el concepto de
metafísica como tal no aparece hasta que el mundo griego necesita una palabra para definirlo
como una disciplina del pensamiento filosófico. “Metà [tà] physiká” viene del griego
antíguo, y significa “después de [los] físicos”.
Esta terminología/expresión aparece para categorizar la obra de Aristóteles en las bibliotecas, pero tenía un doble sentido. Si bien sus
escritos sobre “la filosofía primera”, que teorizan sobre el origen de la realidad y la materia se
encontraban detrás de los libros de física, parece que la expresión también se refiere a sí
misma en tanto que la disciplina piensa más allá de la materia y los sentidos. Después, el latin
traduce y expresa la frase como “metaphysĭca”, que con el paso del tiempo deriva a la
palabra “metafísica” que conocemos hoy en día.
Las disciplinas de la metafísica
Al igual que el resto de disciplinas filosóficas, la metafísica se ramifica en apartados
especializados que abordan diferentes aspectos del pensamiento metafísico. El denominador
común de todos estos es que se trata de conceptos teóricos y abstractos, preguntas sin
respuesta que podamos comprobar empíricamente, pero que dan lugar a reflexiones sobre la
realidad y lo que se encuentra más allá. Las principales ramas de la metafísica son ontología,
teoría del conocimiento y teología. Todas ellas tienen en común que se preocupan por
organizar o dar sentido a aspectos abstractos del pensamiento.
Anteriormente ha habido ramas de la metafísica que se han desligado de la filosofía, como es
el caso de la cosmología. Esta se dedicaba a reflexionar sobre el cosmos, o aquello que hay
más allá del cielo. Como antiguamente no había los suficientes avances técnicos como para estudiar y comprender profundamente a los astros, la metafísica teorizaba sobre la naturaleza
del Sol, la Luna y las estrellas. Cuando la tecnología avanzó lo suficiente como para tener
conocimiento empírico del espacio, esta disciplina se desligó de la filosofía, puesto que dejó
de ser una elucubración teórica para volverse un objeto de estudio sensible y medible. La
ciencia bautizó así la astronomía, y la cosmología se volvió parte de esta, quedando todo el
pensamiento filosófico de la cosmología como obsoleto y en desuso.
Ontología y meontología: El estudio del “ser” y del “no ser”
La ontología se ocupa de reflexionar sobre los conceptos generales, abstrayéndose de los
particulares, es decir, estudia conceptos generales que se materializan en el mundo de forma
individual. Pondremos como ejemplo la ontología platónica. ¿Qué hace que una silla sea una
silla? De acuerdo a Platón, esta tiene una esencia, que agrupa todas las sillas habidas y por
haber. No tiene forma, puesto que es abstracta y general, no existe en el mundo particular,
pero sí en el ideal, puesto que es una idea, es ideal. Tiene a la vez 3 y 4 patas, respaldo de
cualquier tipo y todos los colores, puesto que la esencia no es una imagen, sino digamos un
“aura” subyacente que la convierte en lo que es por definición.
De la misma forma, una mesa
es una mesa, y aunque la usemos para sentarnos, sigue siendo mesa. Es de esta forma que la
ontología platónica organiza el mundo particular, abstrayéndolo en capas que agrupan
conceptos o ideas, canalizados desde el lenguaje que terminan siendo particulares en la
realidad.
La ontología se refiere a la realidad de forma abstracta, y crea conceptos como el de “ente”.
Un ente es algo que “es”, como una persona, un gato, una mesa, o el mismo aire. Aquello que
“es”, es un ente, y la ontología plantea preguntas en torno al ser, o lo que es lo mismo, los
entes. ¿Qué hace que esta mesa sea una mesa y no una silla si la utilizo para sentarme? ¿Qué
soy? Un cuerpo, una conciencia, la suma de ambas, o acaso vivo conectado a la Matrix.
En relación a la ontología encontramos la meontología, que es exactamente lo contrario, esta
reflexiona sobre el “no ser” o la “no realidad”. Un buen ejemplo aparece en la novela “La
historia interminable”, donde “la nada” avanza para hacer desaparecer el mundo. El problema
está en imaginarnos qué es “la nada”, ya que simplemente pensando en ella o dándole
nombre, estamos pensando en algo, y no en nada.
De esta manera, nos remontamos a la creación y origen de la
realidad, puesto que si existe el mundo y la realidad física, hay dos opciones. La primera es
que toda la materia ha existido siempre, y es por tanto infinita/eterna. La otra es que antes de
haber una realidad, había una nada, y de esta se origina la realidad. De momento es imposible
encontrar una respuesta empírica a estas preguntas, pero la filosofía se ocupa del desafío que
es teorizar de forma coherente y lógica en búsqueda de un significado o sentido a aquello que
parece que no podemos saber.
Teoría del conocimiento: reflexión sobre lo que es conocer y cómo
conocemos.
La teoría del conocimiento es una disciplina metafísica que reflexiona sobre cómo nos
relacionamos con el conocimiento y la forma que tenemos de aprender de la realidad. La
teoría del conocimiento platónica postula que para conocer algo, tenemos que apuntar al
objeto ideal o abstracto, como comentamos antes, la idea de mesa. Conocemos el abstracto
(no de forma racional, sino innata e inconsciente), y para Platón ese es el conocimiento. Las materializaciones particulares de ese abstracto, como lo son la mesa de tu casa o del colegio
en el que estudiaste, son reflejos y confusiones que nos alejan del auténtico conocimiento y
por tanto, sólo la abstracción que nos lleva a comprender profundamente la realidad.
Aristóteles pensaba de forma opuesta, y postulaba que conocemos la realidad a través de la
suma de particulares. Cuantas más mesas observe y estudie, más sabré sobre estas, generando
conocimiento general a través de sumar casos particulares. Por tanto, podemos decir que la
teoría del conocimiento se ocupa de definir la forma que tenemos de conocer.
Esta disciplina no se queda ahí, puesto que también se plantea cómo nos relacionamos con el
mundo para conocer. ¿Conocemos la realidad tal cual es? ¿Podemos acaso conocer la
realidad? Cuando nos relacionamos con el mundo somos un sujeto que se encuentra con un
objeto. En ese encuentro, percibimos al objeto a través de los sentidos, que captan de forma
limitada lo que tenemos delante, además de que lo interpretamos conforme a nuestra
experiencia y creencias.
A día de hoy sabemos que nos componemos de células, pero eso es
algo que no podemos ver a simple vista sin la ayuda de un microscopio. Los sentidos nos
fallan, puesto que no tenemos tan buen oído como los perros o los gatos, pero no oír no
significa que no haya ruido. Conocemos el mundo a través de unos sentidos limitados, y por
si eso fuera poco, también lo interpretamos en base a nuestro sistema de creencias. Creamos
palabras que definen y agrupan la realidad en capas, y a la vez nos limitan puesto que
conocemos a través de estas.
Tenemos creencias limitadas en base a aquello que conocemos,
y desde que nacemos hasta que morimos no seríamos capaces de leer todos los libros de la
historia, y mucho menos de conocer todo tal cual es. Es de esta forma que la teoría del
conocimiento también reflexiona de manera crítica sobre cómo conocemos y nos
relacionamos con la realidad, puesto que hay una diferencia fundamental entre cómo el
mundo es, cómo lo percibimos y cómo lo interpretamos.
Teología: Reflexiones sobre entes superiores
Por último nos encontramos con la Teología como última disciplina, que trata de responder a
la pregunta de si existen seres superiores y definir su naturaleza. Esta disciplina cobra mucha
importancia durante el periodo escolástico (entre los siglos IX y XII), puesto que la religión
es un tema central en la educación y sociedad occidental de la época.
Aristóteles hizo un ejercicio metafísico que trata de remontarse a un ser teológico que llama
“motor primero”. El filósofo estagirita se imaginó que si nos remontamos causalmente desde
el presente, nos encontraremos con el principio de los principios. Antes de existir yo,
existieron mis padres, y mis abuelos, y mis antepasados, y la materia que nos formó, hasta
toparnos con un ente que inició toda esa reacción en cadena para originar la realidad desde la nada. Ese ente es aquello que Aristóteles nombra como “motor primero”, y que más
adelante, Santo Tomás de Aquino interpretará como Dios para adaptar la
teoría aristotélica al cristianismo.
La teología ha tratado de demostrar la existencia de Dios, como hizo Santo Tomaś de Aquino
con sus 5 vías (que explicaremos en otro artículo), pero la teología también rebate estas
teorías. Cuando pensamos en esta disciplina metafísica a muchos se nos viene a la mente el
cristianismo, sin embargo, además de estudiar todas las religiones y tratar de demostrarlas,
también hay corrientes teológicas que quieren demostrar lo contrario y negarlas. El simple
hecho de participar en el debate de entes superiores es de carácter teológico,
independientemente de que esté relacionado con el cristianismo, defienda una religión, o trate
de desmentirla.
La relevancia de la metafísica en el día de hoy
Parece que en un mundo práctico y productivo donde todas las preguntas que nos formulamos
necesitan una respuesta rápida, clara y demostrable la metafísica, por su carácter opuesto no
tiene cabida en el escenario filosófico actual. En mi opinión, es precisamente por eso por lo
que la metafísica tiene valor, porque nos invita a preguntarnos, cuestionarnos y pensar.
Se trata de una disciplina que adquiere sentido por el camino que toma y no por el destino al que
llega. Nos encantaría saber si Dios existe o no, si somos capaces de conocer la realidad tal
cual es, o si vivimos en una simulación y realmente “no somos”. Puede parecer que
preguntarnos esto no tiene mucho sentido, pero el simple hecho de pensar tiene valor en sí
mismo. Enriquece nuestra percepción de la realidad, alimenta un pensamiento crítico y nos
acostumbra a cuestionarnos lo que tenemos ante nosotros. Aunque nos planteemos preguntas
sin respuesta cognoscible, el resultado no importa, puesto que mientras nos preguntamos
estamos en movimiento, y es más importante andar que llegar al destino.
«La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el
horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para
eso, sirve para caminar».
-Eduardo Galeano
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