Ortografía de los nombres de pila
La ortografía de los nombres propios de persona siempre suele generar bastantes dudas. En nuestra lengua es común que un mismo nombre de pila pueda escribirse de distintas maneras, como ocurre, por ejemplo, con el nombre de Jimena, que podemos leer también como Gimena o Ximena. En las próximas líneas vamos a hablar de los antropónimos en castellano, es decir, de los nombres de pila y los apellidos españoles.
Acentuación ligada a la pronunciación
Por lo general, tanto los nombres de pila como los apellidos siguen los mismos criterios de acentuación gráfica que cualquier otra palabra. Además, como queda establecido en la Ortografía (2010, p. 636), los nombres se acentuarán en función de cómo sea su pronunciación.
De esta manera, por ejemplo, el nombre de José se escribirá con acento si su pronunciación es [jo.sé], mientras que, si queremos reflejar su pronunciación llana [jó.se], lo escribiremos Jose, sin tilde como cualquier otra palabra llana acabada en vocal. Lo mismo se puede aplicar a otros nombres que presentan variantes fonéticas, como ocurre con Óscar [ós.kar] y Oscar [os.kár].
Cuando se trata de nombres compuestos, podemos adaptar la grafía a la pronunciación. De esta manera, nombres como Juan José o María de los Ángeles pueden escribirse en una sola forma tal y como ocurre con su pronunciación: Juanjosé o Mariángeles, respectivamente.
Un caso muy conocido es el del escritor Ernesto Sabato (o Sábato). La pronunciación de su apellido es [sábato], es decir, como una esdrújula (y, por tanto, ha de ir acentuada según las normas generales de acentuación). Sin embargo, el propio escritor lo escribía sin tilde, tal y como se hace en italiano. De esta forma, es frecuente encontrar ediciones de sus obras en las que se alude a Ernesto Sábato (apellido castellanizado) o a Ernesto Sabato (apellido italiano). En ambos casos, no obstante, la pronunciación es la misma.
Influencia y adaptación de nombres extranjeros
En otros casos se puede apreciar una influencia de grafías distintas a la española en nombres como el de Luis (monosílabo no acentuado que, sin embargo, en portugués sí se acentúa: Luís), Nuria (en catalán sí presenta acento: Núria), Rubén (escrito en otras lenguas como Ruben) o Míriam, escrito con tilde en la primera i por ser llana acabada en consonante distinta de -n y -s, aunque también se puede encontrar escrito como Miriam si se pronuncia [miriám] o Mirian, sin tilde en la i por ser llana y acabar en –n.
También presentan variantes aquellos nombres que proceden de otras lenguas y se acaban adaptando a la grafía española. En este grupo podríamos mencionar nombres como Jonathan (y su forma española Yónatan), Ingrid (en español, Íngrid), Jessica (castellanizado como Yésica), Jennifer (adaptado como Yénifer) o Edison, adaptado a la grafía española como Édison por ser esdrújula.
¿Se pueden aplicar siempre estos criterios?
El tratamiento de los nombres propios de otras lenguas no siempre es predecible. Por ejemplo, es frecuente leer y escuchar el nombre de Angela Merkel pronunciado —y escrito— a la manera española, es decir, como Ángela. Algo similar ocurre con Theresa May, cuyo nombre, en no pocos textos españoles, se puede encontrar a la forma españolizada: «Teresa May ha asegurado que no es partidaria de pedir esta prórroga» (Expansión, 26 de febrero de 2019); «Teresa May sufre una derrota histórica en el Brexit y la oposición lanza una moción de censura» (El Confidencial, 15 de enero de 2019).
Esto ocurre a pesar de que existe una tendencia general a mantener los nombres propios de persona en su forma original aunque existan grafías adaptadas al castellano. Así pues, no decimos Yénifer López, Íngrid Bergman o Yónatan Swift, sino que mantenemos su forma original. Pero, como hemos visto con los casos de Merkel y May, esto no siempre se aplica a rajatabla.
A la hora de considerar la grafía de una palabra también hay que tener en cuenta que, en algunos casos, se trata de traducciones de nombres propios de persona. Como ya explicamos en este artículo sobre la traducción de los antropónimos, en las zonas bilingües conviven formas equivalentes, como Luis y Koldo, Jorge y Jordi, Ángeles y Àngels o Joaquín y Joaquim, un hecho que también influye en la escritura de estos nombres en castellano.
Antropónimos procedentes de lenguas próximas
Como se especifica en la Ortografía de la lengua española, «los nombres propios y apellidos pertenecientes a lenguas en contacto con el español (catalán, gallego, vasco, quechua, aimara, etc.) se acentuarán de acuerdo con el español en su forma hispanizada», como ocurre con el nombre de Iker (castellanizado como Íker, por ser llana acabada en –r), Eulàlia (Eulalia en su forma castellana) o Júlia, escrito en castellano sin tilde: Julia.
También hay antropónimos que, al estar asentados en nuestra lengua, se adaptan a la grafía española, como es el caso del nombre Andreu (equivalente de Andrés que presenta la forma castellanizada Andréu) o del apellido Bernabeu (castellanizado Bernabéu).
En definitiva, la ortografía de los antropónimos no es una cuestión fácil, pues en muchos casos se trata de nombres que no se atienen a los criterios normativos. Y, si no, piensen en el ejemplo de la reina Leticia. Perdón: Letizia.
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