¿Por qué son obligatorios los signos de apertura?
Si tuviéramos que decir qué tiene de peculiar la ortografía del español, seguramente diríamos dos cosas: la ñ y los signos de apertura. Y ambos surgieron —y siguen presentes— por necesidad. El propósito de este artículo es demostrar que, en efecto, los signos de apertura son necesarios en castellano. Es cierto que en otras lenguas no existen, y puede que este sea el motivo por el que hoy en día existe la tendencia a suprimirlos en nuestra lengua —sobre todo cuando escribimos con un teclado, ya sea el del móvil o el del ordenador—.
¿Cuál es su origen?
Para conocer cómo surgieron los signos de apertura en castellano hay que remontarse al año 1754, año en que la Real Academia Española publicó la segunda edición de la Ortografía de la lengua castellana. En dicha edición se introdujeron los signos de apertura tanto de interrogación como de exclamación. No obstante, estos signos de puntuación tardaron en generalizarse en los textos impresos. Pero la pregunta que deberíamos hacernos es la siguiente: ¿era necesario introducirlos en nuestra lengua? ¿Podemos omitirlos en algunos casos?
Para responder a ambas preguntas, conviene tener en cuenta que el español es una lengua que no utiliza determinadas estructuras para marcar que se trata de una oración interrogativa. En otros idiomas, es frecuente alterar la estructura —por ejemplo, colocando en primer lugar el verbo— para marcar que se trata de una oración interrogativa y no de una enunciativa. Un claro ejemplo lo encontramos en el inglés: decimos «Do you have my phone?» o «Have you got my phone?», pero si se trata de una oración enunciativa, alteramos el orden: «I’ve got your phone». En español, una oración como Tienes mi teléfono puede convertirse en interrogativa o exclamativa tan solo con añadir los signos de puntuación correspondientes: «¿Tienes mi teléfono?», «¡Tienes mi teléfono!» o, si tiene sentido exclamativo y afirmativo a la vez, «¿¡Tienes mi teléfono!?».
Hasta este punto podría pensarse que se trata de una simple nimiedad que podría resolverse en el plano escrito mediante un único símbolo. Sin embargo, cuando se trata de períodos oracionales largos, sí resulta necesario su uso, sobre todo para saber si una oración como la siguiente tiene sentido afirmativo o interrogativo:
No es lógico pensar que los trabajadores han acudido a la huelga para reivindicar sus derechos y para pedir una subida salarial que se corresponde con su trabajo?
En la anterior oración, si eliminamos el signo de interrogación, podría tratarse claramente de una oración enunciativa. La utilidad del signo de apertura en este caso es evidente porque ayuda a que entonemos la oración como si se tratara de una pregunta y no de una afirmación. Por este motivo, tal y como establece la Ortografía de la lengua española (2010), «en la escritura actual, los signos de exclamación y de interrogación son signos dobles; así pues, deben colocarse de forma obligatoria al comienzo y al final de la secuencia correspondiente […]. Es incorrecto suprimir los signos de apertura (¿ ¡) por imitación de otras lenguas en las que únicamente se coloca el signo de cierre» (§ 3.4.9.1, p. 390).
No obstante, también podría pensarse que, en realidad, en enunciados cortos, como en «qué tal?» o «cómo estás?» no es necesario escribir los signos de apertura, pues se sobreentiende que es una pregunta. De hecho, cuando escribimos un mensaje a través del móvil, es poco frecuente que los usemos. En buena medida, esto se debe a que algunos teclados no incorporan este signo —o no se puede acceder a él fácilmente— o a una cuestión de economía del lenguaje. Y esto puede aplicarse también a otros signos ortográficos como la coma o el punto. En las aplicaciones de mensajería instantánea se prima —y de ahí su nombre— la rapidez y la eficiencia en la comunicación. Por tanto, la ortografía suele pasar —lamentablemente— a un segundo plano.
En la obra Ortografía para todos (2017), Juan Romeu explica que el hecho de prescindir de los signos de apertura en los sistemas de mensajería indica que —en esos contextos— pueden no ser necesarios: «La cuestión es que, si de verdad fuera necesario, lo pondríamos, igual que ponemos el de apertura de paréntesis. De hecho, la RAE alguna vez ha dicho que, en soportes en los que no sea del todo sencillo insertar los signos de apertura y donde no haya riesgo de confusión, se puede admitir prescindir de ellos» (p. 121).
¿En qué otros casos podemos prescindir de los signos de apertura?
Tal y como recoge la OLE (2010, § 3.4.9.2), hay tres casos en los que se puede omitir la escritura de los signos de apertura, que son los siguientes:
- Cuando se trata de un enunciado irónico, es frecuente utilizar entre paréntesis el signo de exclamación o interrogación de cierre. Por ejemplo: «Qué alegría (!) que hayas venido a vernos hoy».
- Cuando una oración tiene sentido interrogativo y exclamativo a la vez, ambos signos pueden combinarse de cuatro maneras: «¿¡De verdad no quieres irte!?», «¡¿De verdad no quieres irte?!», «¿De verdad no quieres irte!» o «¡De verdad no quieres irte?»
- Cuando se trata de una fecha dudosa, se emplea el signo de interrogación de cierre para indicar que no se conoce alguno de los datos, ya sea el de nacimiento o fallecimiento: (1130-?) o (?-1245).
El uso de los signos de apertura en español, como hemos visto, resulta necesario para marcar si se trata de una oración interrogativa o exclamativa. A pesar de que su uso sea obligatorio, hay casos en los que comienza a poder omitirse, como cuando escribimos a través de WhatsApp o similares. Aunque esto se debe más a una cuestión de soporte —si el teclado incorpora dichos signos o no— que de ortografía o gramática. En cualquier caso, cuando escribamos en español, lo correcto será no prescindir de los signos de apertura.
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Muy bueno, Rubén. Ya lo he leído. Es claro y está muy completo, aparte de extraordinariamente redactado (hay una mínima errata). De nuevo te felicito.
¡Me encantó este artículo!