¿Qué es un argumento?
Conceptos básicos
Un argumento está constituido por proposiciones, y una proposición es una afirmación sobre el mundo o un aspecto de él. Por ejemplo: «en el universo existen seres con una inteligencia mayor que la nuestra», es una proposición, que mientras no pueda ser demostrada no posee garantía de verdad o falsedad. Además, la verdad o falsedad de algunas proposiciones puede cambiar en función del contexto (por ejemplo: «Napoleón gobierna Francia» sería falso hoy día).
Mientras que las proposiciones pueden ser verdaderas o falsas, los argumentos solo son válidos o inválidos (o correctos o incorrectos).
Definición de «argumento»
La RAE lo define como:
«Razonamiento para probar o demostrar una proposición, o para convencer de lo que se afirma o se niega».
Para ser más exactos, un argumento es una combinación de proposiciones con una estructura lógica determinada. Para que pueda considerarse buen argumento debe cumplir dos condiciones:
1.Ser formalmente válido: lo cual sabemos por medio de la lógica formal.
2.Ser materialmente válido: es decir, sus premisas deben de ser verdaderas.
Esto quiere decir que la validez de un argumento no justifica por sí misma la conclusión y que la verdad de una conclusión está bien justificada en la medida en que el argumento es válido, y, además, la verdad de las premisas está justificada.
De manera que podemos definir el argumento con otras palabras:
Un buen argumento es una combinación de premisas que se ajustan a una validez formal (argumento válido) y material (con premisas verdaderas), y del cual se extrae una conclusión (que debido a los dos requisitos anteriores estaría bien justificada).
Tres reglas generales para presentar un argumento
1. Escoger premisas fiables
Las premisas tienen que ser defendibles y poder ser aceptadas para aquellos a quienes presentamos el argumento. Tenemos que empezar con unas premisas verdaderas (o al menos muy fiables).
2. Usar un lenguaje connotativo
En un buen argumento tenemos que evitar el lenguaje emotivo o denotativo, y no caricaturizar al oponente.
3. Usar términos bien definidos
Debemos evitar la ambigüedad y ser concretos, procurando no usar un término con dos sentidos distintos. Y en caso de hacerlo, aclarar en qué sentido lo estamos usando.
¿Qué es necesario para que se pueda debatir?
1. Poseer un interés común
El principal interés debe ser saber la verdad y estar dispuestos a cambiar de opinión. Esto es difícil porque las personas tienen creencias muy arraigadas y se suele debatir partiendo de que el otro está equivocado.
2. Valorar la visión de la otra persona
Si no otorgamos importancia a los que diga la otra persona -es decir, no estamos dispuestos a escucharla- tampoco seremos capaces de entenderla, y por tanto, sus argumentos ni siquiera podrán ser refutados (porque para refutar sus argumentos, primero debemos comprenderlos).
3. La razón como el medio de alcanzar un acuerdo
Las dos personas deben partir de que dar razones es el mejor modo de alcanzar un acuerdo o llegar a una proposición verdadera.
Algunos tipos de argumentos
Argumento de autoridad
En su Suma Teológica, Tomás de Aquino afirma que es el más débil de todos los argumentos (tiene cierta gracia esta afirmación porque la justifica empleando un argumento de autoridad, citando a Boecio).
Se diferencia de la falacia ad verecumdiam porque, mientras esta falacia apela inapropiadamente a una referencia, el argumento de autoridad apela correctamente a la autoridad.
Ejemplo de falacia: el Papa dice que Messi es el mejor jugador del mundo (el Papa no es una autoridad en el fútbol).
Ejemplo de argumento de autoridad: el Papa dice que los católicos deben cumplir los mandamientos (en este caso, el Papa es una autoridad en lo referente a la religión católica, y, por tanto, lo que afirme sobre esta cuestión posee legitimidad).
Argumento por analogía
Un argumento por analogía suele acentuar las semejanzas entre dos casos y entender que las similitudes son más relevantes que las diferencias.
«En la analogía se afirma que a es a b como c es a d. En situaciones y en dominios en los que la certeza resulta imposible de ser convocada, la analogía actúa como un recurso argumentativo imprescindible» (Los patrones de la argumentación).
Ejemplo de analogía (de R. Marafioti): «Tanto el corrupto se merece el castigo como el ladrón la cárcel».
Argumento causal
Consiste en explicar por qué sucede alguna cosa argumentando acerca de sus causas (A causa B).
Por ejemplo, nos podemos hacer preguntas del siguiente estilo:
¿Explica mi/su argumento cómo la causa conduce al efecto?
¿Propone la conclusión la causa más probable? Quiere decir que hay que especificar si hay solo una causa o más y demostrar que, aunque haya muchas causas, esa es la causa más probable.
¿Se han identificado todas las causas?
Se debe tener cuidado para no confundir la causalidad con la correlación. Los hechos correlacionados no están necesariamente relacionados causalmente, sino que pueden tener una misma causa común; es decir, hay dos sucesos que se producen siempre juntos -están correlacionados- y puede parecer que uno produce al otro (pero no tiene por qué). Puede haber un tercer hecho que los relacione.
Ejemplo de confusión:
«Se ha descubierto que las mujeres casadas comen menos dulces que las solteras».
«Un estudio detallado podría mostrar que, si se comparan las personas casadas con las solteras de la misma edad, la correlación entre el estado civil y el consumo de dulces desaparece. La edad y no el estado civil sería entonces el factor causal relevante acerca del mayor o menor consumo femenino de dulce» (Las trampas de Circe: falacias lógicas y argumentación informal).
Ejemplo de argumento causal:
«Dado que Tomás ha estado bebiendo una excesiva cantidad de whiskey (y que beber demasiado whiskey produce un terrible dolor de cabeza), Tomás debe tener un terrible dolor de cabeza» (Argumentación, comunicación y falacias).
Bibliografía
Los patrones de la argumentación: la argumentación en los clásicos y en el siglo XX, Roberto Marafioti, Biblos.
Argumentación, comunicación y falacias: una perspectiva pragma-dialéctica, Frans H. van Eemeren, Rob Grootendorst, Universidad Católica de Chile.
Las trampas de Circe: falacias lógicas y argumentación informal, Montserrat Bordes Solanas, Cátedra
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