¿Qué son los universales lingüísticos?
Cualquier lengua presenta unos rasgos o propiedades que son comunes al resto de lenguas del mundo. Estas características de cada lengua reciben el nombre de universales lingüísticos; algunos lingüistas, como Hockett, Coseriu, Chomsky o Greenberg, han abordado —aunque con diferentes resultados— esta cuestión que consiste en comparar y extraer cuáles son aquellos aspectos de una lengua que pueden ser comunes a los de todas las lenguas. No obstante, los universales lingüísticos están constantemente sometidos a estudio, puesto que no se conoce la totalidad de rasgos básicos de todas las lenguas. Por consiguiente, podrían existir contraejemplos que pusieran en tela de juicio afirmaciones como que todas las lenguas, en el nivel fonológico, poseen vocales.
En primer lugar, conviene advertir que la noción de universal lingüístico está estrechamente relacionada con la teoría de los principios y parámetros de Noam Chomsky (1998); grosso modo, con esta teoría se hace referencia a las dos categorías —i. e., los principios y los parámetros— que conforman lo que se denomina competencia lingüística. Los principios aluden a aquellas propiedades que son comunes a todas las lenguas y que, por lo tanto, son universales y establecen relaciones entre todas las lenguas. Los parámetros, por el contrario, se refieren a los casos concretos de cada lengua. O dicho de otro modo: un parámetro es aquella propiedad particular de una lengua, lo que explica la diferencia entre esa lengua y las demás.
El enfoque chomskyano —sin entrar a profundizar esta cuestión— partiría de la base de que los universales se explican por el innatismo del lenguaje; así pues, los seres humanos nacemos con una gramática universal que es parte de nuestro patrimonio genético. Este hecho explicaría la presencia de esos principios y reglas que comparten todas las lenguas. Este método deductivo —mediante el cual, al analizar una sola lengua se pueden establecer generalizaciones y principios abstractos— se opone al método inductivo de Greenberg. Para este lingüista, la noción de universal lingüístico se constituye a partir del análisis de una muestra amplia de lenguas. Es, por tanto, un método inductivo que conduce a establecer leyes formales de la lengua.
También es preciso aludir a los diferentes tipos de universales lingüísticos. La clasificación de estos depende del autor al que se siga, de tal forma que los criterios pueden variar en función de la corriente que se siga. En las siguientes líneas seguiremos una clasificación cuyo enfoque es eminentemente cuantitativo. Así pues, los universales serían de tres tipos: universales absolutos, universales relativos o estadísticos y universales implicativos. Los primeros hacen referencia a aquellos rasgos que se dan en todas las lenguas humanas; los universales relativos, por su parte, aluden a las características que están presentes en la mayoría de lenguas —pero no necesariamente en todas—; y los universales implicativos son aquellos cuya presencia depende de otra propiedad. Es decir, que la existencia de una característica estaría presente si tiene lugar otra propiedad determinada. Por ejemplo, uno de los universales implicativos sería el siguiente: «como el presente, el pasado, el perfecto y el imperfecto tienden a ser flexivos, lo que significa que pertenecen a categorías obligatorias, si una lengua tiene un tiempo pasado, también tiene un presente […]. De forma similar, si una lengua tiene un imperfecto, eso implica la existencia de un perfecto» (Bybee, 2003)
En lo que concierne a los universales absolutos, es preciso destacar que se trata de cualidades que pueden ser aplicables a todas las lenguas. Por ejemplo, en el plano fónico se puede afirmar que todas las lenguas presentan, al menos, más de dos vocales y que todas distinguen entre consonantes y vocales. O, por ejemplo, que todas las lenguas presentan sílabas compuestas por una consonante y una vocal. En el plano morfológico, se podría decir que todas las lenguas presentan sustantivos y verbos, mientras que en el plano sintáctico cabría destacar que todas las lenguas presentan formas de transformar oraciones activas en pasivas, o afirmativas en interrogativas.
Por su parte, los universales relativos, como se ha mencionado líneas atrás, ponen el foco en aquellas características que tienen lugar en muchas lenguas, pero no en todas. Un ejemplo de ello es, por ejemplo, la afirmación de que los adjetivos son siempre clases abiertas de palabras —es decir, si pueden variar su forma, como los sustantivos o los verbos—. En algunas lenguas, los adjetivos se presentan como clase cerrada (cf. Dixon, 1977). Entre estos rasgos, también se podría mencionar que la mayoría de lenguas presenta uno de estos tres órdenes básicos de palabras: SVO (sujeto, verbo y objeto, como en inglés o en español), SOV (sujeto, objeto y verbo, como en japonés o en latín) o VOS (verbo, objeto y sujeto, como en fiyiano, lengua de las Islas Fiyi). Se ha hecho referencia a la mayoría de lenguas porque, por ejemplo, hay otras cuya estructura es objeto, verbo y sujeto, como en hixkaryána, lengua indígena de Brasil. También en klingon, lengua artificial de Star Trek.
En último lugar, conviene hacer alusión a los universales implicativos, que son aquellos que dependen de las relaciones que se dan entre las diferentes propiedades del lenguaje. Se pueden destacar los siguientes universales implicativos: si una lengua presenta el fonema /m/, también tendrá /n/; si una lengua distingue entre singular y plural mediante un afijo —por ejemplo, con la -s en español—, dicho afijo marcará el plural, no el singular. También, como afirma J.C. Moreno (2004), si una lengua tiene una palabra para hacer referencia a la pierna, también la tendrá para hacer alusión al brazo. Este sería, por tanto, un universal de tipo semántico.
En definitiva, más allá de las clasificaciones actuales de los universales, conviene tener en cuenta que la lingüística teórica tiene como objetivo analizar y comparar las diferentes lenguas con el propósito de establecer cuáles son los rasgos o características que las unen o que las separan.
Referencias bibliográficas:
Bybee, J. (2003). “Los mecanismos de cambio como universales lingüísticos”. En Mairal, R y J. Gil, En torno a los universales lingüísticos, pp. 245-265. Madrid: Akal.
Chomsky, N. (1988). El conocimiento del lenguaje. Madrid: Alianza Editorial.
Moreno, J. C. (2004). Introducción a la lingüística. Madrid: Síntesis.
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