Técnicas de estudio para estudiantes distraídos
Seguramente alguna vez te hayas preguntado si hay alguna manera de que las horas de estudio sean mucho más productivas. Y lo cierto es que, en efecto, hay un número considerable de técnicas que nos ayudan y permiten que estemos concentrados y rindamos como es debido. Por ello, a continuación vamos a enumerar una serie de aspectos que pueden resultarte útiles a la hora de ponerte frente a la hoja a estudiar:
Lo más importante: las horas de sueño
Para muchos estudiantes supone un reto el dormir más de ocho horas diarias. La Fundación Nacional del Sueño (National Sleep Foundation) recomienda dormir, a partir de los 18 años, entre 7 y 9 horas al día para poder rendir adecuadamente. De igual modo, desde esta institución no recomiendan ni excederse —dormir más de 11 horas— ni llegar al mínimo necesario, que sería dormir en torno a las 6 horas.
Establecer siempre los mismos horarios
Uno de los principales problemas a la hora de lograr concentrarnos consiste en no tener una rutina que permita estudiar a determinadas horas y descansar en otras. Además, también hay que dominar los tiempos a corto y largo plazo.
Una de las técnicas más conocidas para la concentración a corto plazo es la Técnica Pomodoro, que consiste en trabajar a pleno rendimiento en intervalos de 25 minutos con 5 minutos de descanso. Tras cuatro intervalos —es decir, 100 minutos— se aconsejan otros 15 de descanso. A largo plazo lo recomendable es tener un día a la semana de descanso, aunque esto suene utópico en los períodos de exámenes.
También tenemos que dejar un tiempo para cualquier imprevisto que pueda surgir para que no comprometa nuestros horarios de estudio. En muchas ocasiones, tendemos a acumular horas mentalmente —sobre todo en los días previos a los exámenes— y no incluimos el factor sorpresa, es decir, cualquier contratiempo que pueda descolocarnos.
¿Estudiar de día o de noche?
Tanto si eres noctívago como si prefieres estudiar con las persianas subidas para que entre la luz del sol, el estudio puede resultarte provechoso si atiendes a algunos factores. Quienes estudian —o estudiamos— por la noche agradecemos la tranquilidad y el silencio a la hora de trabajar, con un único pero: tras mucho tiempo sin ver la luz solar, sobre todo en meses de invierno, se puede perder la noción del tiempo, de modo que esto nos puede afectar en la planificación del descanso. Quienes estudian por la mañana lo tienen más fácil para establecer sus horarios, pues las horas de sueño coinciden con los ritmos circadianos de la luz.
Que la tecnología te controle… lo justo
Hoy en día es muy fácil saber cómo aprovechamos —o desaprovechamos— nuestro tiempo. Uno de los principales peligros lo tenemos muchas veces delante: el móvil. Algunos dispositivos ya permiten ver en qué aplicaciones del teléfono invertimos nuestro tiempo al cabo de un día o de una semana.
Para ello, es recomendable recurrir a alarmas o avisos para saber cuándo nos hemos pasado del tiempo debido. Por ejemplo, Instagram permite generar avisos cuando has llegado al límite de tiempo que previamente hemos establecido. ¿Cuánto tiempo diario quieres dedicarles a las redes sociales? Decídelo y considera lo siguiente: en las horas de estudio, el modo avión puede evitar muchas distracciones. Al final, el estudio se basa en la concentración; por tanto, si no logramos concentrarnos debidamente, el tiempo de estudio se vuelve improductivo.
La salud mental
Como asegura Bernabé Tierno en su obra Las mejores técnicas de estudio, «el estudio o trabajo intelectual es una actividad psíquica y, como tal, está condicionada por la salud física y el bienestar corporal». Si lo que buscamos es rendimiento inmediato —ya sea académico o de cualquier otro tipo— pero no estamos mentalmente en nuestro mejor momento, probablemente las horas de estudio se vean condicionadas por ello.
¿A más horas, mejores resultados?
Si estás opositando o tienes pensado hacerlo, es posible que tengas que calcular cuántas horas al día debes dedicarle al estudio. También debemos pensar en una fecha límite y echar cuentas sobre el número de horas que podemos emplear en el estudio. Por ejemplo, si tenemos que examinarnos dentro de un mes, los primeros días no estudiaremos diez horas diarias, sino que el número de horas aumentará de manera progresiva según se vaya acercando la fecha.
Por supuesto, cada cual tiene sus manías los días previos a los exámenes: desde ir al cine o dar un paseo para despejarse, hasta levantarse varias horas antes del examen para dar un último repaso a todo el temario.
Objetivos diarios
Debemos tener en cuenta que la productividad es un concepto que se rige por los objetivos cumplidos, no por el número de horas invertidas. Puede que estemos delante de la pantalla 2 horas pero no consigamos cumplir nuestro propósito diario de estudio. Por ello, es importante que hagamos esquemas, cronogramas o cualquier otro tipo de planificación que nos permita fijar objetivos.
Si se trata, por ejemplo, de un trabajo final de carrera o de máster, y debemos entregarlo dentro de 5 meses, podemos pensar que tenemos tiempo de sobra para prepararlo, y que llegará un momento en que la inspiración divina nos ayude a dar teclazos para escribirlo. Lo mejor, en estos casos, es que nos marquemos una serie de fechas límite en las que deben terminarse ciertos apartados de ese trabajo. De esta manera, conseguimos evitar la relajación y, además, podemos sentirnos reconfortados tras haber logrado cumplir a tiempo los propósitos.
Todos estos consejos, como ves, pueden resultar demasiado genéricos; y deben ser así porque, al final, quienes estamos al mando del estudio somos nosotros mismos y, como suele decirse, «cada maestrillo tiene su librillo».
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